Ni vinagre ni bicarbonato: ésta es la mejor forma de limpiar las cestas de mimbre de tu casa sin dañarlas


Las cestas y canastos de mimbre se han convertido en un elemento imprescindible en cualquier hogar que busque calidez, naturalidad y un toque rústico. Los vemos en casi todas las estancias: en el baño para las toallas, en la cocina guardando frutas, en los dormitorios con mantas y hasta en las terrazas con plantas. No es casualidad. Su versatilidad decorativa, combinada con un aspecto artesanal y acogedor, ha conquistado tanto a los amantes del minimalismo natural como a quienes apuestan por un estilo bohemio o campestre.
Sin embargo, al ser un material natural, el mimbre necesita cuidados específicos para mantenerse bonito y funcional durante mucho tiempo. No es plástico ni metal, y no basta con pasar un paño por encima para que quede limpio. Su estructura tejida y delicada lo convierte en un imán para el polvo, y un uso o limpieza inadecuados pueden arruinarlo rápidamente. Por eso, aprender a limpiar y estos objetos es esencial si queremos que sigan formando parte de la decoración durante años sin perder su encanto original.
El truco definitivo para limpiar las cestas de mimbre
El mimbre tiene ese don de aportar un aire natural y orgánico a cualquier espacio. Proviene de una fibra vegetal trenzada, que a simple vista parece resistente, pero que en realidad necesita un trato cuidadoso. No soporta bien la humedad constante, no tolera productos agresivos y sufre si se se expone a la luz solar directa.
Muchos cometen el error de limpiar estas cestas como si fueran recipientes de plástico o incluso de metal, utilizando bayetas empapadas, productos multiusos o incluso sumergiéndolas por completo en agua. Esto, lejos de limpiarlas, acelera su deterioro. El mimbre es poroso y absorbe el agua con rapidez, deformándose con facilidad y, si no se seca correctamente, puede desarrollar moho o debilitarse hasta romperse.
Eliminar el polvo sin dañar la fibra
Antes de pensar en mojar la cesta, lo primero es enfrentarse al polvo, que se acumula con facilidad en las rendijas y trenzados del mimbre. Para esta primera limpieza en seco, lo ideal es utilizar un cepillo de cerdas finas, una brocha o una aspiradora con accesorio de cepillo para superficies delicadas.
Cómo usar agua sin arruinar el mimbre
Una vez eliminado el polvo, si aún hay manchas o suciedad más persistente, sí se puede recurrir al agua, pero con mucho cuidado. Nada de mojar la cesta entera, y mucho menos sumergirla. La clave está en usar una solución muy suave de agua tibia con unas gotas de jabón neutro (de pH equilibrado), aplicada con un paño ligeramente humedecido. El trapo debe estar escurrido casi al máximo.
Se recomienda limpiar por secciones y secar inmediatamente con un paño seco. Si el mimbre es antiguo o está un poco agrietado, es mejor evitar incluso esta limpieza húmeda y limitarse a métodos secos para no debilitar más la estructura.
Después de cualquier limpieza con agua, el secado es absolutamente esencial. Y no cualquier secado: el mimbre no debe exponerse directamente al sol ni colocarse cerca de fuentes de calor como radiadores La exposición al calor intenso provoca que las fibras se contraigan bruscamente, lo que puede agrietarlas o partirlas.
Lo ideal es dejar la cesta en un lugar ventilado, a la sombra y sin corrientes de aire caliente. El secado natural es más lento, pero es el único que garantiza que la pieza no sufra daños. Si hay mucha humedad en el ambiente, se pueden colocar bolsas de sílice cerca de la cesta para ayudar a absorber el exceso sin forzar el proceso.
Mantenimiento preventivo: cuidar antes de que se ensucie
Uno de los errores más frecuentes es esperar a que las cestas se vean sucias o desgastadas para limpiarlas. Como ocurre con muchas superficies naturales, el mejor cuidado es el preventivo. Pasar una brocha seca una vez al mes, aunque no se vea polvo, mantiene el trenzado limpio.
También es importante revisar periódicamente si hay zonas secas o agrietadas. Si el mimbre empieza a perder su flexibilidad, se puede aplicar una pequeña cantidad de aceite natural (como aceite de linaza) con un paño seco, siempre y cuando la pieza no esté pintada o barnizada. Este truco ayuda a hidratar la fibra y a prolongar su vida útil.
Las cestas de mimbre no son eternas, pero pueden durar muchos años si se tratan con el respeto que merecen. Limpiarlas bien implica conocer su naturaleza, actuar con delicadeza y no caer en soluciones rápidas que, en realidad, las dañan. Por eso, si tienes una (o varias) en casa, recuerda que mantenerlas limpias y bonitas no requiere productos milagrosos, sino constancia, atención al detalle y un poco de cariño. Y, quizás, así como el mimbre vuelve a estar de moda en la decoración del hogar, también deberíamos hacer que el cuidado consciente de lo que nos rodea se vuelva una tendencia duradera.