Casado estuvo en presidente, Sánchez en ex presidente

Casado estuvo en presidente, Sánchez en ex presidente
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Inevitable no sentir cierto déjà vu ante un segundo debate cuando el primero, celebrado 24 horas antes, tenía mismos protagonistas y formato. En cualquier caso, el encuentro en Atresmedia ha resultado muy interesante tanto por los momentos específicos que ha aportado como porque ha permitido trazar una evolución de los cuatro principales líderes políticos en campaña.

El nerviosismo de Sánchez se consolida. Hemos visto al actual Presidente del Gobierno susceptible de principio a fin, faltón en más de una ocasión –“estos dos” para referirse a Casado y Rivera–, y que recurría sistemáticamente a frases memorizadas –“miente, usted miente”– para realizar descalificaciones ad hominem, evitando así entrar en el contenido de las propuestas de sus adversarios. Y algo inaudito: Sánchez lo leía absolutamente todo; leía en sus papeles sobre el atril las medidas que ha puesto en marcha durante estos 10 meses; y leía los principales datos de la economía española. Y se equivocó en cuestiones básicas. Por ejemplo: en el supuesto efecto alcista de la subida del Salario Mínimo Interprofesional dentro de las arcas públicas –contradiciendo así a su propio Secretario de Estado de la Seguridad Social–, en la actual cifra del déficit –no es ni el 2,2% ni el 2,6%, sino el 2,48%–o en el número de autónomos –no son 2,5 millones; son 3,2 millones–. Sus colaboradores aseguran que lo tiene todo “bien interiorizado”. Hemos visto que no es cierto. Un individuo que recurre a chuletas para desgranar sus principales acciones políticas y que ni tan siquiera de esta forma es capaz de hacerlo bien, demuestra, consideraciones ideológicas al margen, que no está capacitado para ser Presidente del Gobierno.

En cuanto a Pablo Iglesias, perseveró en el gesto moralizante y en la voz meliflua que ya apuntó durante el primer debate. Continúa su tono vital bajo y deshinchado. No deja de resultar paradójico que quien ha hecho del mesianismo, el insulto y el maniqueísmo sus principales armas políticas, ahora, en cambio, envuelto en suave piel del cordero, pretenda dar lecciones de tolerancia, urbanidad y buenas maneras mientras interpreta el papel de caballero español –con coleta, eso sí. Quizás quiera borrar la mala imagen que tiene entre amplísimos sectores del electorado y de paso no entrar en cuestiones de fondo, donde Unidas Podemos naufraga estrepitosamente. Sólo con una de las propuestas que apuntó –subir ocho puntos más la presión fiscal sobre los contribuyentes–, el colapso de la economía española será total. En fin, como siempre pura demagogia lo de Iglesias.

Albert Rivera continuó con el exitoso ‘a por todas’ que inauguró ayer. Rápido y telegénico, en varias ocasiones habló directamente a cámara para transmitir su mensaje a los televidentes. Remarcó de nuevo que busca abiertamente el acuerdo con el PP si dan los números y que nunca pactará con el PSOE. Quizás estuvo más agresivo que en la anterior jornada. Protagonizó uno de los momentos de la noche al entregarle a Sánchez un ejemplar de su tesis fraudulenta. Fue su respuesta a las previas acusaciones por parte del Presidente de ser un mentiroso.

El líder del PP, Pablo Casado, mantuvo el tono tranquilo y elegante de la anterior jornada. Llegaron a sus oídos las críticas de haberse quedado corto durante el primer debate, porque en este, sin perder la calma, fue más contundente. Pronunció algunas de las frases más ingeniosas de la noche –“usted (Sánchez) es como una muñeca rusa, con partidos como Podemos, independentistas catalanes y Bildu dentro”, “una persona (Otegi) experta en secuestros es capaz de pedir rescate a cambio de todo”, “¿Y su cita con Torra en Pedralbes qué fue entonces? ¿Una jornada de picnic?–, con otras un tanto rebuscadas –“Su Gobierno es como el aloe vera, cuanto más le investigan más propiedades le salen”–. También le soltó algún pellizco a Rivera, al tiempo que le tendió la mano, a él y también a Vox, para llegar a futuros pactos tras las elecciones. Hay algo en la manera de Casado de equilibrar la contundencia con la educación, la implicación con la distancia, que ofrece un perfil claramente presidenciable.

En conjunto, hemos visto un debate más dinámico, menos encorsetado que el primero, donde los candidatos han tenido la oportunidad de ser más ellos mismos, de interpretar mejor su propio papel. La única sombra ha sido el primer debate en TVE, que ha restado novedad –pero no interés– al encuentro de Atresmedia.

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