TRIBUNALES

El hombre al que piden 4 años por golpear el coche de Sánchez: «Sólo pedí que defendiera las fronteras»

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El ceutí Jesús Serrán se enfrenta a cuatro años de cárcel por, según la Fiscalía, golpear los coches oficiales del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, durante su visita a la ciudad autónoma el pasado mes de mayo en plena crisis fronteriza con Marruecos tras la invasión migratoria. El pasado martes se celebró el juicio. OKDIARIO ha entrevistado en exclusiva al acusado, quien admite que, como cientos de ciudadanos de Ceuta, se manifestó para «defender nuestras fronteras», porque se sintieron desamparados ante la inacción del Ejecutivo.

El acusado afirma que no propinó una patada al vehículo oficial y, para demostrarlo, aporta a este periódico un vídeo del momento en el que se produjo la llegada del presidente Sánchez. Efectivamente, en esas imágenes –que han sido presentadas ante el juez durante la vista oral– no se aprecia a Jesús Serrán patear el vehículo oficial durante la protesta contra los miembros del Gobierno.

«Yo sólo me acerqué y escupí en el suelo repudiándole, para que se sienta como nos sentimos nosotros», asegura. Pese a ello, el Ministerio Público –cuya máxima dirigente es la ex ministra socialista Dolores Delgado– le atribuye dos presuntos delitos de resistencia y desobediencia grave a la autoridad y de daños por los que también reclama que el procesado sea condenado a pagar una multa de 24 meses a razón de 12 euros diarios y 252,3 en concepto de responsabilidad civil por los daños causados en un vehículo policial.

El Ministerio Público sostiene que el acusado, con antecedentes por resistencia, formaba parte de un grupo integrado por aproximadamente medio centenar de personas que, el 18 de mayo a primera hora de la tarde, se concentró ante el helipuerto para increpar a Sánchez y Marlaska. A la salida de ambos políticos, «con ánimo de infringir el principio de autoridad y de menoscabar bienes de uso público», desoyó «reiteradamente» las órdenes de los agentes y rebasó el cordón policial desplegado para evitar el acercamiento de los allí congregados a las autoridades, «propinando golpes y patadas a la parte delantera izquierda y ventanilla del vehículo oficial camuflado en el que viajaban los escoltas» del presidente y el ministro, reza el escrito. «¡Pero en las imágenes se ve que no había ningún cordón policial!», exclama con indignación el entrevistado.

«¡Fuera de aquí!»

Este ciudadano asegura que varios ceutíes se organizaron para concentrase en el helipuerto de la ciudad para abuchear al presidente y al ministro del Interior porque «era un caos lo que estaba pasando». Añade: «Nosotros sólo le gritamos: «Fuera de aquí». Porque los invasores eran ellos. No tienen que venir a una ciudad que no han defendido desde el principio. Queríamos presionarle para que se percaten de lo que están haciendo y lo que estamos viviendo los ciudadanos de Ceuta».

España vivió una crisis migratoria sin precedentes con Marruecos tras la acogida del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en Logroño. Éste está reclamado por la Audiencia Nacional por un delito de genocidio, torturas y lesa humanidad. Sin embargo, el Gobierno de Sánchez montó un operativo secreto para eludir la acción de la Justicia y por el cual está imputada la ex ministra de Exteriores Arancha González Laya.

Por su parte, Marruecos abrió las fronteras de Ceuta y Melilla permitiendo que más de 10.000 marroquíes ilegales invadieran las ciudades autónomas. El presidente del Gobierno se desplazó días después hasta Ceuta y allí percibió el malestar de los españoles. El entrevistado manifiesta que por esta mala gestión «ahora nos han cerrado la frontera y mucha gente ha dejado de trabajar, porque la frontera da de comer a Ceuta».

Indignado por la deriva del procedimiento, Jesús Serrán confiesa que no ve justo la petición de la Fiscalía de cuatros años de cárcel «como si fuese un delincuente», añade. «Sólo fui a defender mis fronteras y a decirle al Gobierno lo que estamos pasando, pero ya no quieren ni que hablemos», concluye.

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