ERC, socio de Sánchez, llama asesino al Ejército

ERC, socio de Sánchez, llama asesino al Ejército

Transcribo la enmienda que los independentistas de Esquerra Republicana de Cataluña, Rufián al frente, ha presentado a los Presupuestos Generales del Estado, Sección Ministerio de Defensa, Plan de Exhumación de Fosas. Reza así: “Se considera necesario que el Ejército español, responsable en buena parte de los asesinatos de republicanos que todavía están abandonados en cunetas, debe implicarse en la recuperación de estos cuerpos. En tal sentido, se plantea que financien los planes autonómicos de dichas exhumaciones”. La referencia la tiene recogida el general Dávila Álvarez en su muy leído y comentado blog pero, curiosamente, está pasando desapercibida; no parece interesar que, en pleno acoso a los ingenuos  manifiestos militares de estos días, una iniciativa tan miserable como ésta no ha haya recibido la menor audiencia. NO ha reaccionado ni la ministra de Defensa, ni el jefe del Estado Mayor de la Defensa; la primera, ya se sabe, ha descuartizado a los profesionales en la Reserva, incluso ha permitido que se les insulte como “cavernarios” y otras lindezas. Tampoco ha informado sobre si la enmienda de los separatistas cómplices de Sánchez, va a ser tenida en cuenta por su departamento y, en consecuencia, ella y todo su equipo se apresten a que el Ejército no sólo colabore en la exhumación de los cadáveres en fosas comunes sino que, además, pagará el servicio. Ni una sola palabra sobre el particular; ni la señora Robles, ni sus jefes militares de confianza

Nada sorprende en el analfabeto Rufián, ni en sus conmilitones: son revanchistas ágrafos. No quieren recordar que uno de los fundadores de su partido, el cobarde Companys, tan agasajado ahora por los independentistas rabiosos, encargó, apenas suceder a otro visionario felón, el coronel Maciá, la recluta de los muy tristemente famosos “Escamots”, una milicia cruel que, durante la proclamación del Estado catalán en octubre de 1934, se cargaron a no menos de 120 personas, muchas ellas de naturaleza civil. Ahí no quedó la cosa: al frente de las Juventudes de ERC y de sus Milicias Antifascistas, Companys llenó todos los pueblos y aún pequeñas aldeas de Cataluña de una plaga de terror, ejecutada sin miramiento alguno, ni juicio, ni gaitas; sólo con los 20.000 fusiles que había comprado para sus indeseables matarifes. Con estas armas y algunas otras, sus sicarios asesinaron, contadas están, a 8.129 personas, militantes de partidos de derechas, empresarios o sacerdotes, gran parte de los 6.866 curas, religiosos y monjas ejecutados por los que ahora Rufián y su cuadrilla de perdularios, denomina “republicanos”. En Barcelona, los seguidores de Companys mataron a 3.114 personas, 1.475 en Tarragona, 1.219 en Gerona y sólo 330 en Lérida. Muchas de estas víctimas permanecen ignoradas en lugares recónditos, quizá también en cunetas. De ellas no se van a preocupar nunca ni Rufián, ni, desde luego su cómplice Sánchez.

La insidia de Rufián y de su socio Sánchez es verdad que a nadie le causa extrañeza; es más, resulta totalmente compatible con sus actuaciones políticas, lo que sí produce un cierto estupor es la conducta que los jefes militares en activo están aplicando a los dos casos; uno, los manifiestos de los mandos en reserva, otro, muy distinto, el silencio ante la brutal acusación de “asesino” al Ejército al que ellos representan. El primero es realmente inoportuno, porque aprovecha, ¡y de qué manera!, a los leninistas y a los independentistas, incluido el PNV, que tanto están haciendo por suprimir la existencia de nuestras Fuerzas Armadas. Es no obstante la expresión en caliente del tremendo desagrado con el que los militares están contemplando la destrucción de nuestra convivencia democrática y la voladura de la España constitucional. Los manifiestos -ya digo que inconvenientes para esta sazón- nada tienen que ver con las expresiones tabernarias de quien se cree con ganas de darle su merecido a cualquier paisano, tenga este la ideología que tenga. No son comparables ambas expresiones que, por lo demás, guardan distinta consideración: los manifiestos son públicos, los desahogos absurdamente viriles, muy privados, de campa excursionista. Asistiremos, ya lo verán, al momento en que, de una forma u otra, hasta sin luz y taquígrafos, la enmienda de los soeces republicanos de Esquerra, se cumpla en toda su extensión, y este maléfico presidente del Gobierno ordenará sin posible escapatoria, que los Ejércitos acudan a ni se sabe qué cunetas, para discernir si allí se alojan todavía huesos que tengan en su periostio, en su cobertura exterior, una pegatina que diga: “Soy republicano”. De la fregona a la pala, este es para Sánchez “su” Ejército, para lo que vale “su” Ejército. Cuando esta orden se produzca -que se va a producir porque los rufianes le van a sacar a Sánchez, hablando de huesos, hasta la médula- ya estaremos en otro punto de la disolución de nuestra Monarquía parlamentaria. También, después, de la Constitución, y finalmente, de España. Aún existen merluzos que proclaman su fe en que eso nunca se vaya a producir. Pues bien, les cuento un sucedido final: algún personaje que ha acudido recientemente a visitar al Rey, me decía: “Sánchez insiste a Don Felipe en que por él no se preocupe”. Le pregunto: “Y ¿qué dice el Rey?” Respuesta: “No creo que se lo crea”.

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