Page, ¡basta ya de juegos florales!
Realmente lleva a confusión: se le abotarga realmente la cara, ya de por sí inflamada cuando, ante micrófonos amigos, lanza denuestos feroces contra la última fechoría de Sánchez con sus amigos secesionistas. En la apariencia no hay un político español que rechace con mayor rotundidad
la pléyade de concesiones que su jefe político -que lo es- está realizando al conjunto de gargantías avariciosos que están dejando en las raspas lo que está hace poco venía llamándose el Estado español.
Page, el clon más perfecto de aquel cínico que ahora se refocila con su patrimonio en la República Dominicana, hablamos de José Bono, lleva años supurando retórica gruesa contra estas tropelías perpetradas por el secretario general de su partido, que lo va a ser siempre, el PSOE. La última aparición en público la pasada semana del presidente castellano-manchego tenía marchamo de definitiva, vamos del clásico: hasta aquí hemos llegado, pero como en las representaciones teatrales del Medievo en Almagro, «fuese y no hubo nada». «Ya me he despachado a gusto ¿verdad?», les transmitió a sus acólitos que con gran énfasis le abrazaron de esta guisa: «Has estado mundial, presidente». Y todos se fugaron a Fuensalida a seguir en el machito acreditados como los únicos correveidiles artificiales que le cantan las cuarenta al felón Sánchez. Como éste resulta que no para y no hay día que no cometa un nuevo desafuero, Page se instala en la oposición con su famoso «mando a distancia» y en esa comodidad española de: «Ya lo decía yo».
Los que hablan con él off the record, que tampoco son muchos, revelan sin embargo que toda la encendida gramática que pregona con las televisiones de por medio, la relativiza cuando el móvil está enchufado. Ahí, en esas circunstancias, Emiliano se modera, no vaya a ser, parece, que el teléfono o el CNI le jueguen una mala pasada, que no están los tiempos en España para confiarse con las llamadas de tú a tú. Algún interlocutor reciente del socialista resume su posición en un: «Yo no puedo hacer más de lo que estoy haciendo» o en una confesión cobarde: «Este no es el momento». Si me apuran esta segunda expresión es, desde hace mucho tiempo, la suya de cabecera: «Hay que esperar, no estamos en ese punto».
Naturalmente que Page, tan explícito y rotundo él cuando le espera un telediario, no le anticipa al hablante de turno cuándo habrá llegado la hora y, mucho menos qué hacer entonces; no, Page se refugia en esos eufemismos para, como siempre, no matar moscas con el rabo, tolón, tolón. Pero para él, los «tiempos» en todo caso, nunca llegarán. Es un pusilánime de la acción concreta. Se entiende que como no haya seguidores cercanos (el destronado Vara, el pobre Lambán, el aspirante a embajador Puig del acomodado peluquín…) Page renuncie al enfrentamiento directo en el ring del PSOE con el psicópata (así lo tienen dictaminado los especialistas) Sánchez. Los citados, desposeídos ya de todo poder, aspiran a las migajas del Epulón de La Moncloa: el chollo del Senado, la OCDE como decimos, y no están por la labor de apoyar siquiera a Page en sus morigeradas críticas al barrenador de España.
Eso se entiende: como no encuentra un brazo en el que apoyarse, Page se repliega, espera una nueva ocasión para verter denuestos tiernos, al estilo de las regañinas navideñas a nuestros infantes. Nada que esperar de Page. Y nada debe esperar él de nosotros porque, sinceramente, ya no le creemos, nos traen por una higa sus admoniciones curiles. Nada: tú, Page, ya no nos la das con queso. Es líder de un partido cuyos siete diputados en Madrid no sólo votan lo que les ordena el portavoz Patxi López, ¡fíjense dónde estamos! y, tras apretar el voto del sí, se levantan con entusiasmo para ovacionar al mentiroso al que, por cierto, le deben escaño y salario.
El PSOE de la región castellano-manchega presidido por Page es, perdóneseme el vulgarismo, una p..a mierda. O sea, una franquicia de Ferraz donde mora un sujeto que tiene la cabeza nada más que para calzarse la chapela. ¡Más engaños, no, por favor! Ya no cuelan. Nos dirán: y verdaderamente qué puede hacer el pícnico, más de faz que de vientre, Page. Pues, fácil: no entretener más al personal con voces de patriotismo legionario o con diatribas tan inútiles como medidas contra los socios de su baranda.
Page, en perfectas y lúcidas condiciones de entendimiento, debe saber, y sabe, que a estos sus admoniciones de párroco dominical, les importan un bledo. Por tanto ya, a estas alturas del partido, que las vaya evitando; no nos des la chapa, Page. O, si quieres seguir dándonoslas compórtate con coherencia, esa virtud que Ortega y Gasset denominaba sindéresis y que consiste sólo en hacer lo que se dice. Por ejemplo, llamar a capítulo a sus parlamentarios en la capital para que se pronuncien así: o conmigo o con el felón; ni hay más castañas.
También puede ocuparse de otro menester si pretende ser creíble: imitar a Sánchez, abordar un utilitario de segunda mano, y reclutar voluntades para impedir que su presidente continúe destrozando España. Sánchez rodó por el país y, después de múltiples trampas, se hizo con la Secretaría General del partido. Entonces era tan poca cosa como Page lo es ahora. Basta de charlas informativas para proclamar las maldades del independentismo feroz, incluido el de ETA, y acción y acopiar vocaciones para lograr que el PSOE vuelva a ser un partido español y como tal se comporte, no como una sucursal más del Gobierno comunista que nos está despedazando.
Los entretenimientos para la Flor Natural de Socuéllamos, pongo por caso, pero la política histórica es otra cosa más comprometida. En este momento consiste en lo siguiente: luchar con fuerzas desmedidas para expulsar a este sujeto del poder buscando las mejores alianzas, las que están en lo mismo. La Transición emuló el grito de «Todos juntos en unión», 2014 llama a la rebeldía contra el más perfecto sucesor del miserable Fernando VII que haya sufrido nunca el país. Así que al andamio, Page; más juegos florales para otra fiesta primaveral en Campo de Criptana, pongamos también como ejemplo.