¡Lástima que no sea verdad tanta belleza!
Este título, claro está, es una copia exacta del que Lupercio Leonardo de Argensola colocó a un soneto cuyo segundo cuarteto hablaba así: “…Pero también que me confieses quiero/ que es tanta la beldad de su mentira,/ que en vano a competir con ella aspira/ belleza igual de rostro verdadero”. Lo ha recordado el cronista contemplando, atónito, la fotografía, el posado, entre ridículo y patético, de Pedro Sánchez parapetado tras su maletín de presidente, en el trance de fingir que está al habla con los mandatarios mundiales ocupándose de la preguerra de Ucrania. Naturalmente que si esa instantánea se hubiera difundido desde la Moncloa en tiempos del gurucillo Redondo, a él le hubiéramos atribuido tamaña estupidez, pero no: ahora se ha demostrado que el ingenio nace en el seso egocentrista, patológico, del aún presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Castejón. Ese ejercicio de fingimiento atroz tiene muchos antecedentes, pero cuento dos, reales como la vida misma, que recogen que la megalomanía de este sujeto nace con él, tan pegado a él como el cordón umbilical.
Hace años, cuando el aún jefe del Gobierno se fajaba para lograr la Secretaría General del PSOE, algunos de sus colaboradores cercanos, Margarita Robles entre ellos, le conminaron a que no abandonara la campaña en un momento en que él no estaba en la mejor disposición. Sucedió entonces que una asesora de nombre V……. (aquí suprimo el nombre entero) le animó así: “Pedro, no te retires: tú vas a ser presidente del Gobierno”. Y él, henchido como un balón de baloncesto, asumió el reto con esta predicción. “Ves, en eso tienes razón: voy a ser presidente del Gobierno. El formidable libro de Joaquín Leguina Pedro Sánchez, historia de una ambición retrata a la perfección el providencialismo ateo de un individuo sin otro perfil que el de un enfermo del poder que supedita a este menester todas sus actuaciones. Laminar a sus amigos es lo más conocido. No excluye fechoría alguna.
Queda probado que, como en el soneto de Argensola, la mentira es su razón, la base en que funda su única aspiración vital: mostrarse al mundo como el gobernante extraordinario que el Universo necesita. Y entonces: ¿en qué fase se encuentra ahora? ¿Cuál es el motivo de la grotesca foto que está estremeciendo de risas todas las redes? Se ensaya la jugada de recuperarse de aquel cómico paseíllo en el que Biden se preguntaba: “Pero, ¿y este tío quién es?”, e ir haciendo cámara preparándose para el acontecimiento político que se celebrará en España el próximo mes de junio. Ese será su momento: la cumbre de la OTAN, la organización contra la que él luchó cuando siguió a pies juntillas aquella memez de OTAN de entrada, no que luego se convirtió en un festivo: Y de salida, tampoco (Y aquí, perdóneseme una digresión: pregunten a Miguel Roca por qué el resultado de aquel referéndum cambió como por ensalmo de ‘No’ al ‘Sí’ entre las seis y a ocho de la tarde de aquel día. Esto pertenece a los secretos de estado que probablemente conocerán nuestros tataranietos allá por el año 3022 de nuestra era).
Pero volvamos al caso, como en las rimas del abofeteado por la analfabeta progresía, José María Pemán. Ahora mismo y como ha reconocido sin ambages Albares, el ministro de la cosa exterior, España está en la citada preguerra promovida por el espía Putin, mucho más con la Alianza Atlántica que con la propia Unión Europea. La razón es tan infantil y espuria como ésta: convencer a los yanquis de Biden de que nuestro Gobierno, el que aún se sienta en La Moncloa, se pirra por aparecer del brazo y por calle con el veterano de la Casa Blanca, en un movimiento que es mucho más atrevido que el que en su día protagonizó Aznar con su amigo Bush jr. Ocurre, sin embargo, que Aznar no mandó ni un solo soldado a Irak, mientras que Sánchez, arrebolado por convertirse en amigo para siempre de Biden, está dispuesto a enviar a defender a Ucrania del colonialismo asesino de Rusia, hasta la Guardia Civil si hiciera falta,
Y todo esto a pesar de que los leninistas de su Gobierno siguen anclados en el NO a la guerra que les propulsó al lugar inmerecido en el que se encuentran ahora. ¿Por qué hace esto Sánchez? Fácil, porque ni el Podemos agónico del venezolano Iglesias, ni la fantasmal plataforma de la vedette Díaz, ya no le interesan un comino. A él le importa primero Pedro, luego Sánchez, y en tercer lugar, Castejón. Lo demás es una añadidura episódica. Y si hay que mentir, se miente. Ya resulta que el procomunista Sánchez se ha mudado al proyanqui y proatlantista Sánchez. ¡Bienvenido al club, mentiroso!
Por cierto: ¿te van a reñir tus cómplices Maduro y Zapatero? Sánchez, en su furiosa conversión, propaga y propala la especie de forma más o menos clandestina, que de sus socios leninistas les separan ya brutales discrepancias, contradicciones electorales, ideológicas, organizativas y programáticas y que él es un socialdemócrata a lo Scholz enamorado del vínculo atlántico que él tanto ha venido denostado.
Es de suponer que Biden y los suyos no serán tan estúpidos como para creerse como ciertos los arrumacos actuales de Sánchez, que sabrán que no es verdad tanta belleza, que lo suyo es el entendimiento con los sanguinarios comunistas de América y, sobre todo, mantenerse en el poder gracias a la disgregación del país al que dice representar, y gracia al apoyo de los terroristas de ETA ya encamados sin disfraz alguno en Sortu. La foto del psicópata narcisista no es una ocurrencia de fin de semana para mostrarla a los amiguetes enchufados. No, es una estrategia diseñada en el intento de atribuirse el papel de garante de la civilización democrática occidental. ¡Lástima que no sea verdad tanta belleza! Ni siquiera es cierta su cara de fotoshop; es fruto de un maquillaje, por otra parte, muy grosero.