Subestimaron a Sánchez
Tradicionalmente se decía que las elecciones en España se ganaban en el centro. El Octubre amarillo catalán parecía haber cambiado las cosas. La España de los balcones que Pablo Casado ha invocado durante la campaña, y los resultados en Andalucía el pasado diciembre, hacían pensar que, en unas elecciones marcadas por el tema catalán, las llamadas tres derechas ganarían de calle. Ello llevó a los líderes de los tres partidos a hacer un relato catastrofista en el que se daba por hecho que el PSOE de Pedro Sánchez sería engullido por el tsunami catalán.
Sin embargo, Pedro Sánchez y su equipo supieron tirar de viejos vectores, de la vieja lucha izquierda-derecha, y crear un marco en el que el centro había quedado libre para un PSOE que ha exhibido moderación frente al relato que lo tildaba de extremista. Los tres partidos a su derecha mordieron el anzuelo, creyendo que el pacto de la moción de censura sería suficiente para estigmatizar a un Sánchez que podía ser presentado como un radical.
Mientras, el Presidente ha hecho una campaña como si el problema catalán no fuese tan grave, centrando su discurso en el miedo a una derecha que no le disputaba el centro, jugando el centro en un viejo combate derecha- izquierda. El resultado ha sido de un rotundo éxito: la izquierda ha confiado en el PSOE, pero el centro no ha confiado en las derechas.
Especialmente torpe, aunque exitosa por su subida, ha sido la estrategia de Ciudadanos: ha jugado a sustituir al PP, mostrándose duro con Sánchez pero buscando heredar el viejo voto de centro-derecha, pero sin suficiente éxito en el centro. El cordón sanitario al PSOE le regaló el centro al Presidente, y solo ha servido para que Ciudadanos gane al PP en lo que le quedaba de centro. No todo era Cataluña, no todo era el miedo a un gobierno Frankenstein. Sánchez ha sabido hacerse bueno en unos meses de Gobierno, en los que buena parte de las críticas a él dirigidas no se correspondían con dislates en la realidad. Las acusaciones de traición y debacle económica no se sustentaban en hechos alarmantes. La realidad era la de la vieja batalla izquierda-derecha, en la que las derechas no han sabido dar la batalla del centro. Sánchez era mucho más fuerte de lo que parecía (¿acaso se habían olvidado de dominio socialista en las televisiones?), y los tres partidos a su derecha no lo han sabido ver.
El PSOE ha demostrado tener siete vidas. Evitó el sorpasso de Podemos, aprovechó su oportunidad de gobernar, y ha sabido capitalizar el voto útil contra una derecha cuya demonización ha podido más que el debate sobre Cataluña. Su victoria en el centro le compromete: no debería gobernar con los independentistas ni con los extremistas. Sánchez ha ganado crédito de moderación para mucha gente, y si no les quiere defraudar, debería gobernar con Ciudadanos. Será, si se produce, la versión española de la gran coalición alemana.
Diego Vigil de Quiñones Otero es Registrador de la Propiedad y miembro del act-tank Qveremos