Fallece el dueño de El Brillante, Alfredo Rodríguez, el rey del bocata de calamares

El dueño de El Brillante acabó con su vida
Alfredo Rodríguez. El Brillante
Andrés Dulanto
  • Andrés Dulanto
  • Redactor Jefe responsable del Departamento de Economía en OkDiario, después de haber trabajado y colaborado con distintos medios, en grandes empresas y en agencias de Información y de Comunicación. Más de 25 años informando de la actualidad en diferentes secciones y desde varias ciudades para EFE, especialmente concentrado en Economía y Contenidos Digitales. Ex miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Periodistas de Información Económica APIE.

El dueño del histórico bar madrileño «El Brillante», Alfredo Rodríguez, ha fallecido este lunes a los 67 años tras una vida como referente en la hostelería madrileña, en la que su mítico “bocata de calamares” se ganó un puesto de honor entre los imanes que atraen a la capital de España desde su establecimiento central, ubicado en la Plaza de Atocha, a pocos metros de la estación ferroviaria y el Barrio de las Letras.

Independientemente del éxito empresarial, era una persona muy querida por todos los que le tratamos profesionalmente y por sus empleados, que apreciaban su bondad y su compromiso con los trabajadores, que podían encontrarlo, sin previo aviso, tirando cañas en la barra de El Brillante sin que ningún cliente supiera que le estaba atendiendo el dueño.

“Soy tabernero, aunque también sea el dueño”. «Me gusta estar atendiendo a la gente junto a mi familia (así llamaba a sus empleados)», comentaba un día en el palco del Wanda Metropolitano que gestionada y en el que invitaba a gente del sector, clientes, asociaciones benéficas, artistas, y algún que otro periodista.

En 1967 comenzó a trabajar en ese bar fundado por su padre a mediados de los 50´s. Según comentaba, sus problemas de salud le dificultaron la infancia y los estudios y se volcó de lleno en impulsar el negocio. Casi 55 años después, una caña y el bocadillo de El Brillante son prácticamente elementos obligados para turistas, y no turistas, que quieran conocer de primera mano los “sabores tradicionales” de la vida madrileña.

Rodríguez defendía que el éxito de su bocadillo de calamares no era el precio (bastante bajo). Era la calidad del producto: calamares del Pacífico, rebozados con harina de garbanzo (según él una de las principales claves del producto), aceite de oliva de calidad y un pan recién sacado del horno.

Aseguraba que nunca se iba a retirar, “me llegue la oferta que me llegue”. De hecho, explicaba que unos inversores chinos le habían ofrecido “muchos millones de euros” por “la marca El Brillante”. “El bar les importaba mucho menos que poder comercializar el nombre”. “Pero yo no dejo a mi familia tirada”, presumía.

Personal de más de 45 años

Era partidario de contratar a personal de más de 45 años, por su experiencia y por “haber pasado por la universidad de la vida. Como yo”. De hecho, este verano volvió a protagonizar titulares en la prensa por su decisión de sólo contratar a mayores de 50 años ante la crisis que vivimos y la errónea tendencia de muchas empresas de no apreciar el valor de los trabajadores “más senior” a la hora de ampliar sus plantillas.

Su espíritu emprendedor le llevó a embarcarse en múltiples aventuras empresariales, desde compañías de lanchas, o de ropa para motoristas, hasta comprar hace cinco año Cafés Luthier.

Desde su perfil de Twitter, la Academia Madrileña de Gastronomía anunciaba el fallecimiento de Alfredo Rodríguez, lamentando la perdida de uno de los hosteleros que más han contribuido al éxito de los bocadillos más populares en Madrid, mientras que fuentes cercanas al empresario confirmaron el fallecimiento, y varios de sus conocidos y amigos han volcado en distintas redes sociales imágenes junto al fallecido, valorando su personalidad e historial emprendedor .

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