EL QUILOMBO

A la caza de tuiteros de derechas

A la caza de tuiteros de derechas
Luis Balcarce

Víctor Eladio Romero Cavero, presunto cabecilla de una red de Telegram que acosaba a tuiteros de derechas con apoyo de la TV de Pablo Iglesias, fue detenido el pasado 23 de julio tras la denuncia de un ciudadano que fue hostigado por esta trama por la intolerable provocación de tener la bandera española en su balcón. Los miembros del canal TheRedBirds no se anduvieron con eufemismos: «Se llama A…, le gusta chutarse testo, lamer las botas al clero pederasta…», mientras subían fotos de la casa de sus padres en Valladolid.

El método es sencillo: identificas a usuarios de derechas, los acosas sistemáticamente y esperas que la presión social termine el trabajo. Es el mismo protocolo que seguía ETA cuando desde las páginas de Gara (¡y hasta de Interviú!) se practicaba el marcaje de periodistas desafectos para su exterminio social. ¿Te suena, Mertxe Aizpurua, el nombre de José Luis López de la Calle? ¿Y el de Miguel Ángel Blanco?

Lo increíble del caso es que Romero Cavero resultó ser nada menos que funcionario de prisiones y está muy ligado a un periodista de Canal Red y, por ende, a Pablo Iglesias. Resulta tranquilizador saber que estos escrachadores contaban con la complicidad de quien ocupó un asiento en el Consejo de Ministros y, por tanto, tuvo acceso a información privilegiada desde el mismo instante en que Sánchez lo colocó en la comisión de control del CNI.

El desenlace ha sido de justicia poética. Romero Cavero ahora suplica que se supriman sus datos personales para ocultar que era funcionario de prisiones. El mismo derecho a la intimidad que negó sistemáticamente a ciudadanos anónimos ahora lo reclama para sí mismo. La ironía alcanza su paroxismo al recordar que Romero trataba profesionalmente con miembros de ETA, mientras que en su canal de Telegram tildaban a las víctimas del terrorismo de «hijos de puta que rellenaban siluetas de tiza», acompañando semejante bajeza con la imagen de un funeral de un guardia civil. Es difícil imaginar algo más miserable.

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