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Durante décadas, los árboles se han considerado pilares fundamentales en la lucha contra el cambio climático. Su capacidad para absorber dióxido de carbono y liberar oxígeno los convirtió en auténticos sumideros naturales de carbono. Sin embargo, un estudio reciente ha demostrado que la relación entre los árboles y el efecto invernadero podría tener un matiz inesperado.
El análisis, llevado a cabo por científicos de la Universidad de Yale, revela que los árboles no son estructuras pasivas ni homogéneas. En su interior habita una comunidad microbiana diversa y activa que influye directamente en el intercambio de gases con la atmósfera. Estas conclusiones redefinen así el modo en que la ciencia entiende su contribución al equilibrio climático global.
¿Por qué afirman que algunos árboles contribuyen al efecto invernadero?
El estudio, publicado en la revista Nature, ha sido liderado por Jonathan Gewirtzman y Wyatt Arnold, investigadores de la Universidad de Yale. Los científicos analizaron 150 árboles vivos pertenecientes a 16 especies diferentes del noreste de Estados Unidos. El resultado fue sorprendente: cada árbol alberga aproximadamente un billón de bacterias en su tejido leñoso.
Hasta ahora, las investigaciones sobre árboles se habían centrado principalmente en sus raíces, hojas o cortezas. Pero este trabajo se adentró en el corazón de los troncos. Los expertos hallaron que las bacterias se distribuyen de forma distinta entre el duramen (la parte central y más antigua) y la albura (la capa más externa y activa).
Mientras en el duramen predominan microbios anaeróbicos, capaces de vivir sin oxígeno, la albura está poblada por bacterias que sí lo necesitan. Lo más relevante es que algunas de esas bacterias anaeróbicas producen metano, un gas con un potente efecto invernadero.
En palabras de Gewirtzman, lo que encontraron «se parece más a un humedal que a cualquier otro ambiente del bosque». Es decir, los troncos no son estructuras muertas, sino ecosistemas vivos y dinámicos.
Cómo se descubrió la emisión de gases en los árboles
Para identificar la actividad microbiana, los investigadores perforaron los troncos y extrajeron núcleos de madera. Posteriormente, midieron las emisiones de gases y analizaron el ADN bacteriano. Este procedimiento permitió elaborar un mapa del microbioma interno de los árboles y observar diferencias notables entre especies.
Los resultados mostraron que ciertas comunidades bacterianas en el interior de los árboles liberan pequeñas cantidades de metano, que como se mencionó previamente, es un gas de efecto invernadero con una capacidad de retención de calor superior a la del dióxido de carbono.
Aunque la cantidad emitida por cada árbol es mínima, el hallazgo tiene gran relevancia porque obliga a revisar los modelos climáticos actuales.
Según explicó el ingeniero ambiental Wyatt Arnold, «las comunidades microbianas varían entre especies y se mantienen estables con el tiempo. Es posible que hayan coevolucionado con los propios árboles». Esto implica que cada tipo de árbol podría tener un impacto distinto sobre el balance de gases del planeta.
Lo que cambia en la comprensión del efecto invernadero tras este hallazgo
El descubrimiento altera la forma tradicional de entender el papel de los bosques frente al cambio climático. Hasta ahora, se consideraba que los árboles actuaban únicamente como sumideros de carbono, pero si algunos también liberan metano, la ecuación cambia.
Aunque su contribución al calentamiento global sería reducida, el hallazgo demuestra que el efecto invernadero es un fenómeno más complejo y multidimensional de lo que se creía.
El profesor Mark Bradford, coautor del estudio, señaló que «existen hábitats vastos y comunes, como los árboles vivos, que aún no han sido explorados en profundidad». Comprender esos ecosistemas internos permitirá anticipar cómo responderán los bosques a las variaciones de temperatura y humedad provocadas por el cambio climático.
El trabajo también sugiere que estas bacterias podrían tener funciones beneficiosas. Algunas podrían favorecer el crecimiento del árbol o mejorar su resistencia frente a enfermedades, lo que añade una nueva capa de complejidad a la relación entre microorganismos y vegetación.
Implicaciones para el futuro de los bosques
La microbióloga Sharon Lafferty Doty, de la Universidad de Washington, advirtió que los productos agrícolas y los contaminantes modernos podrían alterar los microbiomas naturales de los árboles.
Dicho esto, cuidar ese equilibrio invisible sería clave para preservar la salud forestal y reducir emisiones a largo plazo.
Así, la investigación abordada abre un campo inédito en la biología vegetal. Comprender cómo los microbios internos interactúan con los árboles podría servir para diseñar estrategias de manejo forestal más sostenibles, o incluso para aprovechar esas comunidades en biotecnología.