La ética de Risto consiste en beneficiarse de tramas corruptas
Consejos y lecciones vendo que para mí no tengo. Si hubiésemos optado por el refranero castizo, la anterior frase también podría servir de titular del editorial.
Cualquier persona que aspire a trabajar como creador de opinión pública ha de cumplir –por el bien de los demás y del suyo propio– con un par de requisitos: coherencia ideológica y un mínimo de ejemplaridad cívica. Estas dos virtudes son el cimiento de la credibilidad.
Risto Mejide, a tenor de la auditoría interna del BBVA, no es un individuo que derroche esta coherencia. Azote de la casta, adalid del izquierdismo, desvelador de supuestos engaños, amigo de Podemos y empleado de Jaume Roures y luego resulta que aquí lo vemos sumergido de lleno en las turbias aguas del ‘capitalismo de amiguetes’ más salvaje. Bancos, agencias de publicidad, desviación de fondos, facturas que luego no concuerdan… Tanto es así que After Share, la empresa de la que es propietario Risto al 50%, está siendo investigada por el poder judicial. No es delito menor la sentencia que barajan los tribunales: apropiación indebida. El afán de lucro, algo en sí perfectamente legítimo, ha de conducirse siempre por la senda de la ley. Así no, Risto. Así, presuntamente, no.
En cuanto al requisito de la ejemplaridad, cae de suyo cuando uno trata de erigirse como una mezcla de Sabonarola y Torquemada postmoderno. La escasa credibilidad que podría tener Risto Mejide podría verse aún más mermada cuando descubrimos que el jefe de Todo es Mentira podría dejar de ser un presunto y pasar a la condición de delincuente, cuando hable la Justicia… claro está. Afortunadamente, España es una democracia avanzada y un Estado de Derecho ejemplar. Confiamos en que la acción de la Justicia llegará hasta el final en este turbio asunto. Nosotros continuaremos desarrollando nuestro trabajo de periodistas como siempre nos gusta hacerlo; fieles a la verdad y con creciente intensidad.