Así es como los dueños de Moët y Taittinger cambiaron el rumbo de la Segunda Guerra Mundial

Moët & Chandon y Taittinger se encuentran entre las marcas más conocidas de champán del mundo. Pero lo que no es tan conocido es el papel que desempeñaron durante la Segunda Guerra Mundial. Estos productores de la región francesa de Champagne ayudaron a cambiar el rumbo de la guerra.

El interés alemán por el consumo de champagne

Los alemanes veían el consumo de champagne como una forma de hacer alarde de sus victorias. Muchos de los oficiales nazis eran aficionados al vino y lo coleccionaban, Hermann Göring, comandante militar, y Joseph Goebbels, ministro de propaganda, eran coleccionistas reconocidos de vinos.

Hitler no bebía, pero eso no le impidió acumular más de medio millón de botellas como trofeo, para colocar en su fortaleza Eagle´s Nest en Alemania.

Alemania controla la fabricación de champagne en Francia

Todos los sótanos franceses fueron saqueados y los soldados alemanes exigían las mejores botellas de la casa. En las primeras semanas de la ocupación alemana, los soldados robaron más de 2 millones de botellas de la región de Champagne.

Para controlar el caos y agilizar la transferencia de la bebida de Francia a Alemania, los nazis nombraron a los llamados ‘weinfuhrers’, que fueron distribuidos en diversas regiones.

El hombre puesto a cargo en Champagne fue Otto Klaebisch, un oficial que había nacido en Cognac, Francia. Su familia había estado en ventas de brandy hasta después de la Primera Guerra Mundial, cuando su negocio fue confiscado por Francia y tuvo que regresar a Alemania.

Antes de empezar la Segunda Guerra Mundial, Klaebisch había estado dirigiendo un negocio de vinificación e importación en Alemania, y ya era familiar para muchos productores de Champagne.

Klaebisch exigía 400.000 botellas por semana para Alemania, una carga que resultaba imposible cumplir.

Particulares formas de resistencia francesa

Las casas fabricantes se unieron y formaron el “Comité Interprofessionnel du vin de Champagne”, que representaba los intereses de la región. Al frente de esta organización, estaba el conde Robert-Jean de Vogué y el jefe de Moët & Chandon, los más respetados en el negocio.

Los enólogos hallaron maneras de esconder sus producciones, escondiéndolas detrás de paredes secretas en sus bodegas. También decidieron etiquetar mal a las botellas, poniéndoles la etiqueta “veneno” a la mayoría de ellas.

Todos los residentes de la zona también habían tomado formas activas de resistencia. Escondieron armas y soldados aliados en sus sótanos, además de judíos fugitivos que se refugiaron allí.

Los enólogos de la región de Champagne también demostraron ser una valiosa fuente de inteligencia. La Resistencia había discernido que las principales ofensivas alemanas estaban precedidas por grandes órdenes de bebida.

Uno de los pedidos alemanes fue que se preparara una producción especialmente corchada y empacada para ser enviadas a un país de temperaturas altas. Los franceses pasaron esta información a la inteligencia británica, justo antes de que comenzara la campaña nazi en Egipto.

Una curiosidad poco conocida es que la guerra en Europa terminó oficialmente en Champagne.

El general Dwight Eisenhower tenía su cuartel general en Reims, y fue allí el 27 de mayo de 1945 en donde los alemanes firmaron los documentos de rendición.

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