Tiempos de esperanza

Rosa Díez

“Son tiempos de resistencia, son tiempos de rebeldía, son tiempos de esperanza”, dice María Corina Machado. Bueno, pues tal y como estaba previsto, Alberto Núñez Feijóo, el candidato que ganó las elecciones generales el 23J y que cuenta con 172 votos en un Congreso de los Diputados en el que la mayoría está establecida en 176, no ha conseguido superar la investidura.

El Rey ha convocado nueva ronda de contactos para el día 3 de octubre y, tras escuchar a los grupos parlamentarios –no a todos, los cómplices con los que cuenta Sánchez para conseguir la investidura y proseguir su estrategia de demolición de la democracia de Sánchez no reconocen la figura del jefe del Estado y no acudirán a la cita–, con toda probabilidad Felipe VI designará a Pedro Sánchez como nuevo candidato a la investidura. Y en la fecha que Sánchez ordene a su delegada en la presidencia de la Cámara, esa señora que responde al nombre de Armengol, el presidente en funciones intentará revalidar la mayoría de votos para mantenerse en la Moncloa.

Si Sánchez es fiel a sí mismo hará lo único que sabe hacer: “lo que sea, como sea y con quien sea” para conseguir los votos de quienes le llevaron a La Moncloa en la ultima sesión de investidura (la sexta a la que se sometió) y proseguir en su empeño de liquidar el sistema del 78 para poder seguir gobernando como un autentico caudillo.

En un momento en el que el mentiroso que vive en La Moncloa y toda la prensa del régimen sanchista (públicos y concertados, ya saben…) se empeñan en falsificar la historia para imponer un relato alternativo que le venga bien al impostor, conviene recordar los hechos. Pedro Sánchez se ha sometido en seis ocasiones a una votación de investidura; dos de ellas se celebraron en marzo de 2016 y fracasó en ambas. Lo volvió a intentar en otras cuatro ocasiones, entre el 23 de julio de 2019 y el 7 de enero de 2020, fecha en la que finalmente, y con un raspado resultado, lo consiguió. Sánchez es hoy presidente con el respaldo de 167 diputados –cinco menos de los que tiene Feijóo– y el voto negativo de 165.

Desde 1979, el Congreso de los Diputados ha votado dieciséis investiduras en veintidós sesiones –primera y segunda vueltas–. Pedro Sánchez ha protagonizado seis de ellas, lo que le convierte en el candidato más rechazado de la historia de la democracia española. Yo creo que por ser protagonista de ese reiterado rechazo y por haber conseguido hacerse con la presidencia del Gobierno de España en primer lugar con una moción de censura fraudulenta y, después, por el margen más escaso de nuestra reciente historia –un voto de diferencia y sin mayoría absoluta–, Pedro Sánchez se ha ganado a pulso hacerse un hueco en la historia de España, aunque sea en la historia con minúsculas protagonizada por un tipo sin escrúpulos y, diría que sin vergüenza.

Bueno, pues una operación similar –alzarse con una exigua mayoría con el apoyo de los enemigos de la nación democrática– el PSOE y Pedro Sánchez pretenden superar el trámite de la investidura si el Rey lo designa candidato. Habrá quien piense que no es posible que el PSOE, sabiendo en qué exigencias se basará esa nueva mayoría, no lo consentirá. Quienes así prefieren pensar –hacer que piensan, más bien– forman parte de ese ejército de cobardes silenciosos que se niegan a ver la realidad para no sentirse culpables. Pero la verdad es que no hay ninguna esperanza de que el rebaño se salga del redil. Y es que por duro que les resulte aceptarlo, con unos dirigentes sin principios morales que les guíen, en el Partido Socialista Obrero Español ha desaparecido todo rastro de socialdemocracia liberal y reformista. El PSOE de hoy es simplemente una sigla, una marca comercial, “una carcasa útil a comunistas y asimilados que lo han colonizado como hace el cangrejo ermitaño para sobrevivir”, en acertada descripción de Jesús Cuadrado.

La esperanza de que esa investidura no culmine como Sánchez y el PSOE prevén no reside pues en la banda de los de Ferraz sino en la resistencia y la rebelión de los demócratas españoles. Bien es cierto que, a lo mejor, el prófugo de la justicia y los indultados por Sánchez –o sea, los golpistas catalanes– hacen un cálculo y prefieren repetición de elecciones antes de hacerle presidente, a sabiendas de que Sánchez estará dispuesto a darles lo que le pidan, como hizo con Pablo Iglesias cuando le llevó a repetir elecciones, que pasó de afirmar que con él no podría dormir a encamarse en colchón nuevo y hacerle vicepresidente y compañero de almohada.

Pero lo que no podemos hacer de ninguna manera es fiarnos de lo que no está en nuestra mano, fiarnos de las decisiones tácticas que al servicio de su propia estrategia puedan tomar los herederos de ETA junto a los golpistas y a los prófugos de la justicia. No podemos esperar que los enemigos de la España democrática, blanqueados por el PSOE para blanquear su propia indignidad, determinen el futuro de España.

Tampoco podemos caer en la trampa del relato, en el señuelo que han comenzado a difundir en los últimos días para aparentar que lo más grave es el referéndum de independencia que exigen los cómplices catalanes de Pedro Sánchez para facilitarle la investidura. Si se aprobara una ley de amnistía –la llamen como la llamen, sus efectos no se pueden enmascarar y serán letales– todo lo que venga después dará igual. La amnistía lleva inevitablemente a recoger todas las demás reivindicaciones, pues supondría la asunción por parte de la mayoría parlamentaria de los postulados de los enemigos de la nación democrática: que en España no había democracia, que los tribunales no aplicaron leyes legítimas y que lo legítimo fue el golpe –o el crimen– y lo ilegítimo han sido las decisiones que se tomaron para defender la democracia, desde el discurso del Rey tras el 1 de Octubre de 2017 hasta la movilización ciudadana o las resoluciones de los tribunales de justicia.

No nos dejemos enredar. La “exigencia” previa de referéndums es una trampa pactada entre los separatistas/golpistas catalanes y Pedro Sánchez para desviar la atención sobre lo esencial y, de paso, dar la falsa imagen de que Sánchez se opone a las “desmedidas” exigencias de los separatistas, cuando ya ha aceptado lo fundamental.

No nos dejemos confundir. No dejemos que el futuro de España dependa de sus enemigos; el futuro de nuestro país depende de nosotros, del conjunto de españoles. Plantemos cara a quienes quieren destruir la convivencia entre españoles, a quienes quieren romper la Nación liquidando la libertad y la igualdad. Y salgamos a la calle, cuantas veces sea necesario, en defensa de lo que nos une.

Nos vemos en Barcelona el 8 de Octubre. Y después nos volveremos a reencontrar en cualquier rincón de España en el que seamos convocados en defensa de nuestras instituciones. ¡Prohibido rendirse por anticipado!

Lo último en Opinión

Últimas noticias