¿Quién es Rodrigo Lanza?

¿Quién es Rodrigo Lanza?

Toda una incógnita. Y segura estoy de que esa afirmación le sorprenderá. Porque lo más probable es que usted ya tenga una imagen clara de quién es este hombre, chileno y de nacionalidad italiana, pero afincado en España desde hace muchos años. Condenado por haber dejado tetrapléjico a un policía durante un altercado en una casa okupa en Barcelona. Presunto asesino de un hombre, vinculado con la extrema derecha, en un local de Zaragoza la semana pasada. Quizá no muchos sepan que existe otra versión de Lanza. La de un activista de izquierda radical, anitisistema, y okupa que protagonizó un documental publicado en 2015, ‘Ciutat Morta’, en el que se narraba lo sucedido en aquél altercado que lo llevó a prisión durante cinco años. En este documental, que ha sido visionado en una grandísima cantidad de ocasiones, Lanza y otras personas narran en primera persona lo que, según ellos, sucedió en realidad. Explican cómo se sucedieron una serie de hechos y de circunstancias que les situaron en una comisaría de policía, sufriendo un proceso lleno de irregularidades y cumpliendo una condena por algo que aseguraban no haber cometido.

De hecho, en el documental se cuenta la historia de Patricia Heras, una mujer a la que, según se explica, el altercado ocurrido en la casa okupa nada tuvo que ver con ella —que al parecer ni siquiera estaba por allí—. Heras, condenada igualmente, terminó suicidándose en un permiso penitenciario, dejando una carta de despedida en la que volvía a asegurar, antes de quitarse la vida y tras sufrir problemas psicológicos desde su detención, que ella no había tenido absolutamente nada que ver en lo sucedido. Lanza es uno de los jóvenes que explican que encontrándose en la casa okupa, ante el revuelo que se formó, recibió una agresión y salió corriendo. Un policía corrió detrás de él, y en un punto, Lanza decide detenerse pensando que no había motivo por el que correr. Según relata, a partir de ese momento, comenzó su calvario. Denuncia malos tratos y torturas en la comisaría de Policía, así como un proceso judicial lleno de irregularidades, siendo finalmente condenado sin ninguna prueba fehaciente. Así es como Rodrigo Lanza se mostraba frontalmente frente al sistema. Y así se ha venido manifestando desde que saliera de la cárcel tras cumplir su condena.

De pronto, Lanza vuelve a ocupar titulares. Esta vez acusado de asesinar a Víctor Láinez, un hombre que simpatizaba con la extrema derecha, con quien se encontró en un bar de Zaragoza. Según la versión más extendida, Rodrigo asesinó a Víctor por el hecho de ir vestido con unos tirantes que reproducían la bandera de España. Estos han sido los hechos que hemos leído y escuchado durante una semana. Hasta que la familia de Rodrigo ha escrito una carta pública para trasladar la suya: que en realidad Rodrigo fue atacado por Víctor, que supuestamente se abalanzó sobre él con un cuchillo o navaja en la mano. Que Lanza se defendió. Pero que no es culpable del asesinato de Láinez. Sea como fuere, en estos momentos hay certezas: que Víctor Láinez ha muerto, suponiendo en sí mismo un hecho deplorable, desgarrador y que ha de ser condenado por todo demócrata, e igualmente, que Láinez por el momento es presuntamente inocente, hecho que todo demócrata defensor del Estado de Derecho debe respaldar. Por lo tanto, es preciso aclarar lo sucedido, con la mayor celeridad posible, para que la duda que pueda rondarle a algunos quede disipada. No podemos permitirnos, ni por asomo, que pueda jugar la imaginación con estos graves y peligrosos incidentes.

El asesinato de Víctor Láinez ha de ser el punto y final de la violencia en este país. Y además, de manera específica, de la división y enfrentamiento por causas ideológicas. Porque tenemos recientes cientos de miles de muertos. Porque sabemos que en estas guerras fratricidas todos salimos perdiendo. Porque hemos sido un país que ha sabido reconstruirse con unas heridas profundas que aún hoy debemos cuidar. No es momento de avivar más el fuego. Es momento de recapacitar, informar con rigor y transparencia, y garantizar una justicia efectiva y ejemplar. Es momento de democracia y sobre todo, de paz. 

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