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Descubren en 1869 la pepita de oro más grande del mundo: ahora sus herederos la venden por un precio ridículo

Pepita de oro más grande del mundo
Replica de la pepita de oro más grande del mundo. Foto: Anatoli Lvov en Wikimedia Commons.

La historia que envuelve a la pepita de oro más grande del mundo sigue siendo objeto de debate y de interés histórico más de siglo y medio después de su hallazgo en Australia. Con un peso que superaba los 70 kilogramos, el hallazgo marcó un récord que no ha sido superado hasta el presente.

Este descubrimiento no sólo transformó la vida de sus protagonistas inmediatos, sino que también dejó huella en la cultura minera del país. El oro hallado, conocido con el nombre de Welcome Stranger, acabó dividiéndose y fundiéndose, y con él se evaporó la posibilidad de un legado que podría haber garantizado la estabilidad de varias generaciones.

¿Cómo fue el hallazgo de la pepita de oro más grande del mundo?

En febrero de 1869, los mineros John Deason y Richard Oates encontraron en la región de Moliagul, dentro del llamado Triángulo Dorado de Victoria (Australia), una pepita de oro de dimensiones extraordinarias. El ejemplar, bautizado como Welcome Stranger, estaba enterrado apenas a unos centímetros bajo la superficie y encajado en cuarzo.

Su peso bruto fue de 109,59 kilogramos, mientras que el neto ascendía a 72,02 kilogramos. Era tan grande que las balanzas de la época no podían medirla.

Para resolver el problema, un herrero local la partió en tres pedazos antes de su traslado al London Chartered Bank of Australia en Dunolly. Allí fue pesada oficialmente y se pagaron 9.583 libras esterlinas, una cantidad considerable para el siglo XIX.

El oro obtenido se transformó en lingotes que fueron enviados a Inglaterra. El hallazgo fue reseñado en los periódicos locales y rápidamente adquirió fama internacional.

De la gloria al desencanto de los herederos: la han vendido a un precio ridículo

Pese al valor histórico y económico de Welcome Stranges y los típicos precios del oro,  los descendientes de Deason y Oates nunca disfrutaron de una fortuna ligada a aquel hallazgo. Con el paso de los años, las piezas de oro que se habían obtenido fueron vendidas en momentos críticos, como durante la Gran Depresión, a precios muy inferiores a su valor real.

Según relató Arthur Deason, bisnieto de John, las joyas heredadas desaparecieron tras una venta por apenas 10.000 dólares.

En su caso, el dinero se invirtió en tierras agrícolas, pero las malas decisiones y las pérdidas en proyectos de minería terminaron con la fortuna. John Deason, el descubridor original, murió en la ruina en 1915.

Años más tarde, los herederos directos de la familia se deshicieron de lo que quedaba de aquella riqueza por apenas 12.000 €, una cantidad insignificante si se compara con los más de 2,5 millones de euros en los que se estima el valor actual de la pieza.

La memoria de Welcome Stranger

A pesar de que la pepita de oro más grande del mundo ya no existe en su forma original, la memoria de su hallazgo permanece viva. En la localidad de Dunolly se exhibe una réplica de la pieza, y también en Melbourne se conserva otra copia. Incluso se erigió un obelisco conmemorativo en 1897 en el lugar donde fue encontrada.

En 2019, coincidiendo con el 150 aniversario del hallazgo, los descendientes de Deason y Oates se reunieron en Moliagul para recrear aquel episodio histórico. El evento incluyó representaciones teatrales y actos conmemorativos que buscaron mantener viva la herencia cultural de la fiebre del oro en Australia.

El sitio del descubrimiento continúa atrayendo a buscadores de fortuna. Aunque hoy Moliagul es una pequeña comunidad ganadera, sigue siendo parte del Triángulo Dorado, conocido por sus yacimientos auríferos que aún inspiran a aficionados con detectores de metales.

¿Y qué ocurrió con los descubridores de la pepita de oro más grande del mundo?

John Deason y Richard Oates, originarios de Cornualles (Reino Unido), emigraron a Australia en busca de prosperidad. El hallazgo de 1869 cambió sus vidas de forma inmediata, pero no aseguró el bienestar de sus descendientes.

  • John Deason: tras el hallazgo, adquirió tierras agrícolas, aunque sus malas inversiones le llevaron a la bancarrota. Falleció en 1915.
  • Richard Oates: regresó temporalmente al Reino Unido, se casó y más tarde volvió a Australia. Se estableció con su familia en una granja de Victoria, donde murió en 1906.

Ambos nombres siguen ligados al episodio más recordado de la fiebre del oro australiana, aunque la riqueza que generó desapareció con rapidez.

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