‘Tomatito’ de La Moncloa triunfa en el Liceu
Si Isabel Pantoja llenó el Teatre del Liceu en el 2002, Pedro Sánchez, al frente de su cuadrilla de trescientos palmeros, no iba a ser menos. Con la diferencia que en el caso de la artista de Cantora el público pagaba por admirar su voz, y en el homenaje al líder socialista celebrado en el gran coliseo lírico barcelonés fue Sánchez el que sacó la billetera para que la platea estuviera repleta de una clac muy receptiva al aplauso. El maná de los fondos europeo es un gran reclamo a la hora de mostrar la ‘sincera’ admiración.
El repertorio de ‘Tomatito’ de La Moncloa nunca estará a la altura del de Isabel Pantoja o Raphael, otro ilustre de la canción española que ha triunfado en el Liceu. Pero es que con un letrista como Iván Redondo, y un arreglista como Miquel Iceta, es casi imposible conseguir nominaciones para los Grammys latinos. Como mucho se pueden conseguir una nominación para los premios anuales de la industria musical catalana rama separatista, en la categoría de “intérprete extranjero” de “música ñordo-charnega”.
Como en cualquier concierto que se precie, un par de espontáneos montaron el show separatista-exaltado, para dar la sensación que Sánchez es otra cosa, una víctima del independentismo hiperventilado. Cuando es precisamente al contrario, el líder socialista es el radical, porque era mucho más grave lo que estaba anunciando en su homilía que todo lo que le pudieran gritar los militantes de la CUP. Gritar “amnistía” no tiene efectos jurídicos, pero que el presidente del Gobierno suelte a una panda de golpistas sí que tiene consecuencias de todo tipo.
Seré un fascista, un facha, un mal bicho y una persona sin corazón, pero no tengo ganas de «reconciliarme», ni establecer lazos de «concordia», con una banda organizada de delincuentes que ha querido convertir a millones de catalanes en ciudadanos de segunda, que intentaron dar un golpe de Estado contra nuestra democracia, que llevan años sembrando odio en la sociedad catalana y que han malversado cantidades ingentes de dinero público para crear un proyecto de sociedad excluyente y totalitario.
Cuando Pedro Sánchez habló en el Liceu de «reconciliación» y «concordia» para “tratar de ofrecer a la ciudadanía el reencuentro de la sociedad catalana consigo misma” nos estaba estafando. Porque el separatismo no tiene ninguna gana de disculparse, ni de tender puentes, ni de recapacitar por sus delitos. Al contrario, piensan que los indultos son una muestra de debilidad de un Estado al que seguirán combatiendo. Por supuesto, los secesionistas lucharán contra él con el mismo dinero que el Estado le proporciona en cantidades ingentes. Y Sánchez lo sabe. E intenta vender el sacar de la cárcel de la cuenta como si fuera un gesto de generosidad, cuando es un grave error.
A Sánchez le conviene soltar a los golpistas para asegurarse, a corto plazo, la estabilidad en el Congreso, y a largo plazo la posibilidad de tener una coalición estable de Gobierno con los partidos secesionistas. Pero es indecente que venda lo que es un cambalache político como una decisión que facilita la «concordia» y la «reconciliación». Porque no es verdad. Porque en TV3 se sigue insultando a los catalanes no nacionalistas y se sigue escuchando «Puta España». Porque la ANC y Òmnium siguen difundiendo en el extranjero que España es un país totalitario con una justicia intolerante. Porque ERC y Junts solo gobiernan, desde la Generalitat, para la Cataluña independentista, marginando a millones de ciudadanos. Porque sus líderes siguen instalando en «lo volveremos a hacer».
‘Tomatito’ de La Moncloa habrá triunfado en el Liceu. Pero muchos no olvidaremos el precio de los aplausos que recibió en el coliseo barcelonés. Precio que pagaremos todos los españoles, especialmente los catalanes no independentistas.
Temas:
- Pedro Sánchez