Se despide del Open de Australia tras perder en cinco sets (3-6, 2-6, 7-6, 6-4, 7-5)

Nadal cae de pie ante Tsitsipas

Rafael Nadal se despidió del Open de Australia después de caer (3-6, 2-6, 7-6, 6-4, 7-5) en cuartos de final ante Stefanos Tsitsipas, en un encuentro decidido en un épico quinto set. El tenista español ganó las dos primeras mangas, pero se quedó sin fuerzas ante la labor sobresaliente de su rival

Nadal Miami
Nadal, en un momento del partido. (Getty)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

No pudo ser. Rafael Nadal se despidió del Open de Australia en cuartos de final, con una de las derrotas más duras de su carrera deportiva. Cuatro horas de lucha encarnizada decoran un encuentro mayúsculo en cuanto a calidad y sufrimiento, en el que Stefanos Tsitsipas se llevó el gato al agua tras remontar dos sets en contra a uno de los mejores tenistas de la historia. Nadal comenzó como un tiro pero acabó desesperado ante un rival que jugó uno de los mejores partidos de su carrera y acabó tumbando al tenista español, que se despide con honores del primer Grand Slam del año, tras un esfuerzo titánico por ponerse a punto.

Dos remates, uno de los golpes más seguros de Nadal, fallados en el tie break del tercer set, descentraron al manacorense y permitieron la resurrección de Tsitsipas, que en los dos primeros sets no podía ni imaginar el cariz que tomaría el partido. Su nivel, estratosférico en todos planos en el cuarto y quinto set, le permitió hacer historia y convertirse, junto a Fognini en el US Open 2015, en el único tenista que ha podido vencer a Rafa en Grand Slam tras perder los dos primeros parciales.

Después de tres partidos asequibles y un duelo ante Fognini en el que, por fin, pudo desplegar todo su talento sin limitaciones físicas, Nadal volvía a la Rod Laver Arena –y a su turno vespertino– para medirse a todo un top-10 en busca de las semifinales del torneo. Stefanos Tsitsipas, campeón de la Copa Masters y semifinalista en Australia en 2019, se presentaba en el camino de Rafa con la moral y el tenis suficientes como para ponerle las cosas muy complicadas al balear.

Entre las virtudes de Tsitsipas destaca su perseverancia, el hecho de no dar una pelota por perdida. Esto se combina con la pegada que se le presupone a un tenista de 1’93 de altura y completa un cóctel por el que muchos le consideran uno de los jugadores llamados a suceder a Nadal y Djokovic en lo más alto. En su debe, sobre todo en lo que respecta al duelo directo con Rafa, Stefanos se ve penalizado por la altura, siempre que se le ataca el revés a una mano, de las pelotas del rival. Marca registrada de Nadal y posible punto de inflexión en el partido.

La agresividad de Tsitsipas marcó los primeros juegos del partido, con Nadal agazapado y sacando adelante sus juegos de saque con el contraataque como mejor arma. Stefanos pegaba, pero también se exponía, por lo que las tablas eran justas a la espera de la toma de mando en los intercambios del número dos del mundo.

Con 3-3 en el luminoso, Rafa consideró que su derecha ya estaba caliente y subió el ritmo de los intercambios, pasando a dominar el partido con la fluidez que caracterizó el grueso del encuentro ante Fognini. El manacorense dotaba a su juego del combo perfecto. El drive marcaba tendencia y con el revés, la virtud oculta de su juego, ajusticiaba a un rival que comenzaba a desquiciarse por el nivel que veía enfrente. El break necesario para desequilibrar el set era una realidad para Nadal, que ataba la primera manga con unas sensaciones increíbles.

Nadal comienza arrasando

La inercia del resultado del primer set se sumaba al nivel mostrado por Rafa en el primer set, ocasionando una nueva rotura de servicio de Tsitsipas de salida en el segundo parcial. No había rastro de dolores en Nadal, que sacaba mejor, se movía como acostumbra y completaba la ecuación con una inspiración que no veíamos, posiblemente desde la final de Roland Garros ante Djokovic. Tsitsipas lo estaba intentando, pero era verdaderamente imposible competir con lo que tenía enfrente.

Nadal tenía el acelerador pisado y frenar, simplemente, no era una opción. Espoleado por el resultado y por las sensaciones encontradas, el manacorense, infranqueable al servicio, se encontraba con otro break que ponía el set muy cuesta arriba para Tsitsipas. Las subidas a la red tampoco le funcionaban al griego, a merced de los passings marca registrada de Rafa, en trance sobre la Rod Laver Arena y con el segundo set también de su lado con apenas hora y 20 minutos de partido en el reloj.

Las estadísticas, hasta el momento, acompañaban a lo visto en cuanto a sensaciones en el partido. Nadal no había concedido una sola pelota de break en dos sets y en tres ocasiones de romper el del rival, marcaba un 100% de aciertos. 11 winners por set, seis aces…  y un sin fin de recursos para desarbolar las propuestas de Tsitsipas. Una auténtica exhibición para disfrute del público español en la mañana del miércoles.

El despliegue de Nadal en la Rod Laver obligaba a pensar en grandes cosas, pero lo primero era terminar el trabajo ante, recordemos, uno de los mejores tenistas del planeta. Minimizado hasta el extremo por la perfección rival, Tsitsipas aún tenía una última palabra que decir y, en base a un punto más de agresividad, comenzó la tercera manga mandando, aunque sin un break de ventaja que le dotara de posibilidades tangibles de remontada.

Un tie-break cambia el partido

Rafa, por su parte, regresaba a la estrategia paciente de los primeros juegos de partido, sabedor de su ventaja tenística y emocional que, eso sí, no debía perderse en la relajación. Después de ocho juegos de alternancia y sin una sola pelota de break que alterara mínimamente el tanteo, la fase decisiva del set amagaba con un quiebre que decantara el resultado hacia una cuarta manga o sellase la victoria de Nadal. Nada más lejos de la realidad. La perfección tenística de Rafa contagió a Tsitsipas, con su servicio, hasta llevar la decisión a un frenético tie-break, el primero del español en el torneo.

Un mínimo detalle giraría el partido, y el fallo, algo que casi nunca sucede, lo iba a cometer Nadal. Un remate franco para ponerse por delante en la muerte súbita encendió la chispa de Tsitsipas, que se activó, sacó su mejor tenis cuando no había aparecido en todo el encuentro y se hizo, con firmeza, con un tercer set que le daba un respiro y, cuanto menos, aplazaba su despido del Open de Australia.

Tsitsipas comenzó a creérselo, al tiempo que Nadal, algo que no quería, comenzaba a ver como la duración del partido pesaba en sus piernas. La supervivencia de Nadal en el cuarto set dependía de mantener su saque, con sufrimiento en cada juego, mientras Stefanos cosía y cantaba con el suyo. La derecha del griego estaba maniatando a Rafa, que veía como la suya no se encontraba entre un cúmulo de errores que le llevaba a la desesperación.

El break se produciría en el noveno juego, siempre clave, y tras un dominio parcial de Nadal que se tornó por la mayor inspiración de su rival. La quinta manga era una realidad y la derrota, una posibilidad que no se planteaba una hora atrás. Rafa estaba tocado y Tsitsipas estaba tocado… por una varita.

Nadal se despide con honores

Tsitsipas partía con ventaja en lo físico, lo mental y lo tenístico, pero si algo ha demostrado Nadal a lo largo de su carrera deportiva es una resiliencia fuera del alcance de cualquier otro deportista en la historia. Los golpes de Tsitsipas no desarbolaban al manacorense, como sucediera en el cuarto set, y la batalla parecía cada vez más igualada. El griego, eso sí, mostraba un punto físico superior que podía inclinar la balanza, dado el bagaje de Rafa, limitado hasta hace cuatro días por una lesión en la espalda.

Rafa tuvo sus opciones al resto, sacando adelante siempre su saque, llevó el encuentro al límite, y forzó a su rival hasta vislumbrar un super tie-break que pudiera decidir al ganador. Sin embargo, y tras más de cuatro horas de lucha, el manacorense se quedó sin fuerzas y Tsitsipas, al que no abandonó la inspiración, supo castigar a Nadal hasta provocar su despido prematuro del Open de Australia. Una caída, con honores que aplaza la conquista del vigésimo primer Grand Slam de Rafa.

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