Batalla épica en Barcelona (4-6, 7-6, 7-5)

Nadal es indestructible: tumba a Tsitsipas y se lleva su duodécimo Godó

Rafael Nadal se proclamó vencedor del Trofeo Conde de Godó, después de superar en la gran final a Stefanos Tsitsipas (6-4, 6-7, 7-5). El tenista español supo sufrir y desgastó a su rival, que venía de imponerse en el Masters 1000 de Montecarlo

Nadal
Nadal celebra una victoria en el Godó. (AFP)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

Rafael Nadal vuelve a poner el sello en su torneo, en el que se juega en su club y cuya pista central lleva su nombre, el del rey de la tierra batida. El Trofeo Conde de Godó va a parar por duodécima vez en la historia a las manos del mejor jugador de la historia de la superficie, un Nadal que se enfrentaba ante un desafío mayúsculo en la final del ATP 500 de Barcelona y triunfó, tumbando (6-4, 6-7, 7-5) a un Stefanos Tsitsipas ante el que necesitaba una sana venganza tras lo sucedido en el Open de Australia. Durante tres horas y media, Nadal y Tsitsipas pelearon por cada pelota, en un duelo digno del rey y su posible sucesor en lo más alto de las pistas de arcilla de la ATP, y el veterano acabó llevándose el gato al agua para delirio del público que abarrotó las gradas del RCT Barcelona.

Nadal, que remó a contracorriente durante todo el partido, supo sufrir, sabiéndose inferior en los tramos de mayor inspiración de su rival, y acabar reduciendo el juego de Tsitsipas a mínimos en los puntos de inflexión del tercer set, después de dos vibrantes parciales predecesores. La batalla moral, la que le costó la derrota en el Open de Australia ante Stefanos, fue el principal argumento de una victoria espectacular que le devuelve a las mieles del triunfo en un torneo, algo que no saboreaba desde el pasado septiembre, en Roland Garros. Los golpes sufridos sólo le valieron a Rafa para hacerse más fuerte, y una vez ahí, la sed de victoria llevo, por duodécima vez, a la gloria a Nadal en el Godó.

Tsitsipas llegaba a la final como el hombre de moda en el circuito. Su papel en el Open de Australia, donde tras remontar dos sets a Nadal cayó en semifinales ante Medvedev, se vio eclipsado por el rendimiento en el Masters 1000 de Montecarlo, donde levantó el título con una superioridad notable sobre sus rivales. El camino en el Godó daba las mismas pistas. Stefanos era un hueso durísimo para Nadal, que eso sí, ya sabía lo que era ganarle una final al griego.

Repleto de confianza, Tsitsipas comenzó meteórico el partido, llevando a Nadal hasta la zona de los jueces de línea y pegando todo lo que veía, ya fuera en carrera o parado. El griego, también beneficiado por los fallos de su rival, aún carburando sobre la pista, se adelantaba con un break que dejaba constancia de su nivel actual. Un quiebre que no iba a amedrentar a Nadal, sabedor de la inferioridad a la que debía hacer frente, y que no se iba a tumbar cuando Tsitsipas estuvo a punto de sumar un segundo break. Rafa se levantaba a la espera de lo mejor.

Nadal comienza mandando

Consciente de sus posibilidades, Nadal comenzó a intercambiar alturas, sabedor de que Tsitsipas no se podía adelantar a todas, al menos con éxito. La receta estaba clara, y no era otra que buscar los fallos de Stefanos para que estos quebraran su moral intacta. Sin llegar a su mejor nivel tenístico, Rafa conseguía su primer objetivo y celebraba el regreso de las tablas al partido, de la mano de un público numeroso, posicionado de forma segura, y que acompañaba en la labor de devolver el tenis a la –nueva– normalidad.

Rafa había acelerado y la presión pasaba al lado de Tsitsipas. El heleno, sobresaliente en ocasiones pero irregular en otras tantas, tuvo que afrontar por primera vez en semanas la posibilidad de perder un partido que, para colmo, iba dominando en el marcador. Los errores llegaron a la raqueta del número cinco del ranking y el resultado fue otro break para las manos de Nadal. El once veces campeón no iba a perdonar y se apuntaba el primer set con una remontada que hasta pareció sencilla.

Mismo panorama en el segundo set, con un Tsitsipas que dudó dos segundos y puso la maquinaria a funcionar para volver a adelantarse en el luminoso. Unas dudas de Nadal, que sobre todo sufría con un saque que no está aún todo lo mecánico que desearía en competición, volvían a costarle el arrancar por delante el parcial, y lo peor es que Stefanos parecía recuperado en el plano mental y fresco en lo físico. La tarea volvía a complicarse.

Una »doble’ resucita a Tsitsipas

Sin embargo, Nadal había apuntado lo sucedido en el primero y sabía cómo hacer, con sus armas, que Tsitsipas perdiera la confianza en sus posibilidades. El viento soplaba sobre la Ciudad Condal y Rafa, curtido en mil batallas, lo aprovechó a su favor y el de sus bolas liftadas al revés de Stefanos. La estrategia tantas veces utilizada –con éxito– ante Federer, también daba sus réditos con el nuevo contendiente a conde de la tierra batida. Por el momento, las tablas volvían y Nadal, de nuevo, intentaría culminar la remontada como en el primer set.

Estuvo a punto, rozando con los dedos el pesado trofeo que acredita al vencedor del Godó, pero las dos pelotas de partido de Nadal con 5-4 favorable se encontraron con sendos saques exitosos del gigante ateniense, que resucitaba en el torneo. La reacción le otorgaba un plus para su turbo, con resultado de tres pelotas de break consecutivas con el saque de Rafa. El español había echado de menos su saque por momentos, pero en el momento necesario, este le permitió dominar y su talento hizo el resto. El tie break marcaría el devenir del partido.

La única referencia de Nadal en una muerte súbita en 2021 volvía a provocar un retroceso al partido de cuartos del Open de Australia, en el que Tsitsipas le había remontado dos sets para apartarle del cuadro. En la mente de Rafa eso tampoco se había olvidado, pero las imprecisiones traicionaron al genio de Manacor. Después de un gran arranque, Rafa cedió cuatro puntos seguidos en medio de una locura de tanteo que le permitió volver a igualar el marcador, a seis. Fue entonces cuando una inoportuna doble falta de Nadal dejaba el set a merced de Tsitsipas, que no iba a fallar.

Rafa impone su ley

Nadal se enfrentaba a una tercera manga en la que tenía más que perder que ganar, con el físico en teórica inferioridad y la moral mermada en favor de su rival, que caminaba con viento a favor. Un partido, en definitiva, en el que habría que dar muchas más opciones a Tsitsipas por todas las de la ley, excepto por la ley Rafa, que dicta que en tierra batida, nadie es tan candidato como el once veces campeón del Godó.

La igualdad era máxima y si bien el tanteo entre ambos no existía, la posibilidad de romper no existió durante los ocho primeros juegos. Las piernas comenzaban a responder a regañadientes, por lo que un destello de calidad marcaba el doble de diferencia que dos horas antes. La destreza de Tsitsipas y Nadal seguía deleitando a los aficionados, sabedores de que un mínimo detalle marcaría la diferencia.

Ambos contendientes, superadas las tres horas de partido, iban a jugarse el título del Godó en una carrera al sprint. Tsitsipas cumplía con su parte en el noveno, y dejaba la patata caliente a Nadal, escaso de fuerzas al saque pero todo pundonor en los intercambios. El punto clave llegó en el kilométrico undécimo juego, repleto de alternancias, pelotas de break y ventajas al saque. Rafa, que metió cada bola haciendo trabajar a Tsitsipas, pudo forzar la máquina de su rival hasta el punto de llevarla a gritar y entonces sí, con absoluto merecimiento y honores para el contrincante, besar la tierra, su tierra, y llevarse el ansiado duodécimo Godó en uno de los mejores partidos de la historia del torneo.

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