A ojos de Biden, el Gobierno socialcomunista es un bulto sospechoso

A ojos de Biden, el Gobierno socialcomunista es un bulto sospechoso

«Cuando las circunstancias lo permitan». De esta manera ha contestado la subsecretaria de Estado adjunta para Europa y Eurasia de Estados Unidos, Molly Montgomery, a la pregunta de cuándo va a llamar Joe Biden a Pedro Sánchez. La frialdad de la alto cargo de la Administración norteamericana revela hasta qué punto el presidente de Estados Unidos mantiene vetado al jefe del Ejecutivo socialcomunista, a quien no ha llamado aún por teléfono pese a que lleva casi cuatro meses en el cargo. Se da la circunstancia de que Biden ha establecido contacto con todos los líderes del G20, a excepción de Sánchez y que Washington mantiene vacante el cargo de embajador de Estados Unidos en España, lo que es indiciario del desdén del máximo dignatario estadounidense hacia el Ejecutivo español.

A nadie se le oculta que el desprecio de Joe Biden al presidente del Gobierno socialcomunismo español, que recibió de forma alborozada el triunfo electoral del candidato demócrata, es perfectamente intencionado y responde al nulo crédito que la Administración norteamericana otorga al Ejecutivo de PSOE y Podemos. No es para menos, teniendo en cuenta que la Casa Blanca conoce de primera mano las andanzas de los socios populistas de Sánchez por Venezuela, Bolivia o Ecuador y que la postura tibia de Sánchez hacia el régimen chavista de Nicolás Maduro choca con la del Gobierno estadounidense, que no ha cambiado de parecer y sigue considerando a Venezuela una dictadura. La nula de influencia de España en el panorama político internacional es palmaria: en Europa y al otro lado del Atlántico. Es lo que tiene tener de aliado al comunismo: que te convierte en un bulto sospechoso ante los ojos de las democracias occidentales del mundo.

El Gobierno Sánchez ha tratado de quitarle importancia al hecho de que Biden le mantenga en cuarentena. La tiene y mucha, porque la frialdad de la Casa Blanca no se justifica con la «falta de tiempo», sino con el convencimiento de que el Ejecutivo español ya no es un socio fiable.

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