Europa renace, España fenece
Está bien que en cada campaña los partidos consideren idiota a la ciudadanía que les vota. A fin de cuentas, viven de su amplia o escasa capacidad de crítica. En esa permanente retroalimentación entre vividores -no siempre- y subsidiados -no todos-, se presentan los candidatos bajo la impoluta marca de ser la solución al problema, sea cual sea, exista o no el conflicto, sin menoscabo de que quien se presenta como garante de la solución haya sido el creador de dicho problema. No importa. El pueblo español, espectador eterno de la política, asumirá todo lo que le digan mientras no le molesten demasiado. Desde que Jovellanos dibujó el problema, Madariaga lo subrayó y Galdós hizo episodio nacional, España es una lucha permanente contra un autodestructivo destino que nunca llega, pero siempre está ahí.
Sucede que cada convocatoria electoral parece jugarse en un territorio donde los mensajes ya no provocan la movilización de antaño, ni los eslóganes surten el efecto deseado de chispa emocional o convicción inversa, esto es, votar a uno para que no gane el otro. La polarización creada y buscada ha reducido el espacio de ideas a una confrontación permanente de bloques ideológicos, donde según te alinees, eso defiendes, puro reduccionismo que favorece la llegada de líderes mesiánicos, populistas y con marcado perfil autócrata. Ya no se votan siglas como antaño, sino personas que vienen a combatir un statu quo o mantener alejados fantasmas pretéritos. Salvo España, en el resto del continente parece gustar más la primera opción, por tener un enemigo a quien enfrentar.
Empero, no estamos hodierno ante cualquier campaña ni ante cualquier elección. Lo que este domingo se ha votado determinará el futuro de un continente y su destino como laboratorio experimental extramuros. Porque los europeos han votado a varios partidos, pero sólo dos modelos. Han escuchado varios programas y mensajes, pero sólo dos agendas y proyectos. Uno lo deciden fuera de Europa, otro se juega en territorio continental. Toda continuidad o cambio, revolución o conservación, depende de entender esto.
Como prueba de lo escrito, sólo hay que observar el ya nada sutil consenso en torno a temas que vienen de fuera de Europa y que sólo se aplican a Europa. Alguien quiere cambiar el orden dispuesto y ha elegido Europa como cobaya probatoria. Ahí tenemos el patrón repetido en todos los países respecto al factor migratorio, la condescendencia respecto a la entrada de productos foráneos y las trabas impuestas a las mercancías internas, por ejemplo, españolas. O la connivencia con regímenes y causas poco afines a la esencia de Europa y sus patrones fundacionales, como el caso de los negocios que la UE y sus capitostes tienen con Marruecos.
De ahí que, mientras la verdadera ultraderecha asciende en Europa, y sin complejos asumen sus postulados, en España el monigote retórico creado por Sánchez le ha vuelto a dar réditos. Tiene a su electorado tan abducido que ni la imputación de su mujer por tráfico de influencias, ni tener a medio Gobierno y socios metido en el fango corrupto del saqueo y la malversación, influyen en el ánimo de la izquierda sumisa y domada. La anestesia crítica de este nuevo feligrés en forma de paga y subvención (votante comprado) o de odio y rencor (votante aleccionado) se ha demostrado otra vez como más poderosa que cualquier apelación a la razón, a la sensatez, a la lógica o al sentido común. Y Sánchez lo sabe. Por eso el PSOE, a pesar del resultado, ha ganado las elecciones. Y seguirá polarizando, dividiendo en bloques al país, entregando España a la Europa antieuropea y focalizando toda su gestión corrupta en una ultraderecha que sólo existe más allá de los Pirineos.
El resultado que veremos en el Parlamento Europeo dentro de pocas semanas en forma de escaños no es sino la contestación a la perversa Agenda 2030. Sólo los gerifaltes de Bruselas, las multinacionales que patrocinan el wokismo y su agenda ideológica, la izquierda patria y la socialdemocracia genovesa apoyan esa deriva. Caen en voto los verdes, los socialistas y los liberales desnortados mientras ascienden quienes han puesto la libertad de los productores y de las clases medias por encima de intereses elitistas. Europa quiere conservar sus pilares, sus esencias y su modelo de vida, sin experimentos ni agendas totalitarias, sin comunismos modernos ni socialismos antiguos. Renace desde lo nuevo mientras aquí moriremos con lo puesto, que es lo de siempre. Mientras la Europa ciudadana responde a la Europa burócrata, la España de los partidos se entrega a ella.
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