El juicio del 1-O entra en la dinámica inequívoca del ‘sálvese quien pueda’
Anulada la posibilidad de que los testigos conviertan sus declaraciones en alegatos políticos la causa bebe de las aportaciones de los Mossos de la BRIMO que confirman, por momentos, la tesis de la violencia que sostiene la Fiscalía.
«¡Trapero está loco, ha perdido la chaveta, saca a la BRIMO de aquí!», espetó un prepotente y altanero Jordi Sànchez, ex líder de la ANC, al intendente al frente de los antidisturbios de Mossos, en el exterior de la Consejería de Economía, el 20-S. Era la primera vez que ambos interlocutaban. Y Sànchez «exigió» al mando de los efectivos de orden público de la policía autonómica que retirara a su unidad:»Me dijo que iba a llamar al presidente, al consejero y que me iba a largar. Que en breve recibirá Trapero una llamada y nos iremos. Mi respuesta es que puede llamar al papa de Roma, que si no me da la orden mi superior, yo llego a la Consellería».
Reinaba «la confusión total». Òrdenes cruzadas y contradictorias desde el centro de mando (CECOR), un supuesto compromiso de los voluntarios capitaneados por Sànchez, y algo menos por Cuixart, para confeccionar un cordón que se desvaneció cuando el intendente y su equipo intentaron atravesarlo y la lluvia de objetos, entre otros botellas rellenas de líquido, que acabaron impactando en ‘la nostra policía’. Cierto era que el pasillo civil nunca tuvo la misión de reemplazar el que debían conformar los Mossos -para encapsular, primero a los detenidos que debían estar presentes en los registros y más tarde garantizar la salida segura de la comitiva judicial que hacía su trabajo en el interior del edificio-.
Las declaraciones de los testigos benefician a los intereses de los abogados que les citan pero no siempre al resto. Melero, defensa del exconsejero de Interior, Forn, ha sido hoy el paradigma.
El intendente se lamenta por no haber podido cumplir las órdenes recibidas, pero nunca se planteó pedir refuerzos porque «el riesgo que hubiera causado a la ciudadanía no se podía asumir».»Ni que hubiera venido el séptimo de caballería» habría él ordenado a sus agentes cruzar entre la densa multitud que se agolpaba frente a la Consejería. Se corría el riesgo real de provocar una estampida cuando el propio Sànchez, cumplida la pantomima de la desconvocatoria de aquel ‘tablao’ desde donde llamó a la multitud a la calma, parafraseando a Xavier Trías, dijo que ya no era responsable de la gente que se quedaba.
En ese momento, cuando la secretaria judicial ya había sido evacuada, saltando por los tejados, quedaron entre 2.000 y 4.000 personas, algunas de las cuales lanzaron latas de cerveza a los agentes. Hasta tal punto ‘apretaban’ los todavía concentrados que el propio intendente se vio obligado a coger un megáfono y decirles que no eran guardias civiles. Poco después, en torno a la 1 de la mañana, finalmente le ordenaron hacer uso de la fuerza, ha explicado.
La declaración del intendente no deja a Jordi Sànchez en muy buen lugar. Su comportamiento que -según describe el testigo citado por la defensa del entonces consejero de Interior, Joaquim Forn- cambió «completamente» en un segundo encuentro, cuando la actitud inicial viró hacia un tono «más correcto y conciliador» donde el líder de la ANC le ofreció «ayuda y colaboración» para «cambiar los ánimos de los ciudadanos» mientras él y su equipo trataban de llegar hasta la puerta principal del edificio de la Generalitat.
Jordi Sánchez exigió al intendente al mando de los antidisturbios de los Mossos que «se largaran», el 20-S, de la Consejería de Economía
Lo que provocó dicho cambio ha quedado en el limbo, pero sólo pudo deberse a tres motivos: que la llamada de Sànchez no se produjo nunca y todo era un órdago lanzado para ganar algo de tiempo, o de protagonismo; que la llamada se efectuó pero no recibió contestación alguna; o que la recibió en un sentido muy diferente del que el líder separatista presuponía antes de marcar a su interlocutor. Sea como fuere lo cierto es que Sànchez se veía legitimado, fuerte y contaba con la profunda convicción de que más altas instancias, políticas y policiales, amparaban lo que allí pasó.
La estrategia de Melero, tratando de desvincular al Cuerpo de los Mossos, políticamente al mando de su defendido, Forn, de los desmanes y presiones de las entidades ‘cívicas’ al frente de aquella concentración ha surtido efecto. Claro está, arrasando por el camino al resto de los acusados, al menos a los dos interesados en el día de autos, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, a quienes lejos de presentar como seres de luz ha implicado de forma abierta en la estrategia de violencia ‘pacífica’ que el separatismo intenta acreditar viable, más allá del oxímoron. El juicio al ‘procés’ ha entrado en la dinámica inequívoca del sálvese quien pueda.
[Nota al margen. Muy pacífica la situación no sería aquel 20-S en la Consejería de Economía cuando semejante despliegue y procesión de efectivos de los Mossos durante todo el día ya hasta altas horas de la madrugada (mediación, seguridad ciudadana, antidisturbios de BRIMO y ARRO, escoltas, …) no consiguió la salida normalizada de la comitiva judicial en su conjunto, vehículos policiales incluidos].
El valor relativo de las declaraciones de los testigos, aparentemente inconexas, que Marchena atesora en su ordenador, empiezan a tomar forma en su conjunto.
El ‘pacifismo’ de Trías
El exalcalde de Barcelona, Xavier Trias, no ha aportado gran cosa. Descartada la posibilidad de que los testigos políticos aprovechen el desarrollo de las vistas para hacer alegatos pro causa separatista, Trías ha quedado descafeinado y reducido a la alabanza insulsa del pacifismo de los manifestantes concentrados, el 20-S, frente a la Consejería de Economía.
[«Responda exactamente a las preguntas que le formula su letrada, por favor. Ha sido usted citado como testigo, evite hacer valoraciones o apreciaciones que tengan que ver con derechos y valores que todos compartimos», interrumpe Marchena el alegato del segundo testigo de la tarde, Pere Miralles, un socio de la ANC- bombero de la Generalitat, formado en seguridad privada y especialista en materia de prevención y seguridad pública- que participó en la organización de la polémica concentración del 20-S frente a la Consejería de Economía]
Marchena ha interrumpido, una jornada más, cualquier intento de interrogatorio dirigido al alegato político y la reivindicación separatista de los testigos citados por las defensas
Las concentraciones convocadas en Cataluña por los independentistas, en general, y por los dirigentes del ‘procés’, en particular, han discurrido según Trías, siempre desde la preocupación de sus dirigentes porque ningún asistente «hiciese ninguna tontería». Propuesto como testigo por las defensas en el juicio del ‘procés’, Trías ha explicado que el 20 de septiembre de 2017 acudió a la sede de la CUP, tras enterarse de que la Policía Nacional había entrado en la misma sin mandamiento judicial, para a continuación desplazarse hasta la Consejería de Economía, que estaba siendo registrada por la Guardia Civil en calidad de comitiva judicial.
Ya en la sede de la Generalitat pudo llegar «tranquilamente», indica, hasta la puerta principal, a través del cordón de voluntarios y observar a la gente que se encontraba en una actitud pacífica y de «reivindicación nacional», como ha constatado en las numerosas protestas de este tipo a las que él ha asistido a lo largo de los últimos años. Una actitud que, a su juicio, tiene que ver con los llamamientos que los dirigentes hacen continuamente para que los manifestantes vayan con cuidado. No ha concretado si de terceros o respecto de sí mismos…