El partido que quiere ser el PSOE

Pedro Sánchez

Si España no se entiende sin los toros, que decía Ortega, ni se comprende sin la picaresca que Alemán elevó a esa literatura que ya no se lee, tampoco la aceptamos sin la corrupción política que nos define como sociedad y empuja como nación. Todo forma parte de un gen patriótico del que muchos abominan, algunos presumen y otros se hacen los escandalizados, mientras, mano en nariz, vuelven a depositar su voto en la misma urna cuyo hedor les provoca náuseas morales. La política es una mentira que sólo molesta cuando circula en sentido contrario.

Parece que el patio de juegos en el que unos nos saquean a otros es una excusa ideológica de función permanente. No existen socialdemócratas, liberales y conservadores, como tampoco comunistas, fascistas o mediopensionistas. Lo que tenemos es la sociedad de productores-cazadores y la élite consumidora de saqueadores-recolectores, que perviven sobre lo que los primeros crean y construyen. Bajo este sistema, lo que se depreda es el capital que lleva muchos años acumular con esfuerzo autónomo y que acaba en manos del Estado, organización de personas erigidas en mafia coercitiva dedicada a cobrar diezmos crecientes y constantes a la población.

De quienes roban al que produce y los que recolectan el tributo para seguir viviendo del saqueo hablaremos otro día. Pero piensen en esto: todos aquellos que defienden cada día el sistema fiscal actual y salen como ñus en estampida a perpetuar el modelo impositivo, son los que parasitan muy bien de ese sistema o necesitan que este saqueo constante continúe para sus intereses personales, de funcionario sin clase o de militante con carné que adoctrina en universidades, medios subvencionados o cine cejijunto.

Ante este panorama ad aeternum, del que la propia élite económica te reconoce que no quiere ni pretende escapar, sobresale una derecha bifurcada, que desunida, navega entre la docilidad popular y la ocurrencia populista. El PP actual, salvo excepciones conocidas y reconocibles, ha optado por ocupar ese hueco socialdemócrata que el PSOE echó por tierra desde que entregó sus esencias fúnebres al sanchismo más irredento y felón. Cuando los referentes en Génova son Felipe González y Besteiro, algo falla en la matriz narrativa de quien diseña y ejecuta ahí la estrategia.

Si Feijóo quiere ser como González, está en su derecho. Hay mejillas menos coloradas que las que tiene el PP de tanto pedir permiso a la progresía sobre lo que debe o no decir y contra qué se debe combatir. Cuando a la izquierda se le concede un milímetro, te gana las elecciones con trampa y manipulación. Cuando le concedes un metro de réplica, te casca una guerra civil sin que te enteres. Y todavía te echará la culpa de ser un chupacirios.

El Gobierno socialista, el PSOE en su conjunto, Sánchez y Begoña y toda la arquitectura mafiosa y delictiva montada en torno a ellos, debe ser denunciada, desarmada, combatida y aniquilada. Sin compasión retórica y sin contrapesos negociados. Lo contrario sería constatar que una improbable desaparición del PSOE tendría inmediata reposición en este PP socialdemócrata y socialacomplejado al que su votante sociológico ni conoce ni se reconoce. Y empieza a agotarse de ver cómo su partido de referencia prefiera pulsar el botón rojo de autodestrucción antes que combatir a quien desea su permanente sumisión ideológica.

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