Vinicius y el «odio más a un ultra del Madrid que a un negro» 

Vinicius

«Odio más a un ultra del Madrid que a un negro» es lo que dijo, desde la cárcel, en una entrevista con Jesús Quintero, Oliver Sánchez, un ultra culé condenado por el asesinato, en octubre de 1991, de la transexual Sonia Rescalvo Sánchez en el Parque de la Ciudadela. Me ha venido a la cabeza cuando, en una tertulia televisiva de hoy, un representante de la policía describía el perfil de los primeros detenidos por los insultos racistas que recibió el futbolista del Real Madrid Vinicius Jr. en el estadio de Mestalla el pasado domingo. Son cuatro jóvenes, encuadrados en grupos ultras, de nacionalidad española de entre 18 y 21 años.  Bastante representativos del tipo de personal que se entrega a disturbios públicos de diverso calibre. Efectivamente, quienes ofendieron al jugador encajan en un patrón muy concreto: gente muy joven que muchas veces ya tiene antecedentes por agresión u otros delitos.

Como en todos los casos donde hay cierta alarma social, se quiere hacer de la anécdota una categoría, y andan los medios y las redes unos preguntándose si España es racista y otros afirmándolo directamente. ¿Qué verdad podría conseguirse así? Ninguna. Los ciudadanos, si quisieran, podrían afinar un poco, pues tienen a su disposición instrumentos sofisticados para aproximarse a cualquier problemática que les inquiete. La administración cuenta con instituciones como el CIS, por ejemplo, para acercarse desde la racionalidad y el análisis crítico a un tema como éste (Tezanos mediante, ejem). Pero, al parecer, a nadie se le ha ocurrido. El «¿Es España racista?» sólo necesita de la mera opinión y de las conjeturas que se puedan lanzarse desde cualquier punto del espectro político al calor del calentón.<

Yo no sé si España es racista. Imagino que será averiguable en modo relativo (comparándonos con los demás países) porque el absoluto pertenece al campo de la metafísica y de los intereses sectarios de partidos y organizaciones. Si es aprovechable políticamente no requiere recordar que siempre hay un sector de la sociedad, por suerte una minoría, capaz de una gran agresividad. Hay que tener la cabeza un poco afectada para decir: «Odio más a un ultra del Madrid que a un negro».

Vinicius es negro y lo deshumanizan llamándole «mono». Eso es terrorífico, pero se han oído proclamas y gritos igual de deshumanizadores por parte de supuestas «aficiones» contra equipos rivales en Cataluña. El odio no necesita del color de la piel, y el vándalo que asesinó a Sonia lo dejó muy claro. Puedes ser negro, transexual, homeless o un miembro hetero, blanco y con techo del odiado equipo contrario.

Hay una edad en la que, mayoritariamente los varones, tienen la tentación de la violencia. En todas las culturas, la testosterona crea un cóctel peligroso con determinadas frustraciones, desestructuras o patologías mentales. El perfil está muy claro y, no, no encaja ahí la sociedad en su conjunto. En 1981 nacían los Boixos Nois que se declaraban entonces «de izquierdas, anarquistas y catalanistas». Pero podrían haberlo hecho de cualquier otra manera, según moda y ocasión. Diez años más tarde asesinaron al seguidor del Espanyol Frederic Rouquier. Teinta y ocho años después se liaban a puñetazos con los independentistas de Tsunami Democràtic. Es que da igual.

Pero van a ver qué bien le viene la polémica a algunos políticos o activistas. El presentador de Onze en TV3 Xavier Valls, que acostumbra a soltar discursos independentistas en su programa, aprovechando que el Besós pasa por Santa Coloma, ha atribuido directamente los insultos al proceder policial en el referéndum del 1 de octubre de 2017. Para él, la actuación entonces de la Policía Nacional y la Guardia Civil desencadenó algo parecido a un clima de odio que se ha generalizado por todas partes. Irene Montero, buscando causa nueva con desespero, ya tiene una cita en la embajada de Brasil.  Y el presidente Lula se frota las manos ante la perspectiva de sacar partido a esa “leyenda negra” tan cara a la izquierda española y la iberoamericana.

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