¿Cómo lo ha vivido alguien que no es muy fan de la cantante?

‘The Eras Tour’: crónica de un concierto de Taylor Swift desde dentro

¿Merece la pena el espectáculo?

Taylor Swift
Concierto de Taylor Swift en Madrid.

Ya ha pasado el huracán Taylor Swift por Madrid. Durante los días 29 y 30 de mayo, la megaestrella estadounidense ha dado sendos conciertos en la capital, revolucionando a propios y extraños. Te contamos cómo fue vivir una jornada de más de doce horas entre colas, esperas, estrés, un público entregado, un espectáculo medido y mucha deshidratación. Estar en el The Eras Tour era casi una obligación social, te guste o no Taylor Swift. Era donde había que estar, así nos lo vendían. Y lo cuenta alguien que nunca ha sido especialmente fan de la cantante, que no es muy dado a los conciertos en vivo ( y mucho menos a las multitudes y al calor) pero que, sin embargo, ha descubierto algo relevante de la experiencia.

Querer vender la entrada el día antes

Jueves 30 de mayo. Empezamos la cola a las ocho de la mañana. El día anterior yo quería vender mi entrada. Los razonamientos eran poderosos: tengo 45 años, un tamaño físico considerable, no hago ejercicio, detesto el calor, las aglomeraciones y me podrían dar hasta 600 euros en reventa (me costó 230). En realidad la compré hace casi un año porque a mi pareja le hacía ilusión y uno tiene que ceder y compartir a veces lo que le gusta al otro. Llegado el momento ya no estaba tan convencido. Todas mis amistades me llamaban preocupadas: «¿Seguro que tú vas a aguantar eso?, pero si para tí subir tres pisos de escaleras es como una yincana militar», me decían. Tenían razón. El caso es que me convencí de que, si no soportaba estar en la cola bajo el sol antes de entrar al Santiago Bernabéu siempre podría largarme de allí y sacar, de paso, algún beneficio económico. Sí, ya sé, los verdaderos swifties me querrán crujir por decir esto. Al fin y al cabo le he quitado el puesto a alguien que seguramente le apasiona Taylor Swift mucho más que a mí, que la tolero, me gustan algunas de sus canciones, pero para nada la venero con pasión.

Taylor Swuift.
Fans haciendo cola para el concierto de Taylor Swift en Madrid

No fue tan malo como era de esperar

Primera sorpresa: todo está muy bien organizado. Nos colocan en los paseos peatonales y ajardinados del paseo de la Castellana, a unos cien metros del estadio del Real Madrid. Nos ordenan en cuatro filas y nos ponen números en las manos para que, cuando llegue el momento de la apertura de puertas (a eso de las cuatro y media de la tarde), respetemos un orden. Hablo en primera persona del plural pero no debería. Primero va un amigo madrugador que nos guarda el sitio y luego vamos el resto. Somos cuatro en total, las entradas máximas que se podían comprar por persona cuando salieron a la venta. Yo voy equipado: muchos clinex, crema solar, gorra, comida para todos, ibuprofeno y tropecientas botellas de agua inútiles puesto que, cuando entremos, nos las van a quitar. Llego como a las doce del medio día y me encuentro un ambiente festivo. Mi grupo está protegido por las sombras de los árboles y nos plantamos ahí a comer algo. No era la pesadilla que esperaba.

Taylor Swift
Fans esperando a entrar en el concierto de Taylor Swift en Madrid.

El respeto de los ‘swifties’

Me concentro en los personajes que me rodean. Estoy fascinado. La gran mayoría van perfectamente ataviados para la ocasión. The Eras Tour es un recorrido por todas las etapas artísticas de Taylor Swift, por lo que sus fans la homenajean luciendo cada uno de sus estilismos más icónicos. A mí me parece un carnaval divertidísimo pero, para ellos, es algo muy serio.Veo muchas lentejuelas, monos ceñidos con una serpiente bordada ( por el disco Reputation), vestidos de época ( lloro sólo por el calor que deben de sentir), muchos gorros de vaquero rosas, gafas en forma de corazón y demás detalles que esta mujer de 34 años y con una fortuna de más de 1300 millones de dólares, ha conseguido convertir en una necesidad comercial. La maquinaria de hacer dinero está a todo rendimiento. Hay tres camiones de merchandising aparcados en la zona para aprovechar la espera. Me acerco, miro los precios y alucino: 50 euros por una camiseta y 80 por una sudadera.

Taylor Swift
Fans esperando para entrar al concierto de Taylor Swift en Madrid.

El ambiente es relajado y cordial. Muchos fans entablan conversación al intercambiarse las famosas pulseras de la amistad (de fabricación propia la mayoría) que Swift hizo famosas en su canción You’re On Your Own, Kid. Este trueque es uno de los muchos rituales que rodean a la estrella estadounidense y ese es uno de los secretos de su éxito. Ha conseguido crear una mitología sobre su persona: desde sus canciones llenas de mensajes a su ex (aunque nunca de manera oficial) hasta los miles de huevos de Pascua que va dejando en cada actuación o aparición pública que hace. Desde fuera (desde alguien que nunca ha sido un fan devoto de nadie), se me antoja como una especie de religión de objetivo consumista pero pacífica y relajada.

Taylor Swift
Pulseras de la amistad de Taylor Swift.

Ocurre algo durante la espera antes de entrar en el Bernabéu que me llama la atención. Un joven que luce una corona en la cabeza se acerca a un grupo de chicas que está a nuestro lado y pregunta (en inglés) si alguien quiere una entrada. No la vende, la regala. Nos quedamos boquiabiertos. ¿Qué truco hay? Esto es imposible. Yo enseguida pienso en amigos que estarían encantados de venir corriendo y apuntarse, pero el joven pone una condición: sólo quiere dársela a un auténtico swiftie. No explica la razón del porqué de su oferta. De repente, una chica se emociona. Lleva allí desde la madrugada, acompañando a unas amigas. No tenía entrada y es una fanática más. Se ha obrado el milagro, ya puede ver a su ídolo. De repente, entiendo la seriedad con la que se toman estos admiradores el The Eras Tour, el respeto que se tienen entre ellos y me emociona. Obviamente, aunque quisiera, ya no pienso en revender mi entrada.

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Concierto de Taylor Swift en Madrid.

Sufrir para disfrutar

Llega el momento. Como si fuéramos niños en una excursión del colegio, una agente de seguridad nos guía hasta la entrada del Santiago Bernabéu. Tenemos que ir de dos en dos, sin pararnos. «Rápido, rápido, pero sin correr» Nos hacen tirar las botellas de agua, pasamos el control de seguridad, mostramos las entradas y ya estamos. A estas alturas empiezo a emocionarme, a contagiarme de la histeria colectiva. Pronto vuelve a bajar mi ánimo. Dentro hace mucho calor y nos quedan más de tres horas allí plantados, de pie, hasta que aparezca Taylor a las ocho. Pienso en esa idea tan anclada en nuestra sociedad de que para ser feliz hay que sufrir primero. Es parte del rito: la espera, la incomodidad y la deshidratación, como sacrificio por el disfrute. Por ello, cuando mi cuerpo empieza a tensarse y a mostrar dolor, de repente, aparece ELLA y todo cambia.

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Concierto de Taylor Swift en Madrid.

Una pantalla enorme es el eje central del espectáculo. Ella surge del escenario de manera triunfal, entre velos gigantes. El público estalla. Yo me incluyo y me dejo arrastrar por la euforia colectiva. Me pregunto si me pasaría lo mismo en un concierto de Maluma (no soporto su música) y si, al final, en momentos así, nos limitamos a imitar a nuestro entorno. Ni idea, lo único que sé es que lo gozo. Durante una hora lloro y grito como el swiftie más fiel del mundo. Abrazo a mi novio y a mis amigos y me siento feliz.

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Concierto de Taylor Swift en Madrid.

Espectáculo controlado

No voy a describir ni analizar el concierto canción por canción porque, primero, no soy crítico musical y, segundo,  porque si alguien lo quiere ver puede hacerlo si tiene Disney + (lleva ahí colgado desde hace meses después de haber arrasado en taquilla. Esta mujer saca tajada de todo). Lo que sí haré es analizar varias cosas que me llaman la atención. Taylor va a tocar Champagne problems y mi novio me dice: «Cuando termine esta canción hay que hacer una ovación de 3 minutos». «¿Por qué?», pregunto. «Es una tradición», me responde sin darme más explicaciones. Efectivamente, sucede lo que él ha presaguiado. El público enloquece y regala el aplauso más largo de la noche, mientras que la cantante parece sorprendida y halagada. No entiendo: ¿Quién ha decidido esta costumbre? ¿Taylor está fingiendo una falsa modestia? Es la primera vez que me siento como una marioneta que ha de cumplir con el juego establecido de su líder espiritual.

Taylor Swift
Concierto de Taylor Swift en Madrid.

A parte de esto, el show me gusta pero quizá me resulta más humilde y sencillo de lo que esperaba. Con el dinero que tiene esta mujer podría resucitar a Napoleón si quisiera pero apuesta por efectos visuales ya vistos y una puesta en escena funcional pero bonita. Tampoco hace falta más, no todos tienen que ser Beyoncé. Taylor le da a su público lo que quiere y más.

fans Taylor Swift
Taylor Swift (AFP).

La última lección

La última hora del concierto (dura tres y media) se me hace cuesta arriba. Mi atención se centra en mis piernas, doloridas por la tensión, y en mis cervicales, que me piden a gritos que me tumbe. No estoy hecho para esto. Pero, de repente, me doy cuenta de por qué estoy ahí y la razón por la que nunca olvidaré esta noche. Estoy viendo a mi pareja y a una de mis mejores amigas llorar emocionados, sanando dolores y angustias, dejándose llevar. No, no he ido a ver a Taylor Swift. He ido a verla a través de los ojos de aquellos a los que quiero. Para mí es mucho mejor que el concierto. No pienso en el viaje que me podría haber hecho con el dinero de la reventa. Esta experiencia sí quería vivirla. Todo ha merecido la pena.

Termina el concierto. Daría lo que fuera por una gota de agua. Estoy agotado y deseando salir. La aglomeración, fuera ya en la calle, es apabullante pero me da igual. Estoy satisfecho. Gracias, Taylor. No has conseguido que sea un swiftie, no creo que jamás forme parte de tus filas más fieles pero me has conectado más con gente que me importa. Tienes todo mi respeto. Eres una jefa.

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