Una situación económica insostenible

Una situación económica insostenible

Tras conocer los datos del PIB del IITR-2020, debemos realizar todos una profunda reflexión, pues el hundimiento económico es de unas proporciones muy preocupantes, no sólo por la caída abrupta de la actividad y del empleo, sino por la composición de dicha caída y las malas expectativas que se presentan en el horizonte.

Son datos desastrosos, que confirman el abrupto hundimiento de la actividad económica y del empleo en el IITR-2020, tras el cierre productivo decretado en marzo. Así, el PIB cae un 18,5% en el segundo trimestre de 2020, frente a la caída del 5,2% del ITR-2020 y al crecimiento del 0,4% del IVTR-2019. En tasa interanual cae un 22,1% frente a la caída del 4,1 del ITR-2020 y al crecimiento interanual del 1,8% del IVTR-2019.

Por su parte, la demanda nacional se hunde, con una contribución negativa al PIB interanual de 19,2 puntos, cuando aportaba 1,3 puntos positivos en el IVTR-2019. Y si hablamos del empleo (en términos de horas trabajadas), cae un 21,4% trimestral y un 24,8% interanual, con descenso de más de un 40% en el empleo de comercio, turismo y hostelería.

Y es que el consumo de los hogares y la inversión se desploman, lo que denota malas expectativas por falta de confianza y pérdida de poder adquisitivo. Hay miedo y hay inseguridad, que generan un retraimiento tanto en el consumo como en la inversión, de manera que la actividad cae a plomo y, con ello, el empleo.

Por su parte, se hunden Industria, Construcción y Servicios, y dentro de este último, especialmente, el comercio, hostelería, turismo y actividades recreativas, donde cae un 40%.

No por anunciado estremece menos. Todos los indicadores económicos y laborales parciales que íbamos conociendo durante este período indicaban la importancia de la caída económica, pero no por esperado deja de ser impactante y preocupante, especialmente preocupante no ya sólo por el descenso vertiginoso de la economía que muestran los datos, sino por la mala perspectiva que se presenta en el horizonte.

Vengan fondos o no de la UE, pidan o no condiciones a los mismos, el Gobierno debe iniciar cuanto antes un plan ambicioso de reformas que genere expectativas positivas a inversores y consumidores, para poder asentar los cimientos de una recuperación sólida, rápida, fuerte y sostenible. Debe flexibilizar el mercado laboral, profundizando en ese sentido en la reforma laboral; debe poner orden en las finanzas públicas, eliminando todo gasto no necesario, reformar el sistema de pensiones para garantizar su viabilidad -si no se hace nada, corren riesgo las pensiones- y debe dar seguridad jurídica a los agentes económicos, al tiempo que debería pensar en reducir el impuesto de sociedades para atraer inversiones productivas con las que generar actividad económica y puestos de trabajo.

Aquí no debería tomarse ninguna decisión por una mera cuestión política o electoral, sino sólo y estrictamente por motivos sanitarios y económicos. El problema no es que la economía se haya abierto muy pronto, sino que no se han tomado ninguna de las medidas de control necesarias. Todavía estamos a tiempo de evitar un desastre económico que puede ser peor que el sanitario. Cada muerte es una persona perdida y es insustituible, y, con todo el respeto hacia cada fallecido, podemos ver que el virus contagia pero que la mortalidad sobre el total de la población, siendo terrible, no es tan alto como al principio parecía que podría ser. Así, los tristemente casi 700.000 fallecidos en todo el mundo representan el 0,009% de la población mundial, que es de 7.594 millones de personas, al igual que nuestros 50.000 compatriotas a los que horriblemente ha matado el coronavirus son el 0,1% de la población. ¿Quiere esto decir que haya que bajar la guardia o que no sea lamentable el número de vidas perdido? Para nada: hay que redoblar la prudencia y hay que lamentar cada día cada una de las personas que ha matado esta cruel enfermedad, pero eso es compatible con el coraje de volver a resurgir, de no hundirnos económicamente por miedo, de no condenar a cientos de miles de personas a la ruina, porque si vamos a la miseria habrá más muertes por todo tipo de enfermedades, con lo que la situación será todavía peor. Ya hay 1.148.800 hogares con todos sus miembros activos en paro. Esto es dramático.

Estamos a tiempo de evitarlo: o se corrige decididamente el rumbo, se toman de una vez todas las medidas preventivas necesarias, como test y rastreadores, y se abre del todo la economía, sin lanzar dudas constantes sobre posibles cierres productivos o restricciones, o la situación humana, económica, social y sanitaria serán dramáticas y la EPA y el PIB de este segundo trimestre serán sólo el preámbulo del desastre.

Si no se hace nada que corrija, por tanto, la actual situación, ese panorama sombrío que la anestesia actual no deja ver, se intensificará y consolidará y el drama social puede cobrar unas dimensiones nunca antes conocidas, al menos desde la Guerra. Está en la mano del Gobierno que, al despertar de esa anestesia, el horizonte económico sea duro pero viable o que sea catastrófico.

 

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