‘Heartstopper’: la temporada 3 es la más dura y emocionante de la serie
En esta ocasión toca hablar de los problemas de salud mental
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Crítica de la temporada 3 de Heartstopper, la más dura y emocionante de la serie de Netflix, que se ha estrenado este jueves 3 de octubre.La historia de Nick (Kit Connor), Charlie (Joe Locke) alcanza su tono más dramático aunque siempre protegido por ese envoltorio naïf que caracteriza la ficción creada por Alice Oseman. Ocho capítulos que recogen los volúmenes 4 y 5 de las novelas gráficas y que indagan sobre el proceso de hacerse adulto y de lo que significa realmente comprometerse. «El amor no puede curar una enfermedad mental», esta frase que se pronuncia en el episodio dos resumiría gran parte de la trama, fundamentada en la anorexia nerviosa que sufre Charlie. Una mirada muy respetuosa y esperanzadora sobre los trastornos alimenticios que hace de esta tercera temporada de Heartstopper sea la más lacrimógena y emocionante de todas. Un producto que debería verse en familia y que supone un abrazo y un lugar seguro para cualquier espectador.
El poder de ‘Hearstopper’
Heartstopper irrumpió en Netflix casi sin promoción (como una gran mayoría de productos de la plataforma) y gracias al boca oreja, se convirtió en un fenómeno entre los espectadores más jóvenes. Cierto es que, en datos globales, la primera temporada no hizo grandes datos, de ahí que la renovación se pusiera en duda. Pero cuando los responsables de la empresa de N roja se dieron cuenta del impacto cultural que había tenido la serie (y teniendo en cuenta que es un producto bastante barato), decidieron dar luz verde a dos entregas más.
La clave de Heartstopper es la de acercarse a la experiencia LGTBIQ+ desde la inocencia, la belleza y el respeto. En un mar televisivo cargado de productos mainstream dirigidos a los jóvenes en los que las tramas sexualizan y exageran la adolescencia, la de Alice Oseman se antojaba como una serie bonita, sencilla pero de un calado psicológico mucho más profundo de lo que podría aparentar.
De amor y dolor (atención: spoilers)
Hasta ahora, la historia de Nick (Kit Connor), Charlie (Joe Locke) y sus amigos se basaba en cómo encajar socialmente perteneciendo al colectivo LGTBIQ+ pero ahora, en esta tercera temporada, se aparca (que no se ignora) la etiqueta queer para poner el foco en la intimidad. Es el momento de analizar a los personajes sin el señalamiento público, de centrarse en los miedos que todos tenemos.
Como ya se apuntó al final de la temporada dos, Charlie tiene un TCA (Trastorno de conducta alimentaria) y no porque quiera perder peso. No, la suya es una enfermedad hermana del Trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Él necesita controlar cómo y cuándo comer por miedo a que sus miedos anticipatorios se hagan realidad.
Lo grandioso de Heartstopper es que, lejos de tratarse de una narrativa dramática sobre un joven con problemas de salud mental, también se ocupa del papel que ejerce su entorno, es especial su pareja. La frustración de Nick ante el infierno que está viviendo su novio y cómo aprende a acompañar sin juzgar es una de las mayores representaciones de responsabilidad afectiva que se han visto en televisión. Quienes acusen a la serie de ser demasiado ñoña y empalagosa, que le echen un vistazo al cuarto capítulo de esta nueva tanda, a ver si siguen pensando lo mismo.
Podríamos decir que la temporada se divide temáticamente en dos partes. Hasta el cuarto capítulo, es la salud de Charlie la que ocupa el protagonismo pero a partir del quinto es el sexo como máximo exponente del paso a la edad adulta. Aquí, Heartstopper baja algo la intensidad pero es reconfortante ver cómo chavales de 16 años tienen miedo a su primera vez en vez de hacer orgías, drogarse y resolver un asesinato. Esto no es Élite o Euphoria. Puede que Heartstopper tampoco sea verídica, que su reflejo del mundo sea demasiado optimista pero, como consumidores, también necesitamos rayos de luz.