Los vivas de Gabriel Le Senne
Resulta sintomático que la prensa escrita haya sido unánime al titular el discurso del presidente electo del Parlament, Gabriel Le Senne (Vox): «Vivan las Islas Baleares y Visca Espanya». Curiosa coincidencia, porque unos lo verán como una anomalía mientras otros traducirán el gesto como retorno a la normalidad. ¿De verdad que es una anomalía el decir vivan las Islas Baleares y visca Espanya? Encima con ese guiño al bilingüismo. Eso explicaría el rasgado de vestiduras de la izquierda, incluyendo exclamación sobreactuada: «¡Una situación de emergencia democrática!», dicen.
Uno de los periódicos locales apesebrados se permitía titular: Indignación en la clase política balear, añadiendo que el principio de acuerdo PP-Vox «es una amenaza a los valores democráticos». ¿Disculpen? La clase política es el conjunto de partidos con representación y por tanto no se debe excluir ni al PP ni a Vox, porque de lo contrario estaríamos hablando de un estado bananero que no reconoce al que piensa distinto. Si tomamos interés en leer los puntos del preacuerdo PP-Vox, ¿dónde está la emergencia democrática?
Los cinco puntos del preacuerdo firmado el 19 de junio inyectan el sentido común a propósito de la enseñanza bilingüe, la rebaja de impuestos, reducir la ecotasa en temporada baja, la promoción del comercio, la industria o el sector primario, la mejora de los servicios sociales y la sanidad pública, así como la protección de la mujer con especial atención a menores tuteladas. Lo mismo cabe decir a propósito de las propuestas del grupo municipal de Vox en Palma encaminadas a la mejora de la ciudad. ¿De verdad se trata de acuerdos y propuestas que amenazan los valores democráticos, llegando al extremo de situarnos ante una situación de emergencia democrática?
¿No esconderán estas alarmas catastróficas desde la izquierda el pavor que les produce la posibilidad cierta de que el gobierno de centroderecha llegue a restituir la seguridad jurídica y una convivencia liberada de las consignas ideológicas que tanto daño han provocado estos últimos ocho años? Y diré más. La izquierda no puede permitirse el éxito del centroderecha, porque la consecuencia inmediata sería verse alejada del poder varias legislaturas. El farisaico rasgamiento de vestiduras persigue la agitación, crear tensión.
La inmensa mayoría de los votantes de centroderecha en Baleares ve aceptable un pacto PP-Vox en las instituciones donde sea necesario para recuperar la dignidad perdida como consecuencia de los permanentes desastres a causa de anteponer ideología a interés general. Al votante del centroderecha ante la tesitura de elegir continuismo o cambio, lo que le importa es la seguridad jurídica, abrir espacios de progreso social lejos de imperativos ideológicos. Es un votante que aspira a la recuperación de una convivencia que ha sido envenenada sistemáticamente estos últimos ocho años.
Dice la extrema izquierda que habrá retroceso en avances sociales. ¿Acaso se refieren a la eliminación de cantidad de chiringuitos montados para dejar colocados a sus afines? El votante de centroderecha es impermeable a los alarmismos de la extrema izquierda en plan ¡que viene el fascismo! Es un votante que ha padecido en carne propia los desastres del Pacte de Progrés.
Piensa la izquierda, además, que en el centroderecha hay un partido pocho, «dañado» por sus complejos de inferioridad (el PP); que asume el lenguaje de la corrección política, la mayor castración del pensamiento. Vox, como partido y también sus votantes, reivindica regresar a la cordura y defender principios que han sido prostituidos por la izquierda, poniendo al PP frente al espejo de sus renuncias, las mismas que ha aprovechado la izquierda en su incansable tarea de colonizar estados de opinión, a sabiendas de que el PP no parece capaz de combatir apresado en sus propias contradicciones.
No es de extrañar, entonces, que frente a unas negociaciones que conducen con bastante probabilidad a un acuerdo de gobernabilidad PP-Vox salte a la escena la separatista OCB, exigiendo a la izquierda la abstención, para que el PP pueda gobernar sin Vox. ¿Por qué? ¿Debo explicarlo? Sencillamente porque saben que el PP sigue siendo un partido pocho y en consecuencia de fácil manipulación, como ya ha ocurrido en todo el proceso de inmersión.
De momento se han constituido los ayuntamientos de Baleares y algunos de ellos gracias al pacto PP-Vox, exceptuando el de Palma cuando parecía que el alcalde Jaime Martínez (PP) valoraba la capacidad de gestión del grupo municipal de Vox, cuyo líder –porcentualmente- ha sido el más votado en España. Que lo hiciera el Pacte de Progrés respondía a su lógica cainita, tan propia de la extrema izquierda, pero cómo se explica que Martínez elimine de la gestión local nombres de prestigio como Fulgencio Coll y Gari Durán.
Por último, El PI, que es un partido extraparlamentario, se escandaliza por entender que «nuestra identidad, lengua y cultura están en peligro con el fascismo en la Presidencia del Parlament». Para eso ya está Més, so bobos.