Y ganó el miedito a Vox

elecciones Vox

Se desata una fuerte tormenta. Algunos pensaban haber desayunado hoy con burbujas, mientras otros demuestran una tolerancia al fracaso y a la humillación dignos de un atleta de barra fija. Espectáculos tan antagónicos como paradójicos nos hicieron anoche transformar la pasión vehemente en una mordida de labios temblorosa. En síntesis: un discreto líder gallego, excesivamente discreto y excesivamente gallego; un monstruo sin nombre, que se jacta de ganar perdiendo; un coherente perdedor, que se reafirma en sus principios, mientras gana en mesura y madurez; y una aspirante a despertar los sentidos aletargados de Karl Marx, soñando y planchando. El resultado es una diabólica ecuación política, que, lejos de levantar España, la sume en una grave situación de incertidumbre y agresividad.

¿Quién ha ganado las elecciones? El ganador no es un partido, no es una fuerza política, ni una clara ideología predominante. El ganador es un estado afectivo: el poder fabulador del miedo. La sospecha de que el partido político que lidera Santiago Abascal pudiera gobernar ha sido entendido como un sinónimo de retroceso, de vuelta a la España de Franco. La insistencia en hacer de los candidatos a gobernar dos grupos definidos (PP/Vox frente a PSOE/Sumar), establecida intencionadamente por el grupo de izquierda, ha surtido efecto. No ayudó nada el único debate a tres bandas, en el que Abascal estuvo solo frente a los dos partidos hermanados. Es fácil juzgar la situación a toro pasado; sin embargo, algunas decisiones ya las veíamos erróneas desde su gestación. La simbiosis Feijóo/Abascal quedó sellada bajo la lejana niebla de los siglos. Una buena jugada, sólo hay que ver el resultado.

En campaña electoral hay que ser voraz. Y si Pablo Casado no fue considerado un líder adecuado en su momento, el actual no puede jugar con cartas parecidas. Más arrojo, por favor. No hay opciones reales de que el líder del PP salga investido, por mucho que ayer fingieran (casi con lágrimas en los ojos) que eran los vencedores. La pandilla de Mary Shelley ha jugado magistralmente con los miedos misteriosos, despertando un horror emocionante. El Prometeo moderno, ya saben -para los menos leídos, me refiero a Frankenstein-, puso de nuevo anoche el cetro en la mano de la gran Bestia contemporánea. A su lado, dando unos botes dantescos, gimiendo gritos de feliz agonía, aplaudiendo como focas en el desierto, su reducida corte: su mujer, jugando a adolescente más que a primera dama, Montero o la representación más radical del mal gusto, el hombre-mercancía o Santos Cerdán y la iracunda Narbona. Viéndolos, se perdía el sentido de la proporción, ¿hasta dónde se puede llegar?

Un país entero agonizando. Una resaca intensita, de las de «mejor hoy no me levanto, despertadme mañana si eso, por favor». Nada de esto tendría importancia si se anunciara, ya que se van a repetir las elecciones; pero, en ese caso, habría que hacer muchos cambios. Vamos poco a poco. De momento, hay que asumir que el verdadero movilizador del voto de la izquierda ha sido el miedo a Vox: un miedo fundado y acentuado por la izquierda con un éxito indiscutible. Ésta ha demostrado saber manejar las emociones populares con mucha más eficacia.

Lo último en Opinión

Últimas noticias