Griezmann no es Messi
Antoine Griezmann tuvo que asumir de nuevo el papel de Leo Messi ante la Real Sociedad y volvió fallar: no fue determinante y mandó el penalti a las nubes
Antoine Griezmann tiene más diferencias que similitudes con Leo Messi. Los partidos siguen pasando y el francés ha demostrado ser incapaz de echarse el equipo a la espalda cuando el argentino no está.
Ante la Real Sociedad, con las molestias de Messi, a Griezmann le tocó liderar el frente de ataque del Barcelona. Braithwaite ocupaba el sitio del argentino en el tridente ofensivo pero era el francés el que debía llenar todo el vacío que dejaba Messi en la producción. No es tarea sencilla. Éste suele hacer mucho y todo bien, todo con sentido, todo hacia una mejora y una aproximación al área rival, rara vez falla un pase… Son muchos los factores por los que se convierte determinante el rosarino y de ahí que sea difícil cubrirle en las pocas ocasiones que se ausenta.
Griezmann gozaba de una nueva oportunidad para redimirse. Llegaba en alza. Su sonrisa, muy ausente en los últimos meses, lucía de nuevo en Los Cármenes. No era para menos. Dos goles más para su cuenta, un doblete que refuerza cada pisada que da sobre el terreno de juego. Y es que le pasa como todos los delanteros, que viven plenamente del gol. Aportar sobre el césped, dar asistencias, desgastarse en la recuperación de una pelota o ayudar a la salida de ésta siempre suman, pero nada cuenta tanto como el gol. Sin él, importan menos el resto de aptitudes.
Pero es que ante la Real Sociedad se vio poco del resto de aptitudes que se le presuponen al francés. Tenía que cumplir el rol de Messi, su papel en esta función. Con el argentino hay cierta preocupación, su baja es sensible siempre y que no esté en el césped disminuye al colectivo. Y Griezmann lo intentó. No se le puede negar esto al jugador, no para de intentarlo. Se le vio en varias ocasiones bajar hasta el centro del campo, cual Messi, para iniciar el juego y acercar las líneas al área rival. No es suficiente.
Pero en resumidas cuentas, si por algo está destacando Messi en este inicio de campeonato es por el gol. Da igual cómo está el argentino que siempre acababa apareciendo de cara a puerta. Si bien es cierto que gran parte de sus goles por el momento fueron desde el punto de penalti, también se debe tener madera con esto. En esto Leo no suele fallar, su efectividad es altísima y a Griezmann parece que la portería se le hace enana cuando tiene que lanzar.
Penalti a las nubes
Si bien es cierto que aportó la asistencia a De Jong, tras una gran jugada y pase de Braithwaite, luego no estuvo nada fino en las acciones de cara a portería. Tuvo oportunidades, opciones de remates claras que no logró transformar. Era lo que decía en su día Koeman, que un jugador de su importancia (y sin olvidar los 120 millones de euros pagados por él), debía ser fiable de cara a puerta. Las que tiene deben ir dentro.
Al francés se le terminó de torcer el día en la tanda de penaltis. Koeman le tenía entre los cuatro jugadores elegidos para lanzarlos y Riqui Puig se ofrecía para el quinto. De Jong erraría el primero y luego Pjanic y Dembélé transformarían el segundo y el tercero. El lanzamiento de Griezmann, con el 1-2 en el marcador, pudo ser decisivo. Cogió la pelota, la colocó en el punto de penalti y le pegó. Apostó por darle fuerza pero el disparo fue terrible. Se le fue por encima del larguero. Tuvo que ser Riqui, tras engañar a Remiro, el que certificara al pase de la final de la Supercopa de España.
Las molestias de Messi, que también hacen poner en duda su concurso en la final del domingo en La Cartuja, preocupan más aún por esto. Sin el argentino, el agente diferenciador que debía ser Griezmann no aparece. De hecho, Dembélé fue el único capaz de agitar el partido con algunas de sus individualidades por la derecha, sirviendo buenos balones o probando el golpeo y a Remiro. Griezmann no es Messi, y sin él este nuevo Barça es menos Barça.