Los oportunistas disfrazados

Los oportunistas disfrazados

Durante el pasado fin de semana se produjo una lamentable agresión en Barcelona. A plena luz del día, un grupo de fanáticos la emprendieron a golpes e insultos con dos personas que, pacíficamente, estaban promocionando una actividad deportiva. Todo sucedió ante los ojos de no pocas personas, y también de alguna otra cámara que grabó lo sucedido y que ha servido para poder conocer lo que aconteció. Inmediatamente después se hizo pública la condena de todos los responsables políticos tanto del Ayuntamiento de Barcelona como de la Generalitat, del Gobierno español y hasta de la Comunidad de Madrid. A partir de aquí, el esperpento, principalmente protagonizado por la musa de las ondas radiofónicas de la derecha más rancia: Carlos Herrera. En su púlpito matutino no perdió un minuto en tergiversar y manipular la información, pretendiendo así crear bandos, politizar y sumar más violencia a la ya existente.

Merece prestar atención al lamentable relato del señor Herrera, quien confunde intencionadamente las churras con las merinas, tratando de manipular a los radio-oyentes. Su versión de los hechos se empeña en señalar a los agresores del fin de semana como si fueran los mismos que «los del barrio de Gracia». ¿Qué pretende este señor haciendo tal alusión, cuando aún a día de hoy se desconocen los datos que puedan identificar a los agresores? ¿A qué viene la alusión al barrio de Gracia? Explíquenos, señor Herrera, no vaya a ser que la audiencia caiga en el terrible error de culpabilizar a quien nada tiene que ver con este lamentable altercado. Quizás se le pase por alto aclarar que la Policía ya parece haber encontrado algún indicio que apunta más bien hacia hinchas de fútbol. Nada que ver con lo que usted señalaba. Continúa la musa radiofónica faltando a la verdad, confirmando que solamente el Partido Popular ha condenado lo sucedido. Como la trola es tan burda, como es tan grosera, pasa de puntillas para reconocer que la alcaldesa -«la meona Ada Colau»- ha hecho una condena, pero muy floja según Herrera. Esto no se dice gratuitamente, pues la verdadera intención del sucesor de Losantos era pasar al siguiente nivel: preguntar por las feministas catalanas y su condena ante los hechos. Dentro de la coherencia de su línea argumental, no pierde ocasión para expresar todos los adjetivos peyorativos imaginables y terminar poniendo el broche de oro: «Están calladas como putas». Poco después, ya en las redes sociales, tiene que ir sacando la pata y reconocer que ha habido condenas, como la del Partido Socialista, pues ante la evidencia de los hechos, Herrera no tiene más remedio que ir comiéndose sus palabras.

En este esperpéntico relato pretende plantear la agresión como machista, por tratarse las víctimas de dos mujeres. Aunque la presidenta de la Comunidad de Madrid lo apuntase ante los mismos micrófonos, ésta se cuidó de ser algo más rigurosa y explicar que no era un caso de violencia de género, aunque sí daba por hecho que los agresores se aprovecharon de la «debilidad» de las mujeres que se encontraban solas. Pero este argumento le sirvió al amante del vino y los toros para montar todo su sermón en base a la supuesta defensa de las mujeres. Todo muy vehemente, muy comprometido, aunque no con la cuestión de género sino más bien con la identidad española y catalana —más bien parece que lo que le hace rasgarse las vestiduras es que las mujeres llevaban camisetas de la selección española—. Un defensor de la mujer jamás terminaría su discurso con la nefasta expresión citada —»como putas»— aludiendo al supuesto silencio de algunas mujeres.

Son este tipo de manifestaciones -las de la musa radiofónica de la derecha- las que polarizan, las que dividen, las que confrontan a la sociedad. Las que echan más leña al fuego y las que no ayudan en nada a la sana convivencia. Condenar toda violencia es lo que cualquier persona decente hace. Condenar un tipo de violencia solamente cuando interesa es lo que desenmascara a los oportunistas disfrazados. Un machista recalcitrante que no desaprovecha la oportunidad para insultarnos a quienes no pensamos como él en este país de pandereta, insultando y faltando al respeto continuo del «prójimo y las prójimas» viene a recibir unos seis millones de euros —según se señala en alguna publicación— por proferir este tipo de mensajes. Y es la Conferencia Episcopal la que de este modo pretende dar a conocer los valores de la iglesia católica. Que a su vez, por cierto, se financia con impuestos públicos. ¿Será por eso su amor a la patria?

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