Incendio en los New York Knicks
Todo empezó como toda buena tragedia empieza: imperceptible. Un error de concepción. Cuando Phil Jackson, en calidad de Presidente omnipotente de los New York Knicks, depositó en Jeff Hornacek (discípulo aventajado de Jerry Sloan, el rey del bloqueo y el corte) la aplicación de su mucho menos flexible Triángulo Ofensivo hizo probablemente lo que en otro ámbitos se llama un acto de Fé. Difícilmente un hombre que apuesta por el movimiento continuo y libre de los cinco jugadores en pista iba a poder encorsetar su mente baloncestística en el rigor de la construcción de triángulos en cancha.
Así ha sido. Desde que tomara el banquillo de los Knicks a inicio de esta 2016-17, Hornacek ha desistido de la aplicación del sistema ganador de su jefe. Por desgracia, tampoco ha logrado que la plantilla que le sirvieron sin carta al estilo elección del chef se haya adaptado exactamente a sus principios, tan propios de los Utah Jazz de Stockton, Malone y él mismo. Básicamente porque las piezas con las cuenta (Rose, Carmelo, Noah) nada tienen que ver con lo que ellos fueron. Las cosas más o menos parecían contenidas, podíamos hacer la vista gorda, pero de pronto una primera señal de alarma estalló.
Estrenando el 2017, el 9 de enero, Derrick Rose decidió no presentarse a un partido, como el que una mañana decide apagar el teléfono sin más. Se mantuvo fuera de alcance durante dos días. Sólo a sus amigos les dijo: “Estoy bien”. Todo el mundo tiene derecho a quebrar emocionalmente alguna vez: argumentó un asunto familiar y un repentino viaje a Chicago y ahí quedó todo. Este evento en si mismo ya habría sido suficiente.
Pero no. Todavía en el mes de enero empieza a sacudirse uno de los árboles más senectos y venenosos del Madison: el rendimiento de Carmelo Anthony. A los crecientes rumores de traspaso (Cavaliers, Clippers, Boston) se ha añadido el potente chorro de voz de Phil Jackson por vía de esa tremenda herramienta de comunicación de 140 caracteres. Desde su cuenta personal, el Maestro Zen se ha hecho eco de una columna que considera a Carmelo un jugador sin genética de ganador. Sin intención de éxito. Phil ganó con Jordan (6). Phil ganó con Kobe (5). Phil no puede ganar con Carmelo porque Carmelo no quiere ganar. Esa era la tesis central. Y ahí tienes a Phil avalando precisamente ese idea, elevando con ello las llamas de la hoguera neoyorkina a una altura descomunal.
Si ello no fuera suficiente, el 9 de febrero (justo un mes después de la desaparición de Rose), una de las leyendas de la franquicia, Charles Oakley (1988-1998) tuvo que ser reducido por la NYPD y sacado esposado rumbo a comisaría por un salvaje altercado en las gradas con nada más y nada menos que James Dolan, el millonario propietario de la franquicia. Tres cargos de asalto y uno de allanamiento (habría accedido al Madison sin entradas ni pases) penden sobre el nunca fácil de carácter mítico pívot knickerbocker.
Con todos estos incidentes sumando, en un sólo mes, a una gran pira en la ciudad que pergeñó la NBA, con los Knicks hundidos en la clasificación del Este y encadenando derrotas, sólo faltaba apareciendo por la línea lateral Brandon Jennings para declarar: “Como no logremos entrar en playoffs, será vergonzoso”. Alguien debería explicárselo.