Fracaso de la fusión

Sabadell no será otro Banco Popular: el mercado no duda de su viabilidad sin el BBVA

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Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

El viernes por la mañana, tras anunciarse la ruptura de la fusión de Banco Sabadell con BBVA, muchos accionistas del primero apretaban los dientes temiéndose un descalabro antológico. Sin embargo, la caída, aunque fuerte, no era exagerada: del 18%. Y al final de la sesión, se redujo al 12,94% y el precio quedó por encima de sonde se encontraba antes de que las conversaciones se hicieran oficiales. ¿Por qué no fue peor? La respuesta es porque el mercado cree que Sabadell no es  otro Banco Popular (que tuvo que ser intervenido en 2017 y se vendió a Santander por un euro). Puede sobrevivir en solitario, al menos de momento.

El posible fracaso de las negociaciones preocupaba mucho a los propios supervisores, que temían una espiral de desconfianza y caídas bursátiles que, en último extremo, pudiera hacer que el banco catalán siguiera los pasos de Popular. Pero en el mercado hay tranquilidad, al menos de momento: aunque nadie niega que Sabadell tiene problemas y que, probablemente, tenga que acabar fusionándose, no tiene un agujero como el que presentaba la entidad resuelta en 2017.

«Por mucho que suba la morosidad por culpa del covid, Sabadell parte de una tasa del 3,8%. Popular, en cambio, tenía una morosidad real del 30%, aunque no estuviera reconocida. El mercado lo sabía y por eso entendió que, si no se vendía, estaba condenado. Por el contrario, ahora considera a Sabadell un banco con problemas pero viable», señala un analista especializado en el sector.

En los últimos meses de vida de Popular (fue resuelto el 7 de junio de 2017), su acción sufrió un constante desplome debido a esa mala percepción de los inversores. Desplome que se agravó cuando su presidente, Emilio Saracho, anunció que el banco tenía que ampliar capital o venderse, se aceleró cuando se conoció que se había organizado una subasta pero nadie pujó por él, y terminó con su hundimiento cuando algunas autoridades europeas reconocieron que estaba bajo vigilancia para una posible resolución.

La caída en bolsa, junto a las rebajas de rating, y todas estas noticias acabaron provocando una fuga de depósitos por la desconfianza de los clientes que lo dejó sin liquidez y fue lo que acabó matando a Popular. En el caso actual de Sabadell, estamos muy lejos de vivir nada parecido.

Oliu evita la interpretación más negativa

«Había cierto temor por si el mercado interpretaba que la retirada de BBVA se debía a que lo que había visto en la due diligence (examen en profundidad de las cuentas) le hacía huir de Sabadell. La gente pensaría qué habrán visto estos para salir corriendo, y todo el mundo vendería en bolsa», señala otra fuente del mercado.

Sin embargo, Josep Oliu, presidente de Sabadell, se ha anticipado para evitar esa interpretación. En vez de esperar al final de la due diligence, prevista para las primeras semanas de diciembre, y a la vista de que un acuerdo era imposible, ha preferido acelerar la ruptura para que nadie pueda decir que BBVA se ha asustado al ver las tripas del banco. Y eso ha servido para amortiguar la caída del valor.

Y ahora, ¿qué?

La cuestión es qué va a hacer ahora Sabadell para aguantar en solitario en este entorno de tipos negativos y de aumento de la morosidad por la crisis económica. De momento, ayer anunció nuevas reducciones de empleos y oficinas, y que analiza la venta de su mayor quebradero de cabeza, el británico TSB.

Pero si la negativa situación actual se prolonga mucho, es casi imposible que continúe en solitario a medio plazo. De hecho, en verano contrató a Goldman Sachs para que analizara sus opciones para una operación corporativa. La que habría tenido más encaje era la fusión con CaixaBank, pero esta entidad prefirió lanzarse a por Bankia, como es sabido. La operación con BBVA era mucho más antinatural, como ha quedado claro con la ruptura. Solo queda Santander como banco con tamaño suficiente en España (una fusión transnacional es impensable hoy por hoy) para absorberle, pero no está por la labor: bastante tiene con la digestión de Popular.

Pero Oliu tiene otras opciones, como una operación con alguien más pequeño. Podría retomar las conversaciones con Kutxabank ya sin BBVA; y quién sabe si, tras esa operación, BBVA estaría más dispuesta a ceder en una fusión a tres bandas. Algo en lo que puede influir mucho la deriva del caso Villarejo. Y hay otras entidades aparte de Kutxabank, como Ibercaja, Abanca o incluso la resultante del matrimonio Unicaja-Liberbank, si es que al final se cierra la operación.

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