Hablan quienes conocieron al dueño del bar El Brillante: «Era muy buena persona y muy trabajador»
«Era un gran hombre, amable y muy trabajador», comenta Miguel, uno de los taxistas aparcados en la puerta del famoso bar de calamares. «Yo le llevé muchas veces en mi taxi», dice entristecido. Un cliente fiel, de los de toda la vida le recuerda siempre «al pie del cañón, en la barra y por las mesas saludando». Son algunos de los testimonios de quienes le conocieron y le recuerdan, a las puertas del negocio, con sorpresa y con dolor.
La muerte del dueño del madrileño bar El Brillante, Alfredo Rodríguez, el pasado lunes fue el trágico final de un empresario que había luchado durante décadas por su negocio. Justo antes de que estallara la pandemia del coronavirus había decidido apostar por la expansión de la empresa y abrir nuevos establecimientos. La coyuntura económica le generó muchas deudas y problemas que le llevaron a un trágico final desesperado.
Fuentes cercanas al empresario confirmaron que se suicidó con una pistola el lunes 30 de agosto, tras dejar un mensaje a un familiar, si bien desde la familia no se ha informado de cómo falleció. De hecho una de sus tres hijas, contaba el viernes 3 de septiembre a OKDIARIO que «lo están pasando muy mal y que no van a hablar», dijo, mientras visitaba el bar a media mañana.
Un emblemático bar frente a la madrileña estación de Atocha, donde a simple vista todo sigue igual. Lleno de turistas y clientes fieles tomando el mítico «bocadillo de calamares».
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