El PP no es una pelea de finos y brutos

El PP no es una pelea de finos y brutos
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La capacidad de manipulación de la izquierda es inaudita e infinita. Resulta que el PSOE, no digamos ya los residuales leninistas de Podemos, se han pegado un tortazo en las pasadas elecciones regionales del domingo, pero el perdedor es el PP, porque Núñez Feijóo, doce años en la Presidencia de Xunta, no es en realidad de ese partido; es un verso suelto más cercano -lo ha dicho una ministra- al moderantismo del PSOE que a la rabia del PP. ¡Que ejercicio de falsificación! Lo malo es que desde la dirección del propio Pablo Casado han entrado al trapo, incluso puede deducirse que el propio presidente popular se ha metido en el charco del si nosotros somos o no somos templados. Como, además, las televisiones amigas se han lanzado a comprar y repartir la mercancía del ajado gurucillo Redondo, lo que sucede es que, una vez más los desafueros de Sánchez y su cuadrilla han sido tapados por el debate al que nos referimos tan artificial como la leche en polvo o el vino en tetra brik.

Porque de verdad, en los que nos deberíamos estar ocupando, no solo los políticos, sino la Nación en general, es en esto otro: ¿cómo es posible que, tras su batacazo histórico, Iglesias siga sentado (más “okupando” que otra cosa) en la Vicepresidencia del Gobierno con cuatro enchufados, o enchufadas ¡por Dios!, repartiéndose las sinecuras del poder. Pero no: al parecer lo que preocupa en los jocundos medios de la información adquirida, es si el PP tiene dos almas, si Feijóo es un bondadoso y morigerado político, mientras Casado es una fiera corrupia que da miedo hasta los púberes. Lo que se trata es, una vez más, de desatar lo unido, de proponer las contradicciones objetivas, según el más viejo manual del marxismo, para ofrecer la imagen de una derecha más partida aún de lo que está que, encima, tiene entablada una pelea a muerte entre los finos y los brutos. De eso se trata.

Pero la interpretación justa de los resultados del domingo desde el campo del centro derecha, es doble: por una parte, que Galicia políticamente se parece poco al resto de España, porque en ninguna otra región de nuestro país el PP tiene una trabazón interna como allí, y porque en Galicia el PP no mantiene “zonas ciegas” como en otros lugares de España. Por otra,  el “grano” del PP, Vox, no aparece por lado alguno en aquella autonomía, por mucho que el voluntarioso Abascal se esté empeñando en revestir sus pírricos logros galaicos como un éxito sin precedentes. Algo parecido ha ocurrido en el País Vasco, donde el último escaño de Álava, el que todavía disputa, mesa a mesa, el PP, no ha viajado a las arcas de Vox, sino a las de los filoterroristas de Podemos. ¡Fíjense cómo se las gasta la anticuada Ley d’Hont!

Precisamente esto es lo que tiene que ocupar la reflexión en el Partido Popular. Han escrito y dicho los demóscopos fiables, no el truhán de Tezanos, que mientras los partidos del centro derecha se presenten separados, Sánchez, el oficiante sempiterno del coranovirus, tiene asegurada su permanencia en La Moncloa. Ni más, más, ni más, menos. Es cierto, porque lo es, que Ciudadanos, lejos de aportar un solo voto al PP en el País Vasco, se lo ha quitado porque, ¿a quién se le ocurre ir del bracete de un partido que se presenta en Vitoria como antiforal y antiCupo? Esta singularidad no obsta, sin embargo, para que la coalición o el entendimiento con lo que queda de Ciudadanos, que ya no es otra cosa que el animoso y confundido Bal y la madre cantana Arrimadas, sea imprescindible en el resto de España cara a unas venideras elecciones generales. Pese al citado sinvergonzón Tezanos, Ciudadanos está en lisis, disolviéndose poco a poco como ha quedado patente en el Parlamento de Santiago. Otra cosa son los aguerridos muchachotes de Abascal que se creen poseedores de la única fe y que siguen pensando que tras el próximo diluvio leninista sólo ellos quedarán para ser introducidos en el Arca de Noé. O sea, una estupidez de opereta bufa. No se atisba acuerdo posible con estos apóstoles políticos que, según queda constatado, siguen prefiriendo que el dúo marxista-leninista siga destrozando y disolviendo España, antes de que ellos, ahora sí en concomitancia, se alíen para intentar salvarla de esta peña de desaprensivos.

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