Cotarelo, catalán por convicción

Cotarelo, catalán por convicción

Siempre me han llamado la atención esos personajes de fuera de Cataluña que se enrolan en el soberanismo y pretenden hacerse perdonar su pecado original, es decir, su penosa condición de foráneos, a base de ser más papistas que el papa. Argentina ha sido pródiga, con sus Gabanchos y sus Carams. Personalmente, me fascinan los individuos que adoptan el secesionismo quemando, imagino, sus naves, o más bien chalupas, rajando ferozmente de sus abominados lugares de origen. Es el caso del madrileño Ramón Cotarelo, quien la semana pasada no tuvo el menor empacho en afirmar, en una entrevista en el Diario de Girona, que él “es más catalán que todos los nacidos en Cataluña” porque ha elegido para vivir la ciudad de Gerona, “que es”, dijo, “independentista de piedra picada desde el origen de los tiempos”. Ahí es nada.

Vaya usted a Madrid, o a cualquier otro lugar cuya población no padezca obsesiones identitarias —cuando menos en relación con su comunidad, empieza a haber otras— y atrévase a proclamar: “Yo soy español, más español que nadie”. Tal vez haya quien le jalee o incluso le consuele, pero lo normal, créame, es que aparten a las criaturas. En Cataluña, en cambio, se puede venir de fuera y señalar a quién es catalán y quién no lo es. Yo misma, por ejemplo, nacida en Sants, criada en una familia catalana pata negra, con una abuela que apenas hablaba castellano y que salpicaba sus conversaciones con “baixa, Manel” o “si estàs contenta, passa´t la mà pel ventre” —preferiría no tener que traducirlo—, expresiones absolutamente ajenas al universo mental de un Cotarelo criado en una loseta de chotis, sería merecedora de excomunión o destierro.

Tal majadería no sólo no estaría mal vista, sino que sería aplaudida por más de un tractoriano. Mas qué cambalache es este mundo. Al poco de que se divulgaran las palabras de Cotarelo —una vuelta de tuerca, en cierto modo, a los estándares pujolistas—, éste acudía a Tarragona invitado por el CDR local para dar una charla sobre el monotema. Ocurrió, no obstante, que los organizadores cometieron la imprudencia de alojarlo en un hostal del montón. ¡A él, catalán por convicción! Y claro, al hombre se lo llevaron los demonios. Toda la vida queriendo ser intelectual de cabecera de lo que se terciara, aunque fuera de un movimiento supremacista, y lo meten en una habitación sin wifi ni mesa de trabajo, en una suerte de cubículo con camastro que, al decir del propio politólogo, “no reunía las condiciones mínimas exigibles”. ¿Cómo es posible algo así, sabiendo lo pródiga que es la teta nacionalista, la casta extractiva más escandalosa del planeta? Ah, pero la solución aún fue peor.

El comité de bienvenida quiso desfacer el entuerto invitando a cenar a Cotarelo y éste, que se había venido muy arriba, les infligió el peor castigo imaginable. Les llamó, en efecto, españoles. “¿Para qué querrá esta gente independizarse de España si actúa de forma típicamente hispánica?”. En la última acometida de este ‘independentistas en el barro’, el CDR tarraconense ha acusado a Cotarelo de airear lo sucedido de forma “pomposa, pretenciosa y demagógica” y de exhibir “el racismo más apestoso de la izquierda clasista” —si bien sospecho, por una cuestión familiaridad semántica, que ese sintagma también equivale a ‘española’—. Pobre Cataluña y pobre España. El dinero público es una bendición y una maldición. Seguimos empantanados en discusiones que dejaron de tener sentido hace 100 años y que, ahora que Las Hurdes es un destino turístico de lo más cosmopolita, claman al cielo.

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