Es una lástima, pero como guionista he de señalar que esta serie española es un caos
Un 'thriller' que adapta una novela de éxito pero con un resultado decepcionante
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Se estrenó hace menos de una semana y tenía todo para ser un éxito de público y crítica: otra adaptación de una famosa novela, acción, misterio, un asesino en serie que cazar y, sobre todo, el fichaje de una actriz a la que le tenemos especial cariño. Sin embargo, he de confesar que, como guionista, esta nueva serie es un caos narrativo. Los personajes hablan como si fueran guías turísticos, los diálogos son literarios y suenan falsos y se usan muchos recursos visuales que encajan mejor en un true crime de bajo presupuesto que en una ficción. Es una lástima, tenía muchas esperanzas en este proyecto y se nota mucho trabajo que hay detrás pero, finalmente, el resultado ha sido decepcionante.
El miedo a las palabras
Ayer mismo escribí una crítica sobre Terra Alta (Movistar Plus +) y la ponía de ejemplo de buena adaptación literaria. Reitero para trasladar una novela a la pantalla hay que transformar las palabras en imágenes pero, a veces, no es necesario o hay que hacerlo muy bien. Los diálogos pueden ser tremendamente visuales si se componen bien.

Me vienen a la cabeza los larguísimos interrogatorios de la británica Line of Duty. Muchos duraban hasta veinte minutos de microgestos, miradas y una composición de escena brillante. Podrías no entender lo que dicen pero sí saber cuándo hay tensión, cuando alguien está mintiendo o cuando los protagonistas están en peligro sin que nadie se levante de la silla. Esto se consigue gracias a un guion cuidado, una puesta en escena brillante y unos actores de primer nivel.
El problema es cuando se le tiene tanto miedo a la palabra que se tiende al horror vacui. Hay que meter referencias visuales como sea. De ahí el abuso, en ocasiones, de recursos como los flash backs, que lo que hacen, realmente, es entorpecer la narración. Algo así le ocurre a la serie que nos ocupa.
Otra adaptación
Ciudad de sombras ha dado de qué hablar antes de su estreno en Netflix por ser la última serie en la que trabajó Verónica Echegui antes de dejarnos el pasado 24 de marzo.
Esta ficción dirigida por Jorge Torregrossa (El cuerpo en llamas, Fariña, Intimidad) y producida por Arcadia adapta la primera novela de Aro Sáinz de la Maza, autor de la tetralogía de Milo Malart, publicada por Destino (Grupo Planeta).

La trama comienza con un macabro crimen ocurrido en La Pedrera – Casa Milà: un cuerpo quemado ha aparecido en la fachada del emblemático edificio de Gaudí. El inspector Milo Malart (Isak Férriz), hasta ahora suspendido por indisciplina en los Mossos, regresa a la actividad en la ciudad condal para, de la mano de la subinspectora Rebeca Garrido (Verónica Echegui), tratar de dar con el autor del crimen.
Festival de tópicos
En Ciudad de sombras conviven todos los tópicos del género: policía depresivo con pasado turbio; compañera fría y brillante (pido, por favor, una serie con agentes felices y con vidas comunes, por variar) ; un asesino en serie que parece que tiene superpoderes para que nadie le pueda pillar hasta el último minuto y cuyas motivaciones son, al final, las mismas de siempre (no haré spoilers pero hay temas muy graves que, desgraciadamente, se han convertido en clichés previsibles y facilones); periodistas carroñeros que no entienden el ejercicio de su profesión y sospechosos en las altas esferas que tienen muchas cosas que ocultar. Todo esto, supongo, es fruto de la novela. Se ha decidido adaptar esta y es lo que hay. No la he leído, no puedo opinar. El problema, quizá, llega con la ejecución.

Recursos equivocados
En primer lugar, se nota que se quiere hacer una mirada abierta a Barcelona, con sus pros y contras. De la ciudad hermosa y artística a la explotada que destierra a sus ciudadanos por dinero. Ninguna objeción. Lo malo llega cuando, para explicar todo esto se usan recursos torpes. Por ejemplo, cada vez que los protagonistas llegan a un edificio histórico ella cuenta la historia del lugar como si fuera una guía turística. No me creo nada de esos diálogos. Se intenta justificar con que ella es muy aplicada y se ha estudiado todo pero no hay naturalidad alguna en sus frases. Y lo peor es que se acompaña con flashes del edificio y de la ciudad que soin imágenes de archivo o reconstrucciones poco atractivas. Es decir, recursos típicos que se usan en un true crime o documental para ilustrar lo que un narrador cuenta. En una ficción queda extraño. Demasiado.

En vez de escribir larguísimos monólogos, si lo que se quiere es hablar de cómo la corrupción ahoga a los ciudadanos, existen otros recursos ( hacer que la trama personal de uno de los protagonistas tenga algo que ver con eso, por ejemplo) pero el discurso explicativo sin más nunca es buena opción.
Lo mismo sucede cuando se habla de otros personajes y de su pasado: de repente te cuelan unos flash backs que no aportan mucho y que se hubieran solucionado con dos frases y ya. No siempre es necesario un complemento visual.
Entiendo que también se ha querido alargar la novela abriendo subtramas y pistas falsas para cubrir los seis capítulos pero en vez de sentirse como algo orgánico, la trampa resulta demasiado evidente. Y todo para que, al final, todo se resuelva sin que nada cambie, ni personal ni socialmente.
Grande Verónica
Y no es porque ya no esté con nosotros pero de verdad que considero que Verónica Echegui es lo mejor de Ciudad de sombras. Su personaje es casi la nada, podía ser sustituído por otro en cualquier momento y sus diálogos, en ocasiones, chirrían demasiado pero ella, como actriz, lo defiende hasta el final. Si algo me importa en esa serie es ella, con una mirada y un pequeño gesto empatizo mucho más que con cualquiera.
