La ciencia avisa: el momento exacto en que debes tirar tu botella de agua si no quieres tener problemas


Beber agua embotellada es un hábito cotidiano para millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, lo que parece un gesto completamente inofensivo, conlleva un riesgo del que la ciencia lleva años alertando: las botellas de plástico no están diseñadas para utilizarlas de manera indefinida, y conservarlas más tiempo del indicado puede afectar a la salud. Las botellas de agua que encontramos en los supermercados están fabricadas, en su mayoría, con un material conocido como PET (tereftalato de polietileno), el cual es muy sensible a los cambios de temperatura y al desgaste.
Según explica la European Food Safety Authority (EFSA), con el tiempo, este tipo de plástico puede liberar pequeñas cantidades de compuestos químicos, como antimonio y bisfenol A (BPA), un disruptor endocrino asociado con alteraciones hormonales y problemas metabólicos. En un estudio publicado por la Universidad de Copenhague, los científicos analizaron 120 botellas de agua reutilizadas. Los resultados mostraron que, después de llenarlas sólo tres veces, el agua contenía más de 400 tipos de compuestos químicos.
¿Cuándo debes tirar la botella de agua?
Los expertos coinciden en una regla sencilla: no se debe reutilizar una botella de plástico desechable más de una semana ni rellenarla más de tres veces. Cada vez que bebemos directamente de la botella, el contacto de la boca introduce bacterias que se adhieren a las paredes interiores.
Si esa botella se guarda a temperatura ambiente o se deja dentro del coche, las bacterias proliferan rápidamente. Además, el calor acelera el deterioro del plástico. Guardar una botella en el coche o exponerla al sol provoca que se liberen más microplásticos y químicos.
Incluso el simple acto de lavar la botella con agua caliente puede acelerar su degradación. A diferencia de las botellas reutilizables diseñadas específicamente para ese fin, las desechables pierden su integridad con los lavados, generando microfisuras donde se acumulan bacterias y residuos químicos.
A esto hay que sumar que el plástico no es biodegradable. » Un fragmento de plástico puede tardar hasta 500 años en descomponerse. Con frecuencia, los artículos de plástico que se vierten en el medio ambiente se descomponen en microplásticos, que son difíciles de eliminar de la naturaleza y corren el riesgo de acabar en nuestra cadena alimentaria a través del agua o los animales», alerta el Consejo de la Unión Europea.
«Cada año, entre 19 y 23 millones de toneladas de plástico se vierten en los suelos, ríos y océanos. Esto tiene un impacto negativo en los ecosistemas y afecta directamente a los medios de vida de las personas, a la capacidad de producción de alimentos y al bienestar social. En 2019, los plásticos generaron 1.800 millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), el 3,4% de las emisiones globales, y gran parte de estas emisiones provinieron de su producción y conversión a partir de combustibles fósiles. Para 2060, las emisiones procedentes del ciclo de vida de los plásticos pueden triplicarse».
Consecuencias para la salud
Según los profesionales de la salud, «las botellas reutilizadas durante más de una semana contienen un cóctel de microorganismos, algunos potencialmente patógenos». Un estudio comparó diferentes botellas usadas por deportistas y descubrió que el 60% de ellas albergaba bacterias del tipo E. coli, relacionadas con infecciones intestinales. El problema se agrava cuando las botellas presentan abolladuras o rasguños, ya que esas microgrietas sirven como refugio para los gérmenes.
Los expertos en salud ambiental recomiendan no rellenar las botellas desechables más de tres veces y comprobar la fecha de caducidad del agua embotellada. Siguiendo estas recomendaciones, el riesgo de contaminación disminuye considerablemente.
Reglamento Europeo de Envases y Residuos
El Reglamento (UE) 2025/40 sobre envases y residuos de envases marca un antes y un después en la política ambiental europea. Su objetivo principal es reducir el impacto ecológico derivado del exceso de embalajes y promover la economía circular en todos los Estados miembros. Según el documento oficial, «el presente Reglamento debe aplicarse a todos los envases introducidos en el mercado de la Unión y a todos los residuos de envases, independientemente del tipo de envase o del material utilizado». Con esta medida, la Unión Europea busca garantizar que tanto productores como distribuidores cumplan con los mismos criterios de sostenibilidad y reciclaje, eliminando desigualdades normativas entre países y fomentando un sistema común de gestión de residuos.
Además, el texto refuerza la necesidad de establecer normas más estrictas para frenar la generación de desechos. En este sentido, el Reglamento señala que «procede complementar y aclarar en mayor medida los criterios existentes y hacerlos más estrictos y que las medidas deben adoptarse como adición a otras destinadas a reducir los envases y residuos de envases, como los requisitos de reducción al mínimo, los objetivos de reutilización y las obligaciones de rellenado». En definitiva, esta nueva normativa europea persigue «impedir o reducir los efectos adversos de los envases y residuos de envases en el medio ambiente y la salud humana».