Doce uvas, doce excusas tecnológicas para sobrevivir a la cena de Nochevieja
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La cena de Nochevieja tiene algo de ritual inamovible. Mesa llena, televisión encendida desde horas antes, las uvas preparadas y un ambiente que empieza relajado, pero que todos sabemos que puede torcerse en cualquier momento. Las fricciones familiares no son una rareza, son casi parte del menú. Lo que sí ha cambiado en los últimos años es la forma en la que las gestionamos, y ahí la tecnología en Nochevieja se ha colado sin pedir permiso.
Las doce uvas como metáfora moderna
Pensar en las doce uvas como una simple tradición se queda corto. Hoy funcionan también como una forma de medir el tiempo, de marcar pausas y de darnos pequeños respiros. Entre campanada y campanada caben muchas cosas, incluidas esas excusas tecnológicas que usamos casi sin pensar para esquivar conversaciones incómodas o bajar la tensión cuando el ambiente se carga demasiado. Es una adaptación natural a una realidad donde el móvil, la televisión o los dispositivos conectados forman parte del salón.
El móvil como cortafuegos emocional
La escena es conocida. La conversación empieza a derivar hacia un terreno delicado y alguien mira el móvil “solo para comprobar la hora exacta de las campanadas”. Es un gesto inocente, socialmente aceptado, que sirve para cortar el hilo antes de que se rompa. Nadie lo cuestiona porque todos lo han hecho alguna vez. El teléfono deja de ser una distracción y se convierte en una herramienta para ganar unos segundos de calma.
La televisión como punto de encuentro neutral
Cuando se acercan las campanadas, la televisión toma el control del salón. Da igual el canal o quién las retransmita, durante unos minutos todos miran en la misma dirección, o asi nos lo recordaba Mecano en 1988. La tecnología impone una tregua tácita. No hay debates, ni reproches, solo una cuenta atrás compartida que devuelve cierta unidad al ambiente. Es uno de los pocos momentos en los que la tecnología consigue que todos estén de acuerdo, aunque solo sea durante doce segundos.

Fotos, vídeos y el poder de cambiar el foco
Sacar el móvil para hacer una foto o grabar un vídeo tiene un efecto casi mágico. De repente, la atención se desplaza. Las discusiones se transforman en indicaciones, sonrisas forzadas o risas espontáneas. No se trata de postureo ni de redes sociales, sino de cambiar el foco de la conversación sin necesidad de confrontar. Es una de las uvas más efectivas y, además, deja recuerdo.
Buscar datos para zanjar discusiones absurdas
En Nochevieja también aparecen las discusiones pequeñas, esas que no llevan a nada pero amenazan con alargarse. Una consulta rápida en el móvil puede cerrar el tema en segundos. No es tanto demostrar quién tiene razón como evitar que el asunto se enquiste justo antes de las campanadas. La tecnología, usada así, actúa como mediadora.
El humor digital como válvula de escape
Incluso sentados a la misma mesa, el grupo familiar de WhatsApp sigue activo. Un mensaje con humor, un meme oportuno o una broma compartida rebajan la tensión sin señalar directamente a nadie. Es una forma moderna de guiñar el ojo y decir “no pasa nada” sin verbalizarlo. Funciona porque todos entienden el código.
Microescapes tecnológicos
Más avanzada la noche, aparecen los pequeños refugios. Auriculares para escuchar una canción, una llamada rápida o la excusa de salir a dar una vuelta porque “me lo dice el reloj”. Son salidas breves, asumidas, que permiten volver a la mesa con otra actitud y sin sensación de conflicto. No es aislamiento, es autorregulación.
Tecnología para que las uvas pasen mejor
La tecnología en Nochevieja no arregla los conflictos familiares ni convierte la Nochevieja en una postal perfecta. Pero sí ayuda a que la cena avance sin choques innecesarios, a que las doce uvas se tomen sin atragantarse y a que la noche termine con menos ruido del que empezó. En una tradición tan cargada de expectativas como la Nochevieja, eso ya es bastante.
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