La izquierda, otra vez

La izquierda, otra vez

No sé si habrá todavía, en España, un memorial íntimo de lo que el viento se ha llevado y que pertenecía a la izquierda. Presumo está en ciernes, cocinándose lenta e inexorablemente turbio como cualquier drama. La mastodóntica verborrea, el monstruo dialéctico, el perfume de podrida esperanza. Un disfraz etéreo, pero digno de los mayores episodios: psicopatía del poder y alcance de la subvención. Y esto bajo un gobierno progresista, su asesino. Se ven costuras herrumbrosas, pana deshilachada, fatalidad del populismo. Revuelvo décadas, letras viejas.

En estilo negro, de espías nebulosos y aire helado que, entrado el siglo actual, parece soplar desde aquellos comités centrales tras el Telón de Acero. ¿Recuerdan los comunicados crípticos, traducidos en los teletipos por agregados culturales y enviados, después, a asesores duchos en signos políticos? Y las fotografías, adivinar por qué Lin Biao o Shehu habían desaparecido en las imágenes de los nuevos Politburó, en China o Albania. Un mundo fenecido, terriblemente folletinesco. Entonces, las agudas espadas, de bestia acero, se alzaron para una segunda o tercera muerte del comunismo. Sus propias víctimas yacían heladas para la eternidad. También, decíamos, las propias, que llamaron tradiciones de soslayo.

Y, por último, las acomodaticias, más nuestras, vivientes en el Mundo Libre, esperanzas de los viejos Hobsbawm, Schaff & co. Papeles para burgueses con ideas políticas. La Europa civilizada se preguntó algún tiempo, a su particular e infantil modo, qué habría visto Sartre en Stalin, millones de cadáveres bajo el manto de la estepa. Quizás fuera calentura intelectual, fascinación por los hombres recios que, rojos o blancos, dirigían,  sometían al pueblo. Todas aquellas querellas cubiertas ya de polvo. Cuentos de terror con que los intelectuales nos deleitaron. La Transición amansó las siglas PCE con el asunto de la reconciliación y el pactismo. Hasta este fin de Régimen diseñado por la serpiente Zapatero. Así, la izquierda, el monstruo desperezado, se retuerce en sus patéticos coletazos. Hay hoy, gracias al PSOE, un mechón leninista de ministrable languidez, fétidas lecturas y exultante amaneramiento.

Omito gangas y riegos dinerarios, que los ha habido y los habrá, aleluya, a manos llenas. Es la perfecta sombra del pícaro, renovado mil veces desde el Barroco, que ofrece lecciones sin tomarlas. Él, lecciones a nosotros, españoles que vimos serpentear la inquina pseudorevolucionaria en cada mala noticia, durante el plomo de los felices ochenta. Los crímenes de la ETA se han vuelto episódicos para el monstruo. Avanza ligera la cruzada del trotsquista y rico Roures (el jefe) por manejar la verdad informativa, parir una España amnésica para lo importante y excitada en los asuntos mezquinos. Memoria, ¿para qué?

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