Neus Truyol, ese juguete averiado
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Neus Truyol, cuya habilidad conocida es vivir de la política, a pesar de sus grandes carencias como lo demuestran sus pocas luces y nula capacidad a la hora de gestionar asuntos públicos, pontificaba recientemente a propósito del mantra de moda en la extrema izquierda: anomalía democrática, como señalamiento al adversario que no se pliega al pensamiento único totalitario de los progresistas.
La consigna es demonizar al centroderecha, apelando al principio goebbeliano de que «una mentira, repetida mil veces, se convierte en una realidad». Joseph Goebbels, padre de la idea y estratega mediático del nazismo, defendía que el acto de mentir tenía una utilidad innegable: su capacidad de influir en la sociedad y más, si ésta carece de sentido crítico.
Lo pudimos comprobar en las elecciones del 23J, calando el mensaje de la amenaza de ver llegar el fascismo representado en el pacto PP-Vox. Vaya si caló el mantra empleado a fondo por Pedro Sánchez. Independientemente de los fallos más que evidentes cometidos en campaña por el centroderecha me consta, por personas próximas ¡con formación académica!, que votaron al PSOE por el pánico que les causaban los pactos PP-Vox. Personas, debo insistir, con formación académica. Preocupante ausencia de sentido crítico.
Atendiendo al hecho de que Joseph Goebbels era un nazi, cabe suponer que lógicamente era un fascista. Pero lo curioso del caso es el hecho de que sus métodos, demoníacos, de propaganda son plenamente asumidos por toda la izquierda contemporánea; prueba irrefutable de su inmensa hipocresía y de paso encarnado como parte de su ADN capaz de sobrepasar cualquier línea roja si es necesario para retorcer torticeramente valores democráticos.
Creo conveniente reproducir textualmente lo que Neus Truyol cacareaba en días pasados: «Lo que nos preocupa y nos parece más grave es que estamos introduciendo a Vox, que es un partido antidemocrático, un partido fascista, en acuerdos de gobierno. Estamos introduciendo fascismo en el gobierno, y esto no es situación de normalidad democrática, cuando hay un pacto entre el PP y Vox». Cierro la cita. El pensamiento extremista, de toda esta tropa, parece concretarse en una alarma que carece absolutamente de argumentos.
Porque sin ir más lejos esa diarrea mental de la portavoz de Més, aliada con ERC, y en las últimas generales incorporándose a Sumar, llegaba justo a los cien días de constituirse los gobiernos en las principales instituciones en Baleares. Tiempo suficiente para comprobar hacia dónde iban los acuerdos entre PP y Vox. ¿Menciona alguno de ellos, como ejemplo de esa alarma?
Neus Truyol, que no deja de ser un juguete averiado que probablemente va a desaparecer de la escena política por completa incompetencia, en ningún momento explica con argumentos su preocupación. Es una goebbeliana en estado puro. «Nos preocupa», dice. ¿A quiénes, más allá de ella misma? Y en cuanto a lo de «partido antidemocrático y fascista», ¿qué argumentos en concreto expone? Para ella, es una «situación de anormalidad democrática» el simple hecho del pacto PP-Vox. ¿Por qué? ¿Con qué argumentos? No los explicita, sencillamente porque el método nazi goebbelaino, asumido por la extrema izquierda, consiste en simple descalificación apelando a la catarsis de la opinión pública y empleándose a fondo en eludir explicación alguna.
Es un clásico de las últimas décadas que cualquier persona que exprese sus opiniones al margen de la verdad revelada en el pensamiento único (woke), de inmediato es señalada como fascista. Este señalamiento igualmente vale para colectivos, entiéndase partidos como Vox. La extrema izquierda lleva mucho tiempo anestesiando a la opinión pública apelando a la hipnosis con la palabra mágica: ¡fascista! ¡fascista! Ha calado tanto, que el simpe hecho de pronunciarla de inmediato anula el efecto que puedan causar una idea o cualquier argumento no deseados, sencillamente porque ¡son fascistas!
De ahí la importancia de dar la batalla cultural, para contrarrestar cualquier acción orquestada por la extrema izquierda y de la progresía en general que para el caso son lo mismo. Por cierto, señoras y señores de Vox en Cort: no pidan amparo al alcalde para que no se les insulte en los plenos, porque es un gesto de debilidad ante la opinión pública. Limítense a dar la batalla sin descanso, porque a fecha de hoy sólo Vox tiene claro quién es quién en este diabólico entramado que ha encharcado la acción política.
Toda esa mierda que nos hemos comido los últimos ocho años con el Pacte de Progrés ahora se va a manifestar insistentemente, a través de las tácticas goebbelianas teatralizadas a beneficio de cualquier caladero incauto y aquí es donde juega un papel de trascendental importancia la consistencia de los pactos PP-Vox, inspirados en el interés general y la lealtad institucional.
Por cierto, desmontar aquellos chiringuitos dedicados a servir como simple correa de transmisión ideológica, también forma parte de la batalla cultural.