Trump marca territorio ante China
El 6 de enero Kamala Harris pasará la humillación de convertir en oficial la victoria de Donald Trump, en su condición de presidenta del Senado. El nuevo presidente de Estados Unidos llegará a la fiesta de los Reyes Magos con su carta ya escrita y leída a todo el mundo. Como si jugase al Risk, el 47º presidente habló de comprar Groenlandia al reino de Dinamarca, de incorporar Canadá como nuevo estado y de recuperar el canal de Panamá. ¡Menudo programa para el 250 aniversario del nacimiento del país! ¿MAGA o MABA? ¿Make America Great Again o Make America Bigger Again?
Los mismos columnistas, corresponsales y expertos que aseguraban que Joe Biden estaba perfectamente sano, que el contenido del portátil de su hijo Hunter era obra de los servicios secretos rusos, que Trump estaba siendo chantajeado por Putin, o que Kamala ganaría las elecciones gracias al voto de las mujeres, han aplicado su ya probada capacidad a esa aparente expansión territorial para concluir que, de nuevo, había entrado en la Casa Blanca un megalómano. Y ahí ha acabado su análisis. Nosotros vamos a ser rebeldes al pensamiento dominante y a ofrecer unas explicaciones diferentes.
Aparte de las ‘tierras raras’ y el petróleo que puedan hallarse en Groenlandia, el dominio de ésta por parte de Estados Unidos cerraría a la armada rusa el acceso al Atlántico desde el océano Ártico. Washington construyó en 1941 en la costa occidental de la isla una base militar contra una invasión por parte del III Reich, que amplió durante la Guerra Fría para vigilar a la URSS y que sigue operativa.
El ofrecimiento de convertir a Canadá en el estado número 51 no fue más que una ‘boutade’ para subrayar la dependencia del inmenso y vacío país: su superficie supera a la de Estados Unidos, pero sus habitantes equivalen a los de California. Trump quería dejarle claro al primer ministro canadiense, el progre Justin Trudeau, que debía cerrar su frontera a la inmigración ilegal y ser un buen vecino, so pena de sufrir una subida de los aranceles.
Idéntico mensaje envió Trump a la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, aunque sin mencionar para nada la incorporación de la nación hispana a Estados Unidos, pues los casi 130 millones de mexicanos serían inasimilables y, encima, con derecho de voto. Ya se planteó en 1847, tras la ocupación de su capital por tropas estadounidenses en 1847, pero se rechazó por este motivo.
Más serias son las palabras sobre el canal de Panamá. Estados Unidos promovió la secesión de Panamá de Colombia cuando el gobierno de Bogotá no quiso someterse a las exigencias de Washington. La independencia de Panamá se proclamó el 3 de noviembre de 1903 y el Tratado Hay-Bunau Varilla lo aprobó el gobierno de la nueva república el 18 de noviembre. Éste incluía la cesión a perpetuidad a Estados Unidos de una franja de cinco kilómetros de ancho a cada lado del futuro canal. La gigantesca obra se inauguró en 1914; y en 1977, los presidentes James Carter y Omar Torrijos negociaron su entrega a la soberanía panameña en 1999.
Para Estados Unidos, potencia marítima, el canal es uno de los puntos capitales de su despliegue, como lo fueron para el imperio británico el control del canal de Suez, Singapur, o Hong-Kong (Gibraltar sigue siendo colonia británica).
Cuando Trump se quejó de que las tarifas cobradas a los buques de bandera estadounidense eran demasiado altas y amenazó con recuperar la soberanía sobre el canal (aunque sin explicar cómo), el mensaje no se dirigía a los panameños, sino al gran rival de Estados Unidos, tal como él lo había enunciado en su primer mandato: China.
Estados Unidos ha usado los océanos Pacífico y Atlántico, primero, como protección respecto a las guerras y, a continuación, como trampolines para asentarse en los demás continentes, vigilar el tráfico comercial y militar en ellos y disponer de capacidad para anticipar peligros y ataques. Por ello, dispone de bases navales y aéreas en Islandia, Puerto Rico, España, Gran Bretaña, Japón, Filipinas, Guam, Australia y Corea.
Una vez convertida China en la “fábrica del mundo libre”, el régimen comunista está expandiéndose por tierra y mar y preparando su diplomacia y sus fuerzas armadas para enfrentamientos con sus vecinos y rivales.
En 2017, Panamá retiró su reconocimiento diplomático a la República de China (Taiwán) y lo trasladó a la República Popular China.
A los pocos meses, ambos países firmaron 25 acuerdos de cooperación bilateral, que incluyen la financiación china en las áreas de hidroelectricidad, energía, infraestructura de transporte y agrícolas. El más llamativo fue el Memorándum de Entendimiento sobre la Cooperación en el Marco de la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Iniciativa Marítima de la Ruta de la Seda del Siglo XXI; es decir, la incorporación de Panamá a la red comercial que Pekín está estableciendo hasta Madrid y Londres, a través de Asia, África y el océano Índico.
Con este documento, Panamá se convirtió en el primer Estado americano en unirse al proyecto chino; luego siguieron otros, como Bolivia, Trinidad y Tobago y Guyana. Además, la empresa hongkonesa Hutchinson Wanbao gestiona los puertos de Balboa y Cristóbal. Es decir, los chinos han puesto sus pies y sus ojos en las bocas del canal.
El 14 de noviembre, menos de diez días después de que Trump supiera que había sido reelegido, el dictador chino Xi Jinping participó con la presidenta peruana, Dina Boluarte, en la inauguración del complejo portuario de Chancay, situado a 75 kilómetros al norte de Lima. El propietario es Cosco Shipping Company, la empresa estatal china dedicada al transporte marítimo, que ha invertido 3.400 millones de dólares en la construcción de quince muelles y otras instalaciones.
La bahía de Chancay va a convertirse en el Rotterdam sudamericano, ya que gracias a su gran calado pueden amarrar en ella los mayores buques existentes, de 400 metros de eslora y que transportan hasta 24.000 contenedores. Chancay será el primer centro logístico del Pacífico sudamericano, en perjuicio de los puertos chilenos, y atraerá el comercio de los países ribereños y, también, de Brasil, otro miembro de los BRICS, como China.
Si marcáramos en un mapa la presencia china en América, resaltaría que está envolviendo a Estados Unidos por el sur, de momento con proyectos comerciales. Aunque como dijo un político inglés de un tiempo ya pasado en que su país regía los mares, “el Imperio es el comercio. Fue creado por el comercio, está fundado sobre el comercio, y no podría existir ni un día sin el comercio”. Y esto lo saben Trump… y millones de sus votantes. Pero en España nuestros ‘expertos’ siguen empeñados en reírse del bocazas del pelo naranja.