OpenAI tendrá ánimo de lucro pese a que los inversores alertan de una burbuja similar a la ‘puntocom’
Revolución en la inteligencia artificial. Esta semana, el consorcio que lidera su desarrollo, OpenAI, ha anunciado su transformación en una empresa con ánimo de lucro con un valor aproximado de 150.000 millones de dólares. OpenAI quiere aprovechar la fiebre inversora en el sector, pese a que cada vez más expertos alertan de que se está convirtiendo en una burbuja similar a la de las puntocom en el año 2000.
El fabricante del popular ChatGPT nació como una fundación sin ánimo de lucro en 2015 para un desarrollo «colaborativo» de la inteligencia artificial del que se pudiera beneficiar todo el mundo, tanto empresas como particulares. De hecho, se enorgullecía de ese modelo para poder conseguir su objetivo de una «inteligencia digital avanzada» sin estar constreñida por la necesidad de generar una rentabilidad financiera para los inversores.
Esta semana todo eso ha pasado a mejor vida con la decisión de cambiar su estructura, donde la fundación se integrará en una pequeña subsidiaria con ánimo de lucro que ya existía pero que apenas tenía actividad hasta ahora. Es decir, se transformará en una empresa como otra cualquiera que buscará el beneficio y la rentabilidad, si bien mantendrá ciertas actividades altruistas.
En la citada filial habían entrado varios fondos de capital riesgo y sus inversiones de 6.500 millones de dólares valoraban el 100% de OpenAI en unos 150.000 millones. Con el cambio de modelo, el consejo de la compañía también entregará a su consejero delegado, el conocido Sam Altman, una participación del 7%, lo que supone 10.500 millones con la citada valoración. De esta forma, Altman entrará en la lista Forbes de los más ricos del mundo.
Curiosamente, Altman había rechazado hasta ahora recibir acciones de Open AI porque le «encantaba» lo que hacía y eso era suficiente retribución. Parece ser que ha cambiado de opinión al ver la cifra de los 10.500 millones.
Esta decisión también ha tenido un peaje: esta semana, tres líderes del proyecto lo han abandonado: Mira Murati (directora de tecnología), Bob McGrew (chief revenue officer), and y el vicepresidente de investigación, Barret Zoph. Se extiende el temor a que a partir de ahora se priorice el beneficio sobre la seguridad del proyecto y ya sólo quedan dos de los 11 fundadores.
Aparte de para enriquecer a Altman -que fue expulsado de OpenAI y repescado una semana después en noviembre del año pasado-, la transformación del consorcio pretende acceder a nueva financiación, ya que los inversores buscan un retorno (como es lógico) y no podrían obtenerlo con una fundación sin ánimo de lucro.
Sobreexcitación
Y lo hace ahora cuando la excitación del mercado por invertir en inteligencia artificial está en máximos: las tecnológicas son las principales responsables de que Wall Street esté marcando máximo histórico tras máximo histórico. Es lo que en el mercado se conoce como FOMO (Fear of Missing Out), es decir, miedo a llegar tarde y perderse la subida.
Precisamente, este hype está provocando llamadas a la prudencia por parte de cada vez más inversores y analistas, que consideran que ya hay una burbuja de la inteligencia artificial a la que se va a sumar OpenAI. Es el caso del fondo español Acurio Ventures (antiguo All Iron), cuyo fundador, Ander Michelena, opina que «la inteligencia artificial ha llegado al pico de sobreexcitación, como pasó con la burbuja puntocom».
«Ahora viene la caída de las valoraciones porque esto no se va a desarrollar en dos años, sino a medio plazo. Pasaremos de la euforia a la depresión y después sí llegarán los modelos exitosos que triunfarán, como pasó con Internet y con todos los avances tecnológicos», añade Michelena.
Para ilustrar esta tesis, recuerda que ChatGPT sólo genera ingresos de 200 millones y que, si se suman todas las compañías con modelos directos de inteligencia artificial, no suman más de 1.000 millones. Una cifra que no justifica ni de lejos las valoraciones actuales.