¡Salimos peor, oprobiosos!

¡Salimos peor, oprobiosos!
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

No hará más de una semana que la ministra de Defensa, Margarita Robles, le confesaba a un periodista amigo: “No os preocupéis tanto con lo de Bildu, la próxima semana habrá otro escándalo más gordo”. Pues a la vista está: el abyecto pacto de Sánchez con los filoetarras de Bildu, no ha decrecido en intensidad, pero ya corre paralelo con la destitución ordenada por el aún ministro Grande Marlaska (cada vez menos grande y más Marlaska) de coronel Pérez de los Cobos, fulminado por no cometer un delito: el de revelar al todavía ministro, como agente judicial que era, la investigación sobre lo acontecido el 8 de marzo con la manifestación de las furiosas feministas. La crisis que ha creado el ministro está descuartizando el prestigio y la jerarquía de una de las instituciones mejor valoradas de la Nación, al tiempo que resume a las claras como este Gobierno del Frente Popular, ejerce un totalitarismo comunista ya no parecido sino igual al de monstruos como Maduro, los Castro Daniel Ortega. La Guardia Civil, tan disciplinada siempre, no va sacar los pies del plato como el Gobierno quisiera, para volcar  sobre ella acusaciones de golpismo, pero ¿se ha molestado el ministro en saber qué opinan los agentes que multitudinariamente tienen que guardar la casona del leninista Iglesias y de su señora ministra? Están que trinan. Y lo escribo con algún conocimiento, porque en los pueblos, también en los de la Sierra de Madrid, se termina sabiendo todo. Pérez de los Cobos ha sido laminado y el director operativo de la Benemérita, que tampoco soportaba más tanta incuria, se ha ido a su casa con viento fresco; el viento de la dignidad. Me resisto a ofrecer muchos detalles por temor a que el protagonista sufra la incuria de Marlaska, pero ¿saben ustedes cómo, entre los agentes que vigilan la seguridad de algún ministro, se califican las actuaciones de su ministro? Literalmente: oprobiosas.

Margarita Robles, codirectora del mando en la Guardia Civil, es magistrada del Supremo en excedencia especial y nunca ha dicho que cuando termine su carrera política, si es que acaba alguna vez, no regresará al Tribunal. Pero ahora, aparte de confesar, como lo hace, que todo escándalo es susceptible de menguar por otro mayor, tiene que estar sobrecogida por esta intromisión en la Justicia perpetrada por su doble colega. Ella, como Marlaska que aún tiene la desvergüenza de afirmar que no lo conoce, a estas horas ya ha leído el concluyente informe del equipo de Pérez de los Cobos: “El 8-M no debería haberse realizado”, y sabe también de las excusas cantinflescas del pobre hombre, Simón, al que el Gobierno le ha colocado como sumo hacedor de un fraude sanitario, social y político sin precedentes. Simón, que aparece siempre como el desvalido vendedor de El Ocaso, se ha refugiado en que también en aquella fecha se celebraron otros acontecimientos tan numerosos, o incluso más, que la concentración de las “enragés” al mando de las contagiadas Carmen Calvo y Montero. Démosle la razón a este hombre que concurre a las Ruedas de Prensa como si acabara de dormir, por quinto día consecutivo, en un Mini, pero entonces, ¿por qué no desaconsejó aquellos sucesos? Es tan torpe este científico que no ha recaído en que sus subterfugios, lejos de aliviar su responsabilidad la hacen doble, triple o cuádruplemente dolosa.

Este Gobierno todo lo que toca lo convierte en escoria. Sánchez ya tiene ante sí un panorama judicial de cuarenta y tantas querellas que no son sino el aperitivo de las muchas más que le van a caer encima. Al final -lo comprobaremos- su soviética propaganda (“Del coranovirus salimos más fuertes”) se va a volver contra él y contra la tribu de ministros, cargos ejecutivos y asesores que cobran de nuestros confiscados impuestos. Hace también una semana el gurucillo Redondo, un mercenario según él mismo se define, confesaba a un par de periodistas pertenecientes al reducidísimo círculo que le baila el agua, que ya estaba dispuesta la contrapropaganda del régimen social comunista y que su primer alegato coincidiría en el tiempo con la apertura de fronteras para el turismo. Es decir que a la misma hora en que Sánchez anunciaba el cierre ya estaba programada la liberación. O sea, mentira tras mentira en una España donde la verdad ya no cotiza en Bolsa. Con todo el dinero del mundo por adelantado, los medios no han tenido otro remedio que divulgar el estrepitoso embuste de los aliados de Bildu. No podían hacer otra cosa porque, en estos tiempos de penuria publicitaria, se recogen hasta las rosquillas milagrosas de las hermanitas de Sotresgudo, pongamos por caso. Hay sin embargo gentes, a lo mejor de buena fe, que critican las manifestaciones heterodoxas de Vox que se asemejan a las concentraciones de los moteros de la Harley Davidson, pero que no son más que la respuesta al sistema totalitario que ha implantado Sánchez prórroga tras prórroga. Su engañosa virtud (“lo hacemos todo para proteger la vida de nuestros compatriotas”) ha impedido el ejercicio de un derecho básico de la democracia: el de manifestación, por eso se ingenian métodos que de otro modo no tendrían espacio alguno. De aquí, no salimos más fuertes; todo lo contrario, salimos menos salubres, más pobres, menos seguros y menos libres, aunque esto último al público en general le traiga por una higa.

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