Estupefacción entre los astrónomos: encuentran dos misteriosos objetos interestelares cubiertos de hielo

El cosmos es vasto y aún esconde muchos misterios. Aunque el universo observable tiene un diámetro estimado de 93 mil millones de años luz, se cree que su verdadero tamaño es mucho mayor. Gracias a los avances tecnológicos en astronomía, los científicos pueden explorar regiones cada vez más remotas y descubrir fenómenos inesperados.
Uno de los hallazgos más recientes es el de dos misteriosos objetos cubiertos de hielo, cuya naturaleza y origen aún son inciertos. Fueron detectados mediante observaciones del telescopio ALMA y el satélite AKARI en una zona lejana de la Vía Láctea, lejos de cualquier región de formación estelar. Lo más intrigante es que no encajan con ningún tipo de objeto celeste conocido hasta ahora.
¿Cómo encajan estos cuerpos de hielo en la estructura del universo?
Los cuerpos, denominados «Objeto 1» y «Objeto 2», no están vinculados a nubes densas catalogadas ni a procesos estelares convencionales. Sin embargo, sus espectros revelan intensas señales de absorción de hielo y polvo, similares a las vistas en protoestrellas o estrellas ocultas tras densas nubes de gas.
El equipo liderado por el astrofísico Takashi Shimonishi utilizó ALMA para analizar su composición química y detectó emisiones de monóxido de carbono (CO) y monóxido de silicio (SiO).
La proporción inusualmente alta de estos compuestos sugiere que los objetos han sido afectados por eventos de alta energía. Además, la amplitud de las líneas espectrales indica la presencia de movimientos turbulentos o procesos físicos intensos en su entorno.
Otro detalle curioso es que, aunque sus espectros muestran una gran cantidad de polvo e hielo, no emiten radiación en el rango submilimétrico. Esto indica que los objetos son extremadamente compactos, con un tamaño estimado entre 100 y 1.000 unidades astronómicas, lo que los hace mucho más pequeños que una nube molecular convencional.
Los dos objetos están ubicados en la dirección del brazo Crux-Scutum de la Vía Láctea, una zona llena de estrellas y nubes de gas. Sin embargo, al analizar la velocidad con la que se mueven, los astrónomos notaron que no viajan a la misma velocidad que el gas y las estrellas de esa región.
Esta diferencia, medida a través del desplazamiento Doppler en sus emisiones, sugiere que no forman parte de la estructura del brazo galáctico y que, en realidad, están flotando de manera aislada en el espacio profundo.
Un hallazgo que desafía nuestra comprensión del universo
Las mediciones indican que el Objeto 1 está a 30.000 años luz de la Tierra y el Objeto 2 a 43.000. Su brillo, entre 500 y 750 veces el del Sol, sugiere que podrían ser restos de estrellas de tamaño medio o un tipo de objeto desconocido.
El análisis de su luz muestra un pico en 5 micrones, algo inusual en estrellas en formación. Aunque tienen rasgos similares a estrellas envejecidas con oxígeno, las moléculas detectadas, como metanol y monóxido de carbono, no encajan con lo esperado.
Los astrónomos han comparado sus propiedades con otros cuerpos espaciales con hielo, pero no se asemejan a ninguno. Se cree que podrían ser fragmentos de colisiones cósmicas o restos de nubes de gas aisladas.
Para resolver el misterio, han solicitado observaciones con el telescopio James Webb, que podría revelar más detalles sobre su composición y origen.