El PSOE y la censura, historia de España

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Vuelve la censura en España. No es un titular con el que buscar el click fácil, que me interesa tanto como el futuro político de Sumar, sino la constatación de una realidad cada vez más indubitable. Como ya sucedió en la nunca bien contada Segunda República, el PSOE asienta su poder en el control de mentes y bolsillos, y cuando no puede hacerlo a través de las urnas, cada vez más intervenidas y con un hedor a fraude que atufan, lo hacen con ese sistema matonil tan propio de su esencia ideológica.

En la idílica etapa que gusta a la izquierda presumir, las amenazas a periodistas, las multas a la prensa y el cierre de cabeceras y encarcelamiento de sus directores, estaban a la orden del día. El régimen del 14 de abril de 1931, que ahora Sánchez quiere imitar, tenía como objetivo acallar a esa media España que ganó las elecciones (monárquicos y toda la nación antirrepublicana) y el gobierno de Azaña, desde el principio y bajo la peregrina excusa de frenar al fascismo (¿les suena el paralelismo?), incautó y suspendió en un solo día más de cien publicaciones, persecución y señalamiento que continuaría hasta 1933 por mor de la Ley de Defensa de la República que hoy defienden miembros socialistas y comunistas del Gobierno actual, en una reproducción fidedigna del Frente Popular que nos condujo a la Guerra Civil. Y hasta que llegue ese momento que tanto desean en Moncloa, sus publicaciones afines calientan motores totalitarios, como

El Plural de Rubio y Sopena, que para corroborar lo dicho y justificar el parné, señalan estos días la vivienda privada del juez que está investigando a la mujer del presidente por corrupción y tráfico de influencias, tal y como hacen en las dictaduras los lacayos mediáticos que sirven al régimen. Esto sólo es el prólogo orwelliano de lo que vendrá.

Tras el repetido buenismo intencional con el que esconde su verdadera intención liberticida, Sánchez y su Plataforma Sanchista de Obedientes Embusteros (PSOE) convencen a la feligresía zombie de que sus métodos para acabar con la democracia son, en realidad, caminos necesarios para fortalecerla. Les persuaden con el sesudo argumento de que controlar el poder judicial servirá para que el fango de la ultraderecha no se reproduzca más. Y que asaltar instituciones y empresas públicas -y llenarlas de cargos socialistas- es fetén porque la izquierda siempre quiere lo mejor para la gente.

Lo peor de todo es que el periodismo pedrete, camuflado en el Congreso de los Diputados como app para adultos, suscribe cada asalto a la libertad, sea de prensa o expresión, y alinea sus miserias morales con sus pertinencias económicas, aplaudiendo en sala de prensa cualquier gesto del autócrata. No hay momento en la historia en que la profesión haya dado más vergüenza y pena que ahora, tan alineada con el poder que ya podemos decir que el único pienso que consume es el que le suministra Moncloa cada mañana.

Cuento todo esto después de que Pedro Sánchez de Kirchner anuncie un paquete de medidas contra los medios que no le gustan, tal y como hacen los sátrapas antes de tener la totalidad de la prensa rendida; purga a los medios independientes y libres que no puede controlar, bajo el aplauso, apoyo y servicio de los periodistas lametraserillos que tiene a su servicio, que son muchos. Porque lo que Sánchez adelantó en el NO-DO público, antes llamado Televisión Española y ahora cuartel general de Intxaurrondo, es una trola enfangada de esas que a él tanto le gusta fabricar. Cuenta don Pedro que van a trasponer una orden de Europa sobre libertad informativa, cuando se trata de un reglamento y no de una directiva, por lo que no existe la obligatoriedad de trasladarlo a España. Es decir, anuncia una medida contra los bulos con un bulo.

Y el periodismo pedrete, contento, porque la ultraderecha no gobierna, cuando obvian que las intenciones de su amado líder acabarán también por revolverse contra ellos el día que no le sean lo suficientemente leales y sumisos. Forman parte de esa contabilidad de subsumidos bajo la nebulosa moral carente de todo razonamiento y sensatez que es la izquierda actual. El gran triunfo de Sánchez siempre ha sido extirpar la razón a millones de ciudadanos que quizá nunca la tuvieron.

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