Opinión

Igualdad con ideología y geografía variable

La izquierda se enfrenta a Isabel Díaz Ayuso, además de con insultos personales, forzando la contraposición del principio de igualdad, como máximo inspirador de su ideología, al de libertad, que es bandera de la presidenta madrileña. Pero el sanchismo ha demostrado no ser fiel ni a uno ni a otro. Después de los indultos y la ley de amnistía, las fallidas leyes feministas y de género, la sectaria memoria democrática, la reducción de la prisión efectiva de los etarras, la financiación singular o los impuestos extraordinarios, la aplicación del principio de igualdad en el régimen se asemeja al de la granja Orwelliana: «Todos somos iguales, pero unos más iguales que otros».

Y si las leyes y normas no aplican igual para todos, menos aún el reproche ético por comportamientos inapropiados que permite exigir responsabilidades políticas.

Además de una hipocresía, es simplemente estúpido insistir en exigir a Díaz Ayuso que se responsabilice de las posibles infracciones fiscales de su pareja, que nada tienen que ver con su actividad institucional, si a la vez no se le exige a Pedro Sánchez que lo haga por las trapacerías que ha hecho todo su entorno personal y profesional gracias a que él les ha puesto en el lugar donde pueden hacerlas.

Por lo visto Ayuso no puede vivir en una casa de su pareja porque resulta que, en una quinta o sexta derivada, González Amador la habría pagado con dinero defraudado a la hacienda pública. Nada que objetar, sin embargo, a que Sánchez viva en Moncloa por el pago que le hacen golpistas y malversadores condenados a cambio de su amnistía. O a que en ese mismo palacio su mujer haya concretado aparentes delitos de corrupción y tráfico de influencias. ¡Se supone que a ella también le tendrá que cambiar el colchón!

Y es que la igualdad es en el sanchismo una fina lámina dorada que sirve para cegar con su falso fulgor a los explotadores fumadores de puros que contaminan con sus lamborghinis, pero es a la vez suficientemente maleable para no tener que exigírsela a sí mismos en sus habituales comportamientos o decisiones discriminatorias.

Prácticamente desde que llegaron al poder no hay día que no sorprendan con una escandalosa posición en casi cualquier ámbito de la política o la economía, y que nos tragamos con el habitual edulcorante de su auto-condescendencia; contrastando con la actitud, más justiciera que justa, con la que desalojaron a Rajoy del Gobierno y con la que la izquierda examina el comportamiento de los demás. De ahí que la frase que de verdad sí oirían los ministros si alguna vez montaran en el metro, es la condicional, ‘¡qué es lo que harían estos torquemadas progresistas si fueran otros los que protagonizaran estos escándalos!’.

A pesar de los Koldos, los Aldamas, las Begoñas, los Ábalos, los Puigdemontnes o los Txapotes, el presidente seguirá a lo suyo, entrando y saliendo con cara de palo de sus cortinas de humo y contando, como el Capitán Tan, sus viajes a lo largo y ancho de este mundo. Que salga un whatsApp, un mail o una foto con una pistola humeante delante de un cadáver pudiera ser un problema para cualquier mortal, pero no para «el 1».

Por eso ahora toca hacer oídos sordos a cualquier ruido, obviando, incluso, el asunto Errejón (que no deja de ser otro caso de evidente desigualdad, tanto en su exhibición como en su previa ocultación) y centrarse en sacar adelante unos presupuestos que les sirvan para toda la legislatura.

Desde luego que las cartas a los Reyes Magos que ya le han escrito a Sánchez todos sus socios son objetivamente incompatibles con el derecho positivo e, incluso, con los valores superiores del ordenamiento jurídico, pero especialmente con la igualdad de todos los españoles. Pero si algo ha demostrado el sanchismo, es ser el arte de lo posible cuando se trata de hacer o imponer algo que interese al jefe y que asegure su mantenimiento en el poder, porque, en conclusión, eso es algo que conviene a todos sus miembros.

Así que estos presupuestos consagrarán definitivamente la desigualdad como principio rector del régimen; tan maleables como los relojes blandos de Dalí, se construirán en base al principio pseudo matemático de la ideología y la geografía variable, y vendrán con financiación singular para Cataluña, con contraprestaciones extemporáneas para Bildu y el PNV, con normas exentas de aplicación en determinados territorios y con impuestos discriminatorios para algunas empresas y, sobre todo, para muchos españoles. ¡Y nos pillarán, como es costumbre, con el Halloween, con el Black Friday, con las luces navideñas, con las máscaras de Carnaval y, al fin, con la astenia primaveral!