Fracasa la OPA, gana la competencia

OPA BBVA Sabadell

La OPA hostil del BBVA sobre el Sabadell se ha saldado con un estrepitoso fracaso. Sólo ha logrado la aceptación de poco más del 25% de los accionistas y de los de voto. No ha logrado apenas apoyo de los institucionales, y los pequeños accionistas también le han dado la espalda de manera mayoritaria. Es un fracaso absoluto de la entidad vasca.

La operación fue siempre un error del BBVA, que implicaba que fuese positivo que saliese adelante, pero no por los argumentos que esgrimían algunos miembros del Gobierno, que no tenían base, ni por el populismo que envolvió el anuncio de consulta pública por parte del presidente del Gobierno, sino por las características de la operación.

Hace poco más de una década, había decenas de entidades financieras en España. Tras las fusiones, los SIP de las cajas y la salida del mercado español -porque no terminaron de encontrar su nicho, de las entidades extranjeras en cuanto a banca comercial se refiere, y la resolución del Banco Popular, adquirido por el Banco de Santander por un euro, que terminó de concentrar la banca en España-, el número de entidades ha quedado reducido a una parte muy pequeña en comparación con las de hace veinte o cuarenta años.

Por un lado, es cierto que a muchas entidades les ha podido dar capacidad para crecer inorgánicamente y acometer, así, la penetración en mercados internacionales, y que se habría podido alcanzado, con la OPA, una potencial mayor sinergia de costes, como elementos positivos; pero, por otra parte, la concentración llega a cotas muy altas, donde la competencia se reduce de manera significativa, pudiendo perjudicar a los consumidores, además de que el mencionado ahorro de costes quedaba muy limitado por las condiciones impuestas por el Gobierno.

Con dicha OPA, no sólo se habría restringido aún más la competencia, sino que la habría restringido muchísimo en el segmento de pymes y autónomos, donde trabajan con tres o cuatro entidades, tienen un trato muy directo con el gestor y no pueden tener muchas más fuentes de financiación por las características de su tamaño y negocio. Todo ello, podía afectar seriamente al crédito, tanto en el acceso al mismo como en su coste pero, sobre todo, en lo primero, pues para una pyme es esencial contar en muchos casos con ágiles líneas de tesorería, pues su capacidad para negociar con los clientes y proveedores no es tanta y suele pagar antes de lo que cobra.

Tampoco era atractiva para el accionista del Sabadell, donde se intercambiaba un papel por otro, básicamente, salvo el ajuste de los dividendos, y se asumía un riesgo peor que el que tenía Sabadell, por la exposición del BBVA a los mercados de México y Turquía.

Habría constituido también un problema la potencial restricción a la competencia y el posible perjuicio que sufra un segmento tan importante en la economía española como es el de las pymes y autónomos, que representan más del 95% del tejido productivo, con lo que dicha OPA tenía más inconvenientes que elementos positivos, a mi juicio.

Los accionistas de Sabadell han decidido libremente qué les convenía. Los accionistas del BBVA, ahora, valorarán si su consejo tomó o no una decisión correcta cuando planteó la operación. Por su parte, el mercado -eso que molesta tanto a los intervencionistas- ha hablado claramente y ha condenado al fracaso la OPA hostil del BBVA sobre el Sabadell. A mi juicio, este fracaso hace que la competencia en el sector no se restrinja, elemento siempre positivo para la economía.

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