‘El juego del calamar 2’: una continuación innecesaria y decepcionante
Una trama poco lograda y sin muchos giros de guion
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Crítica de la segunda temporada de El juego del calamar, una de las series más exitosas de Netflix que se ha estrenado tres años después de su primera entrega. El resultado es una repetición de lo que ya habíamos visto antes por lo que el factor sorpresa se ha perdido. Esto no sería algo necesariamente negativo sino fuera porque, en esta ocasión, la trama avanza más bien poco y cuando lo hace es de manera atropellada y caótica. La excusa argumental de la venganza no es suficiente para explicar las reacciones y comportamientos de muchos personajes. Este es el claro ejemplo de explotación de una fórmula ganadora. ¿Era necesaria una segunda temporada de El juego del calamar? Tal y como se ha planteado, no. Eso sí, para los devotos menos exigentes, estos nuevos siete capítulos pueden consumirse con cierto disfrute siempre y cuando no se exiga mucho.
Trama y datos de producción
Tres años después de ganar El juego del calamar , el jugador 456 sigue decidido a encontrar a la gente que está detrás del juego y poner fin a su vicioso deporte. Usando su fortuna para financiar su búsqueda, Gi-hun empieza por el más obvio de los lugares: buscar al hombre del elegante traje que juega al ddakji en el metro. Pero cuando sus esfuerzos por fin dan resultado, el camino para acabar con la organización resulta ser más complicado de lo que imaginaba: para acabar con el juego, necesita volver a entrar en él.
El director Hwang Dong-hyuk vuelve a ponerse al frente de la serie como director, guionista y productor. Lee Jung-jae, Lee Byung-hun, Wi Ha-jun y Gong Yoo retoman sus papeles de la primera temporada junto a una impecable lista de nuevos miembros del reparto, como Yim Si-wan, Kang Ha-neul, Park Gyu-young, Lee Jin-uk, Park Sung-hoon, Yang Dong-geun, Kang Ae-sim, Lee David, Choi Seung-hyun, Roh Jae-won, Jo Yu-ri y Won Ji-an, que completan el conjunto de pintorescos personajes de la nueva temporada.
De más a menos
La primera temporada de El juego del calamar fue todo un fenómeno social más allá de su éxito en Netflix. La historia no dejaba de ser la enésima versión del mito del laberinto del Minotauro, popularizado en las últimas décadas gracias a cintas como Battle Royal o, sobre todo, Los juegos del hambre y derivados. Lo que hizo trascendente a la serie de Hwang Dong-hyuk fue una iconografía muy bien diseñada que se quedaba en la retina del espectador (los uniformes rosas, los decorados que recordaban a las pinturas de Escher o los juegos infantiles convertidos en trampas mortales). Con El juego del calamar se confirmaba el poder de la industria surcoreana para crear historias genuinamente locales que podían viajar a cualquier país del mundo.
La primera entrega no dejaba de ser una historia muy sencilla adornada de crítica social anticapitalista y trufada de personajes arquetípicos y reconocibles. Aunque el final abría la puerta a una continuación, lo cierto es que tampoco era necesaria, sobre todo si se seguía con el personaje principal como reclamo.
El problema de tener de vuelta a Gi-hun (el héroe y único superviviente del primer juego) es que la historia, en la segunda temporada, se vuelve más previsible. Sabemos que él y otro personaje (del que no podemos hacer spoilers) van a sobrevivir, por lo que la tensión baja. Por eso, no matar al protagonista durante los primeros capítulos es una de los mayores errores narrativos de la televisión moderna (lo mismo que ocurre con la June de El cuento de la criada).
Durante los siete capítulos que componen la segunda temporada de El juego del calamar, el espectador tiene una inevitable sensación de desidia, de preguntarse si era necesaria la continuación. Uno comprende que la motivación principal del protagonista es la de la venganza disfrazada de justicia pero, aún así, sus acciones no llegan a justificarse del todo. Ni las de él ni las de otro personaje (del lado de los villanos) del que es mejor no revelar mucho.
También hay, en esta segunda tanda, un importante problema de montaje y una gran torpeza a la hora de resolver las elipsis. A veces da la sensación de que faltan escenas que expliquen ciertos sucesos, además de que hay subtramas que se olvidan durante la mayor parte de los capítulos.
La segunda temporada de El juego del calamar es más bien la primera parte de una temporada mayor. Esto significa que el espectador no puede esperar una resolución de la trama. La historia no avanza, no hay rastro de giros reveladores. Dicen que en 2026, cuando salga la tercera tanda de episodios, habrá un final aunque, en palabras de los creadores, el jueco continuará (con otros protagonistas, suponemos).
Aún con todas sus deficiencias, la segunda temporada de El juego del calamar sigue manteniendo el pulso entretenido de su antecesora. Esto ya es bastante.