Sánchez y su delirium tremens
Claudio Rodríguez, poeta descomunal cuyo primer libro de poemas,
“Don de la ebriedad”, fue valorado por la crítica como uno de los
más brillantes de la lírica española del siglo XX, viene a recordarnos
el delirium tremens que sufre Sánchez, pues su tratamiento requiere
de hospitalización inmediata para prevenir complicaciones mayores.
En la mitología griega el concepto hybris definía al necio que, ebrio
de poder y por tanto, fuera de sus cabales, se comportaba cual títere
en el teatro de la política, siendo proclive a acometer atrocidad tras
atrocidad. No sé por qué, pero me da que acabo de revelar el retrato
robot de Pedro Sánchez, el falsario.
La embriaguez del poder causa alucinaciones personales que pueden
arrastrar a un portentoso país como España a la ruina. Cuando el que
disfruta con la cogorza, mantiene su ego en formol y manifiesta, sin
ética, el delirio, no queda sino acudir a un sabio decir de Cervantes:
“El vino demasiado no cumple palabra”. Lo que equivale a admitir
que Sánchez miente sin parar. Propongo que al maniquí le ajusten la
camisa de fuerza, hasta que su aparato psicomotor engrase las bujías.
Nuestra nación debe ser gobernada por gente que no flipa en Falcon.
Al infatuado fantasma de La Moncloa hay que mandarlo en patera a
Turquía o directamente a la amnesia.
Cualquier experto económico asume que la liviandad de Sánchez ha
multiplicado – en nueve meses de gobierno – la deuda pública a un
ritmo de 146 millones de € diarios, sin añadir los miles y miles de
millones que ofrece y rifa en indecentes promesas electorales, con la
sola intención de engañar a los votantes, para no verse obligado a
abandonar el nido palaciego. Su ambición desconoce el límite. Tal
oportunista, anda en fase terminal. Ni Tezanos, ese practicante loco
que le inyecta en vena encuestas adulteradas, logrará que sobreviva.
El beodo de poder y su esbirro, merecen estrellarse contra las urnas.
Dios o Zeus quieran que con ellos acabe la infamia.
Del fraude cum laude al pucherazo electoral, sería la única vía de
escape del maniquí. El poder político del que presume, justifica el
delirium tremens. Cualquier manicomio digno lo aceptará en el ala
de irrecuperables. Médica o científicamente considerado, su delirio
carece de curación. Conviene recluirlo y darle pistachos en el recreo
para que sepa que vale menos que un fruto seco. Aquel gran poeta
zamorano, también escribió, socarronamente, sobre lo que un idiota
diría tras descubrir la felicidad en el poder: “Tengo pelos en el culo,
todas las noches lo cuento, y no me falta ninguno”. Así de simple
es Sánchez, por si deciden votar a un infradotado.