Ponsatí no tiene quien la invada

Ponsatí no tiene quien la invada
Ponsatí no tiene quien la invada

Almudena Grandes era muy bruta y por eso hacía bromas sobre unas monjas que soñaban ser violadas por milicianos. A la pijo-izquierda en general y al nacional progreísmo en particular les va esa añoranza de la emoción fuerte. Mayormente vicaria, claro está. Casi todos prefieren estremecerse con la épica de los otros. A ellos que les saluden los que van a morir y que no les salpique la sangre.

En Cataluña hay mucho señorito poco amigo de que un mosso le dé una somanta de golpes de porra. Y así no hay manera de enfrentarse a la opresión del Estado. De eso andaba quejosa la ex consejera de la Generalitat Clara Ponsatí. Y no se ha cortado en los medios, entre ellos el Ara, declarando que esa pugna con España “sólo se realiza con una insurrección civil”. Añadiendo : “Y eso es lo que faltó en octubre del 17”.

Ella tiene claro que «somos un país ocupado». Lo siente en Cataluña y lo siente aún más cuando está en Saint Andrews y se aburre. Desde lejos es como se ven las cosas más claras. La nostalgia y la ensoñación. Llegaba mucho dinero para el IRA de los irlandeses de EEUU que querían vivir una guerra civil cómodamente desde su casa. Y ella, Clara Ponsatí, que nunca ha tenido que levantar una persiana por la mañana, que pertenece a una de esas 400 familias que decía Millet, que ha gozado siempre de contactos y enchufes, reprocha a los independentistas de a pie que sean tan poca cosa. «Si no estamos dispuestos a pagar los costes que supone una revuelta civil, no podremos ser independientes», alecciona. Que no se debe de temer tanto la violencia. Que va de suyo. “Quien no quiera correr riesgos, que no se ponga”, remacha.

Ella sólo ve cobardía. Cobardía y falta de balls ante una situación en la que “los catalanes estamos con la pistola en la nuca”. ¿Cómo conseguir la independencia sin que el pueblo arriesgue el pellejo? Suerte tiene de la gente del pueblo, del obrerío, de los que ni en sueños iban a acabar dando clases en una universidad escocesa. Fredi Bentanachs viene de la Cataluña interior, de los sindicatos de trabajadores. Suena como empezaría un relato edificante, de superación. Pero en algún momento le dio un aire y acabó como fundador de Terra Lliure, adiestrado por etarras. Con un abominable historial criminal. El otro día asistió a uno de los infinitos cortes de la Meridiana, le pusieron un micro y empezó a calificar de «bestias» a los constitucionalistas. Muy a la Torra. Y tampoco se cortó calificando de «inmoral» que en el mismo patio de la escuela o del instituto dejen que los chavales «hablen castellano alegremente». Al igual que Ponsatí considera que en Cataluña sufrimos un “genocidio” que ríete tú del de Ucrania. Mucho peor. Y que él no tiene miedo a morir en «la lucha» porque “nos están masacrando”.

Qué buena pareja con Ponsatí. Fredi que asegura que no tiene “nada que perder, ni la libertad, porque la libertad ya la he perdido”. Ni siquiera la vida porque también la perdió “hace muchos años”. Es triste, pero la ex consellera ya tiene a uno dispuesto a morir por el mismo delirio que la atormenta a ella.

Cuánto habrán sufrido viendo tantos miles de catalanes disfrutando, inatentos al “genocidio”, durante el partido de la selección española del otro día en Cornellá. Viendo hasta qué punto estamos invadidos y lo a gusto que algunas personas soportan esa afrenta. Es inútil explicárselo a ese par de iluminados, pero donde ellos ven enemigos miles de catalanes ven compatriotas, amigos, compañeros. ¡La de psiquiatras que necesitamos!

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